10.7.12

LA BAZA DE LAS NACIONALIDADES SIN ESTADO ( 3ª PARTE ): LA REVUELTA ÁRABE

Trasladando la cuestión de las nacionalidades a Oriente Medio, los agentes de inteligencia británicos habían multiplicado sus contactos con los grupos árabes descontentos del interior del imperio turco. Donde lograron más éxito fue en Hiyaz, la zona costera occidental de la península arábiga.  Allí, con el título de jerife ( descendiente de Mahoma ) que le confería legitimidad religiosa para controlar la ciudad santa de La Meca Hussayn Ibn Alí,  jefe del clan local dominante de los hachemitas, fue confirmado por el sultán Abdul Hamid II en 1908 como  nuevo. Los  desencuentros entre Hussayn y el triunvirato de la CUP  ( Comité para la Unión y el Progreso ) de los Jóvenes Turcos arrancaban de lejos, por desavenencias,  en cuestiones como la reforma administrativa de la provincia  o el ferrocarril entre La Meca-Medina. Discretamente envió a su hijo Abdalá a El Cairo para sondear a los ingleses.

En una serie de encuentros informales entre febrero y abril de 1914 Abdalá se entrevistó con Lord Kitchener ( por aquellas fechas cónsul general del protectorado en Egipto ) y con su secretario para Oriente, Storrs. Les expuso el precedente de Kuwait en 1898, cuando Gran Bretaña había respaldado al emir local frente a los turcos y asumido el protectorado de aquel enclave.  Kitchener se mostró interesado, pero neutral por el momento, respecto a los conflictos entre los hachemitas y el gobierno de Estambul. No obstante, el canal de comunicación había sido creado. Una vez  iniciada la guerra en el otoño de 1914 Storrs lo reabrió, a la vista de la previsible intervención turca. Kitchener, ya de regreso a Londres y desempeñando  el ministerio de la Guerra,  aprobó estos nuevos intercambios de mensajes. En ellos Hussayn explicaba su contemporizaba ante las presiones  de las autoridades turcas para que proclamase la Yihad y otras medidas que estas exigían, a la vez que trataba de clarificar los objetivos en caso de rebelión ¿ la autonomía para Hiyaz o acaudillar un movimiento más amplio que englobase a todos los árabes?

Las relaciones entre el jerife y el gobernador turco de Hiyaz, Vehip Pacha, eran tensas. Vehip sospechaba de la lealtad de Hussayn y sus hijos, y sostenía ante el gobierno otomano la necesidad de sustituirlos. Para clarificar la actitud del gobierno, Faisal, uno de los hijos de Hussayn, se desplazó a Damasco y Estambul. Tenía conexiones por haber sido representante en el parlamento turco, y al  tiempo deseaba sondear la postura de las sociedades arabistas de Siria y calibrar su apoyo a una posible sublevación. Recaló en Damasco en marzo de 1915, entrevistándose primero con el gobernador turco Cemal Pacha, que a su vez intentaba involucrar a los hachemitas y las tribus del desierto que les eran adictas a participar en una segunda incursión contra el canal de Suez. Después Faisal concertó entrevistas secretas por mediación de la familia Bakri con miembros de las sociedades nacionalistas árabes Al-Fatat, de carácter civil y Al-Ahd, que agrupaba a militares árabes del ejército turco.

Después continuó su viaje a Estambul, donde departió con el Sultán, y con los ministros Talat y Enver. Ambos le instaron a que los hachemitas apoyasen al máximo el esfuerzo de guerra, garantizando con esa muestra de lealtad la plena confianza del gobierno de Estambul. Faisal dejó la capital a mediados de mayo de 1915, en un ambiente enrarecido por el desembarco de Gallipoli. De paso de nuevo por Damasco, los arabistas locales le presentaron un programa conocido más tarde como "Protocolo de Damasco". En él se apuntaban las fronteras naturales del hipotético reino árabe: al norte hasta la línea Mersin-Adana-Mardín, al este la frontera con Persia, la meridional sobre el mar Arábigo y el Índico. El mar Rojo y el Mediterráneo marcarían el límite occidental. Asimismo se recomendaba un entendimiento con Gran Bretaña a nivel de negocios y alianza entre iguales. De este modo se autorizaba al jerife para sostener tratos con Londres, se le hacían promesas de apoyo y se le reconocía como futuro rey.

