Para los estrategas alemanes una ofensiva resolutiva contra Salónica en 1917 habría supuesto una tarea
absorbente en el extremo de una línea de comunicaciones larga e inadecuada.
Además hubiera despertado las diferencias latentes entre Austria-Hungría,
Bulgaria y Turquía respecto al futuro de Macedonia.
La
postura alemana respecto a la actitud
contemporizadora a seguir en el frente
macedonio puede colegirse de las opiniones de Hindenburg:
“Debo
mencionar también otros dos planes de los que debimos ocuparnos en el invierno
de 1916-17 (…)respecto al ataque en Macedonia contra las tropas de la Entente. Bulgaria acariciaba
este plan con todo fervor (…) Bulgaria quedaría casi liberada tanto política
como militarmente y la empresa respondía también a los más ardientes deseos del
país y de su gobierno. (…) el desembarazo militar de Bulgaria no significaba
ninguna ventaja para nuestra situación general, según el criterio que entonces
tenía formado. Si se hubiera obligado a las tropas que sostenían a la Entente
en Macedonia a abandonar esta ciudad [ Salónica] se habrían enfrentado a nosotros en el frente
occidental. Y me parecía muy problemático emplear en alguna parte a las fuerzas
búlgaras que quedaran libres en los Balcanes. El empleo de las divisiones
búlgaras durante las operaciones en Rumanía al norte del Danubio, fuera de las
comarcas que no representaban ningún interés inmediato para los búlgaros, había
ocasionado desagradables disputas.
En mi
opinión, el mayor rendimiento de los soldados búlgaros se podía obtener si
estos se dedicaban a entretener a las fuerzas de la Entente en Macedonia”
Los Aliados
estaban comprometidos sentimentalmente con la causa de Servia, origen (
aparente ) de todo el conflicto mundial. Necesitaban liberar a su aliada de la
ocupación y de hostigar a los socios balcánicos de Alemania. Por ello su contingente
en la zona a mediados de año ya ascendía a la apreciable fuerza de 600.000
soldados que conformaban una tropa heterogénea con presencia principalmente
servia, francesa, inglesa, y mas testimonial de rusos e italianos. Los griegos,
sobre cuyo territorio se asentaban las bases y posiciones clave de los Aliados
( empezando por la crucial del puerto de Salónica ) finalmente se decantaron
por la Entente, después de que las amenazas y presiones de Inglaterra resolvieran la ambigüedad griega que se venía arrastrando desde 1915. Este proceso
concluyó con la toma de control de Atenas, la abdicación el 12 junio del rey
Constantino I, progermano, que fue sucedido por su hijo Alejandro, y el
afianzamiento en todo el país del gobierno provisional de Venizelos, un completo títere de los Aliados.
Grecia declaró oficialmente la guerra a Berlín y Viena el 29 de junio. En
consecuencia las tropas griegas entonces pasaro a alinearse masivamente junto al ejército expedicionario mandado por Maurice Sarrail.
No obstante,
finalmente ambos bandos permanecieron a la expectativa, concentrando sus esfuerzos prinicpales en
otros frentes. Es cierto que Sarrail organizó varios asaltos, el 24 de abril protagonizado por los británicos en torno a las colinas del lago Doiran, repetido el 8 de mayo en forma de ataque nocturno rechazado por la artillería búlgara con ayuda de reflectores. Apoyándolo, al día siguiente, se movieron en torno a Monastir los franceses, servios, italianos y rusos, que no consiguieron asentarse en la línea de cumbres, sobre todo por la acción expeditiva de la artillería pesada alemana que secundaba a los búlgaros. Sus pérdidas hacia el día 23 de mayo, cuando se suspendió el futil asalto, ascendieron a 14.000 hombres.
En verano, los británicos evacuaron el valle del Strumma para evitar los efectos indeseados de la plaga de mosquitos, manteniendo solo unas pocas cabezas de puentebpara hostigar a los búlgaros. Como se puede comprobar, los afanes de los hombres de Sarrail fueron totalmente baldíos.
Es interesante comprobar como entre las tropas rusas, desplegadas en un punto relativamente aislado respecto a su propio país, se propagaban los efectos desmoralizadores de la revolución de marzo. El general Dietrichs, jefe de la fuerza expedicionaria rusa comentaba después del fracaso de Monastir en mayo : " Los últimos acontecimientos de Rusia aumentaron la lentitud y la incertidumbre de la comunicación postal y para lo único que sirven los diversos rumores y el chismorreo ocasional, que llegaban a las trincheras desde la retaguardia y que difundían unos cuantos inútiles, es para poner a los hombres más nerviosos, preocupándolos y paralizando su voluntad"
El sector balcánico permanecería más o menos estable hasta finales del verano de 1918, pero la fermentación política continó durante este periodo: el 20 de julio de 1917 representantes exiliados procedentes de Servia y de las provincias meridionales austrohúngaras firmaban el pacto de Corfú, un manifiesto para crear un estado que agrupara a los eslavos del sur, encabezado por la monarquía servia. Tampoco Sarrail conservaría hasta el final su puesto de mando en Grecia; en diciembre de 1917 fue destituido por el irrascible Clemenceau y sustituido por el general M. Guillaumat.
En verano, los británicos evacuaron el valle del Strumma para evitar los efectos indeseados de la plaga de mosquitos, manteniendo solo unas pocas cabezas de puentebpara hostigar a los búlgaros. Como se puede comprobar, los afanes de los hombres de Sarrail fueron totalmente baldíos.
Es interesante comprobar como entre las tropas rusas, desplegadas en un punto relativamente aislado respecto a su propio país, se propagaban los efectos desmoralizadores de la revolución de marzo. El general Dietrichs, jefe de la fuerza expedicionaria rusa comentaba después del fracaso de Monastir en mayo : " Los últimos acontecimientos de Rusia aumentaron la lentitud y la incertidumbre de la comunicación postal y para lo único que sirven los diversos rumores y el chismorreo ocasional, que llegaban a las trincheras desde la retaguardia y que difundían unos cuantos inútiles, es para poner a los hombres más nerviosos, preocupándolos y paralizando su voluntad"
El sector balcánico permanecería más o menos estable hasta finales del verano de 1918, pero la fermentación política continó durante este periodo: el 20 de julio de 1917 representantes exiliados procedentes de Servia y de las provincias meridionales austrohúngaras firmaban el pacto de Corfú, un manifiesto para crear un estado que agrupara a los eslavos del sur, encabezado por la monarquía servia. Tampoco Sarrail conservaría hasta el final su puesto de mando en Grecia; en diciembre de 1917 fue destituido por el irrascible Clemenceau y sustituido por el general M. Guillaumat.
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