Pertrechado con estas informaciones el 20 de junio de 1915 Hussayn sostuvo un crucial debate con sus hijos para decantar la postura que debían seguir. Decidieron someter las condiciones del Protocolo al escrutinio de los británicos de El Cairo. Abdalá envió una carta a Storrs erigiéndose en "portavoz de los árabes" y solicitando que se aprobasen unas condiciones esenciales en el plazo de un mes. El  Alto Comisionado en Egipto, Henry McMahon, máxima autoridad británica en El Cairo desde la marcha de Kitchener,  juzgaba excesivas las demandas territoriales del jerife, pero al empantanarse  la campaña de Gallipoli en agosto con el  fallo del golpe de mano sobre Suvla, suavizó su tono, aunque siguió negándose a fijar las futuras fronteras pormenorizádamente. La premura de los británicos aumentó a fines de año. Temiendo que su prevista evacuación de Gallipoli liberase ingentes destacamentos enemigos que podrían usarse contra Suez o en Irak, el interés por azuzar una revuelta árabe adquirió gran prioridad. En una carta a los hachemitas el 24 de octubre, McMahon se declaraba dispuesto a escuchar las demandas arabistas pero siempre y cuando  " no supusieran un perjuicio para los beneficiarios de los tratados que tenemos establecidos con los jefes árabes", refiriéndose a los emiratos del golfo Pérsico bajo protectorado de Londres desde finales del siglo XIX. También establecía que las zonas de Irak meridional ocupadas en la campaña de 1914-15 debían quedar bajo alguna clase de control británico.

Asimismo era preciso tener en cuenta las pretensiones francesas en la zona. McMahon conocía la petición de marzo de 1915 del gobierno parisino sobre un reconocimiento de sus "derechos"  sobre Siria y Cilicia, si bien en su respuesta a los hachemitas la restringió a la franja costera al oeste de Alepo-Damasco.

En la correspondencia fechada entre el 5 de noviembre de 1915 al 10 de marzo de 1916 quedó sellada definitivamente una alianza armada, con referencias explicitas a la creación de un "reino árabe" bajo el mandato de Hussayn y su dinastía. El inició del sitio de Kut obligó a los ingleses a transigir sobre el destino de las  provincias del sur de Irak. Debían ser incorporadas al final del conflicto al reino, y lo mismo las costa siria. A partir de ese momento las condiciones que se discutieron fueron eminentemente prácticas: la entrega de oro, armas y cereales a los futuros sublevados.
FOTO. FAISAL IBN HUSSAYN,  LÍDER DE LOS GUERRILLEROS ÁRABES SUBLEVADOS CONTRA LOS TURCOS EN 1916.

Faisal visitó de nuevo Damasco durante enero de 1916. Supuestamente para entregar un primer contingente de beduinos destinados a la segunda incursión sobre Suez. Cemal Pacha lo agasajó en su cuartel general, pero sin disipar las dudas existentes. Sus nuevos contactos con los Backri le demostraron la desarticulación del movimiento arabista en Siria, tras los juicios de Aley, las deportaciones a Anatolia y el traslado de los regimientos árabes locales a Gallipoli y Mesopotamia. Por tanto, deshecho como inválida las veleidades de una revuelta inmediata y procuró mejorar sus relaciones aparentes con Cemal para ganar tiempo e interceder por los nacionalistas árabes encarcelados.

En febrero Enver viajó brevemente a Medina para solicitar muyahidines. Al mes siguiente, el jerife Hussayn dio una respuesta poco satisfactoria y repleta de reclamaciones de signo político. Enver le emplazó secamente a obedecer las exigencias de Estambul. En abril se hicieron públicas las sentencias a muerte del juicio de Aley, ejecutadas semanas después con el ahorcamiento de 21 nacionalistas sirios. Faisal comprendió que en esas circunstancias solo en el Hiyaz  era factible encender el levantamiento previsto, gracias al aislamiento de la región y a la posibilidad de ayuda británica directa a través del mar Rojo. Por ello, abandonó Damasco el 16 de mayo. El aumento de la tensión no le pasó desapercibido a Cemal, que nombró a un general resolutivo, Fahri Pacha, para tomar el mando de la guarnición de Medina, compuesta por 11.000 soldados y  de su terminal ferroviaria de la línea que recorría el Hiyaz.

EL ARQUEÓLOGO Y AGENTE BRITÁNICO T.E. LAWRENCE, QUE FOMENTÓ LA REBELIÓN ÁRABE DE 1916
Frente a ellos, el 5  de junio Alí, hijo mayor de Hussay solo podía oponer 1.500 beduinos, reunidos bajo el pretexto de contribuir a la segunda incursión sobre Suez. A pesar de la disparidad de cifras, en los días siguientes empezaron las escaramuzas y el 9 de junio Alí le envió un ultimatum a Cemal, descubriendo definitivamente la postura de su clan. Al día siguiente, estalló formalmente la sublevación, con epicentro en La Meca, con los primeros disparos sobre los cuarteles turcos. El gobernador, Ghalib Pacha, se había trasladado a Taif, en las montañas próximas, para veranear, llevándose consigo parte de la guarnición de la ciudad santa. Solo quedaba allí  un pequeño destacamento de 1.400 hombres. Aunque uno de los cuarteles de las afueras resistió hasta el 9 de julio, los rebeldes pronto se adueñaron  de La Meca. El mismo 10 de junio, en una acción simultanea a los sucesos de La Meca, 4.000 jinetes beduinos marcharon sobre el cercano puerto de Yeda, defendido por 1.500 soldados turcos. Capitularon el 16 de junio, tras ser bombardeados por dos buques de la Royal Navy y ametrallados por aviones ingleses, en la primera colaboración directa de los Aliados con la rebelión árabe. También el 10 de junio Abdalá incomunicó al gobernador Ghalib en Taif. Aprovechando algunas baterías de artillería egipcia enviadas por los ingleses ( contraviniendo  anteriores promesas de no involucrar en el conflicto a los egipcios ) los rebeldes obligaron a Ghalib a rendirse el 21 de septiembre. En aquel momento, el área en poder de Hussayn y sus hijos  incluía La Meca, Taif. Yeda, Rabigh ( ocupada por Alí en agosto ) y Yenbo.

Poco después Hussayn se proclamó  abiertamente "rey de las tierras árabes", aunque los ingleses se cuidaron mucho de reconocer tal título. Esta proclamación provocó una cierta división de opiniones en el mundo islámico. Muchos la juzgaron como una usurpación de los derechos del califa turco  legítimo, por ejemplo la Liga Musulmana de la India.

A pesar del éxito relativo del alzamiento, la situación de los hachemitas en otoño de 1916 era muy delicada. Había grandes dificultades para mantener en filas a los hombres de las tribus  en un servicio prolongado. Era absoluta la dependencia respecto a  la paga regular británica y de sus entregas de armas para retener a los reclutas. La posición estratégica era precaria y se temía un potente contrataque de Fahri Pacha desde Medina, donde además los turcos habían encumbrado a un "antijerife" en la persona de Alí Haydar, hachemita de una rama  familiar secundaria.

Para intentar fortalecer la posición del movimiento independentista, los ingleses recurrieron a prisioneros árabes otomanos de los campos de concentración de Egipto y la India. Utilizando como agente a Nuri al-Said, un irakí capturado en Mesopotamia, fue posible reunir algunos cientos de voluntarios especialistas.  Asimismo los franceses habían ofrecido el concurso de soldados musulmanes de sus colonias y enviaron una misión de asesoramiento al mando del coronel  Bremond el 21 de septiembre, despertando los recelos británicos; rápidamente  trasladaron a Storr al Hiyaz para asegurar la preeminencia británica y tutelar a sus aliados. En la delegación militar  que acompañó a Storr destacaba un arqueólogo, T. E. Lawrence, buen conocedor de Oriente Medio y de las costumbres árabes y turcas. Había servido brevemente en Irak durante el sitio de Kut. Convertido en oficial de inteligencia  del Negociado Árabe en El Cairo trabó amistad con Faisal,  que estaba reuniendo guerreros tribales en las cercanías del puerto de Yenbo, en Hamra.  Tras inspeccionar el campamento  concluyó que la intervención de tropas foráneas sería contraproducente, abogando en cambio por aumentar el apoyo técnico y los pagos en oro y  mejorar el abastecimiento. Pronto se convirtió en consejero  del príncipe Faisal. Además sus apreciaciones  para no comprometer grandes contingentes ingleses en el Hiyaz fueron bien recibidos por los comandantes británicos en Egipto, apurados de efectivos por las grandes ofensivas aliadas que estaban teniendo lugar en Europa aquel verano.


Entretanto Fahri comenzó su expedición para reconquistar Yenbo y Rabigh, siguiendo la ruta costera. Faisal acudió con 5.000 hombres para frenarlo, pero se vio pronto aislado de su hermano Alí en Rabigh por los flanqueos turcos. Lawrence regresó oportunamente desde El Cairo, donde había estado informando de sus impresiones. Las relaciones del agente británico con Faisal se hicieron más estrechas y este le proporcionó ropas árabes para que pudiera moverse con mas soltura entre los beduinos. Considerando lo crucial de la situación, Lawrence solicitó la colaboración de  Royal Navy, obteniendo que el capitán W. Boyle despachara 5 navíos al puerto de Yenbo. Aunque anticuados, su artillería representaba una considerable ventaja. Los rebeldes árabes fueron expulsados de su posición adelantada en el oasis de Nakhl Mubarak  aunque Faisal condujo un repliegue ordenado al puerto. Los turcos se desplegaron el 11 de diciembre de 1916 en sus afueras, pero desesperaron de poder capturar  Yenbo ante la presencia de los cañones de los barcos ingleses y de sus reflectores, que hacían imposible un ataque nocturno por sorpresa. Las cansadas tropas de Fahri también fueron hostigadas por algunos aeroplanos, que si bien causaron poco daño real, desmoralizaron a los soldados turcos, castigados por las enfermedades. Abandonando la oportunidad de sofocar la frágil rebelión en sus inicios, Fahri se retiró de regreso a Medina. La primera difícil etapa de la revuelta árabe había culminado con éxito.

Abdalá bloqueó a Fahri en Medina, pero evitando cuidadosamente desgastarse en un asalto directo que seguramente hubiera sido infructuoso. Faisal y Lawrence optaron en cambio  por concentrarse en una campaña de movimientos dirigiéndose contra Wejd al tiempo que saboteaban el ferrocarril del Hiyaz y acentuaban el aislamiento de la guarnición de Medina. Wejd cayó en enero de 1917.

 Para entonces ya se había aceptado la importancia de coordinar a los rebeldes con la EEF ( Fuerza Expedicionaria Egipcia ) del general Archibald Murray, que hasta la fecha se había mantenido a la defensiva custodiando el canal de Suez frente a las incursiones turcas, pasó a la acción en el Sinaí. Aunque su dotación de municiones y equipos de artillería no eran muy abundantes, en un avance ciertamente lento por la necesidad de construir elementos logísticos como un ferrocarril y un acueducto paralelo en la costa norte del Sinaí, logró apoderarse de El Arish el 20 de diciembre de 1916, garantizando la seguridad de Suez y aproximándose a Palestina.





8.7.12

LA CRISIS DEL DESCONTENTO: LA RETAGUARDIA DESDE EL INVIERNO DE 1916-17



A fines de 1916, el agotador esfuerzo soportado por todos los contendientes en las tremendas batallas de desgaste del año tuvo como consecuencia  un marcado aumento de la intranquilidad  en amplios sectores de las diezmadas tropas así como en parte de la población civil que sostenía el engranaje de los suministros bélicos y veía empeorar sus condiciones habituales de vida. A veces se trataba de algo tan evidente como la angustia personal por la pérdida o el daño sufrido por seres queridos,  o la  incertidumbre ante un futuro desolador en medio de la perspectiva de un alargamiento de la guerra sin esperanzas de resolución. Los precios de muchos artículos de primera necesidad se elevaban y se fue imponiendo un racionamiento más rígido, especialmente en las Potencias Centrales y Rusia, a medida que el bloqueo enemigo, la prioridad otorgada a los suministros militares, o la desorganización en los transportes entorpecía los abastecimientos, sobre todo los urbanos. Por ejemplo, en Alemania el fracaso de la cosecha de patatas y la caída en el  aprovisionamiento de carbón conducirá al penoso "invierno de los nabos". El mercado negro o informal crecía a la par en Berlín, Viena o San Petersburgo.

En una dimensión colectiva, en algunos países esa creciente inquietud fue canalizada por grupos o figuras políticas con propósitos muy diferentes . La disensión comenzó a brotar frente al modelo de las "uniones sagradas" que había imperado desde agosto de 1914. Una de las respuestas ante esta intranquilidad o sentimiento de decepción fue la sustitución de dirigentes políticos y militares desgastados o vacilantes por otros que impulsaran con más energía y habilidad la prosecución del concepto de la "guerra total" que se imponía ante el alargamiento del conflicto, con el reforzamiento de la autoridad del estado y la movilización sistemática de los recursos de la nación. En Francia, el mariscal Joffre fue destituido el 12 de diciembre de 1916 y sustituido por Nivelle, y en el gobierno galo, ese mismo día  el jefe de gobierno Aristide Briand recurrió a una crisis ministerial, que culminaría en marzo del año siguiente con su reemplazo por Painlevé. En Alemania había ocurrido lo mismo unos meses antes con la sustitución de Falkenhayn por Hindenburg y Ludendorff. En Gran Bretaña una crisis de gobierno descabalgó a Asquith, que dio paso el 7 de diciembre al gabinete del también liberal imperialista Lloyd George.

En sentido contrario,  en septiembre de 1915 se convocó una reunión de socialistas disidentes con la línea oficial de sus partidos en Zimmerwald, en la neutral Suiza. Unos cuarenta delegados proclamaron su voluntad a favor de una "paz blanca", sin anexiones ni indemnizaciones. Con escasa representatividad y sin conexiones con las grandes maquinarias burocráticas de los partidos socialdemócratas, el llamamiento no tuvo repercusión. Sin embargo empezó a dibujarse una estrategia, defendida por algunos revolucionarios profesionales como el ruso Lenin, favorables a transformar  la lucha "imperialista" que tenía lugar entre las potencias, en una lucha interna, capitalizando el descontento para derribar los regímenes existentes e implantar las tesis marxistas de la "dictadura del proletariado"; postura que ya habían sostenido desde el mismo estallido de la contienda.


Más tarde, en abril de 1916 otra cita de las mismas características en Kienthal, también en Suiza, consideró inoperante la mera protesta contra la guerra y solicitó el repudio declarado de las "uniones sagradas". En Gran Bretaña las quejas contra la promulgación del reclutamiento obligatorio y la insumisión al mismo fueron acalladas con la represión, y  personajes como el catedrático Bertrand Rusell que cuestionaban abiertamente la política belicista del gobierno británico fueron sancionados o encarcelados. También el movimiento pacifista ganaba nuevos adeptos en Alemania. El antiguo dirigente socialdemócrata Liebknecht  terminó de romper con su formación, ahondando en sus protestas pacifistas y antigubernamentales, y fue condenado a cuatro años de reclusión. En Francia. el líder socialista Merrheim se desmarcó y apoyado por la rama metalúrgica del sindicato CGT abogó por la "paz blanca". Las huelgas azotaron Italia en el verano de 1917, produciendo choques violentos entre los manifestantes y la policía con un saldo de víctimas; en agosto de 1917 se produjeron 40 muertos solo en la ciudad de Turín.

A nivel oficial se lanzaron una serie de ofertas para entablar conversaciones de paz por mediación de un país neutral, la más destacada de las cuales fue la presentada por el canciller Bethmann-Hollweg el 12 de diciembre de 1916 ante el Reichstag. Aprovechando el impacto causado por la caída de Bucarest pocos días antes y la entrada triunfal del general Mackensen y sus huestes en la capital rumana,  las Potencias Centrales proponían negociaciones de paz a la Entente. Pero el  formato del comunicado, conteniendo referencias soberbias a esos recientes éxitos en los campos de batalla,  lo convertían en una nota de victoria,  inadmisible para los Aliados

 Curiosamente, el guante fue recogido al otro lado del océano por el presidente norteamericano Wilson,  reelegido en noviembre, que hizo pública una nota el 20 de diciembre en la que solicitaba que se definieran las condiciones de paz de cada uno de los beligerante, con la intención de poner las bases para un acercamiento de puntos de vista.

Otra serie de iniciativas pacificadoras procedieron del Vaticano, preocupado por los combates fratricidas entre europeos y en muchas ocasiones, entre católicos. Desde su elección en 1914 el Papa Benedicto XV había reprobado los acontecimientos y lanzó diversas propuestas para reinstaurar la paz.   En su encíclica "Ad beatissimi Apostolorum"   analizó las causas del conflicto y proclamó una neutralidad estricta. En 1914 promovió  la tregua no oficial de Navidad, teniendo cierto eco en el frente occidental. 

El 1 de agosto de 1917 Benedicto XV ofreció su mediación a todos los beligerantes. El proyecto arrancaba de lejos, de varios sondeos realizados a principios de año, en un momento de cierto equilibrio de las fuerzas contendientes. Su plan era una paz de compromiso. En mayo se había enviado a Munich al nuncio Eugenio Pacelli, el cual mantuvo discretas conversaciones durante tres meses. El nuncio de Viena reprodujo la misma tarea ante el emperador Carlos, que se mostraba muy receptivo. Esta actuación ante las Potencias Centrales se escogió porque el realismo necesitaba de concesiones de la parte que controlaba territorio metropolitano enemigo.

A primeros de agosto a todas las capitales implicadas se les notificó un mensaje de siete puntos con bases de negociación precisas, a saber: evacuación del norte de Francia y Bélgica con la devolución a Alemania de sus colonias; negociaciones conciliadoras sobre temas territoriales bilaterales ( Alsacia-Lorena para el caso de Francia y Alemania, el Trentino para el caso de Italia y Austria-Hungría ); la revisión con idéntico talante de equidad sobre los asuntos de Armenia, los Balcanes y Polonia;  la renuncia mutua a indemnizaciones salvo excepciones puntuales. Para el ordenamiento posterior se contemplaba el principio de libertad de los mares, el desarme simultáneo,  y la instauración de arbitrajes obligatorios en casos de disputa.

Desgraciadamente durante el verano la postura alemana se endureció por los acontecimientos en Rusia, y el OHL alemán se mostró reluctante a ceder respecto a Bélgica, sin que el gobierno berlinés pudiera hacerle variar su postura. La respuesta a la oferta papal fue finalmente muy ambigua. Por su lado, los Aliados envalentonados por la reciente participación de EE.UU, que parecía reforzar la expectativa de una victoria final, también se mostraron remisos y acusaron al Vaticano de tratar de "salvar” a las Potencias Centrales


EL PAPA BENEDICTO XV TRATO DE MEDIAR EN LA BÚSQUEDA DE  UN ACUERDO DE PAZ 
Estas propuestas quedaron reunidas en la exhortación apostólica " Dés le début" distribuida el 15 de agosto de 1917, que reproducimos en el enlace  Exhortación papal de Benedicto XV sobre la I GM

Por último, cabe mencionar la iniciativa del recién entronizado emperador austrohúngaro Carlos I. A través de su familia política lanzó en marzo de 1917 sondeos para solicitar conversaciones de paz. Envió a su suegra María Josefa a Neuchatel, en Suiza para que encargará a sus cuñados Sixto y Javier de Borbón y Parma, que servían como oficiales en el ejército belga como intermediarios de su propuesta. Primero solicitó los puntos indispensables que los Aliados juzgaran como mínimos para sentarse en la mesa de conversaciones. Estos fueron la entrega de Alsacia-Lorena, el restablecimiento de Bélgica, el de Serbia con la anexión de Albania, y la cesión de Constantinopla a los rusos. No se mencionaban las promesas hechas a Italia en el tratado de Londres de 1915. Evidentemente, también el principio de autodeterminación de las nacionalidades quedaba pisoteado en estas demandas. En su réplica Carlos aceptaba las peticiones sobre Alsacia y Bélgica, proponía alguna clase de federación entre Serbia, Montenegro, Bosnia y Albania, tutelada por Austria-Hungría. El príncipe Sixto, desplazándose entre Neuchatel y Paris en diversas ocasiones, se entrevistó con Poincaré y Briand, y más tarde en compañía de su hermano se desplazó clandestinamente a Luxemburgo para citarse con el emperador Carlos el 22 de marzo. Este comunicó su aceptación de los requisitos franceses y su voluntad de influir sobre Guillermo II en esa dirección., y escribió una carta recogiendo esta postura el 24 de marzo. El 31 de marzo Sixto viajó de nuevo con el documento para tratar los pasos a seguir con Poincare y con A. Ribot, el jefe de gobierno francés. Pero este último se mostró escéptico negándose a recibir a Sixto. Los dirigentes franceses consideraron que debían advertir a Lloyd George y al primer ministro italiano Sonnino de los contactos establecidos.  A la hoja de mínimos aceptada por Carlos debían añadirse las promesas hechas a Italia a costa del imperio austrohúngaro ( Trentino, Trieste y la costa dálmata ) y las exigencias británicas sobre la flota y las colonias alemanas. El príncipe Sitxo marchó de  regreso a Suiza, a Zug, y pasó a Viena el 8 de mayo. Carlos y su ministro de exteriores, el conde Czernin, aceptaron vagamamente "el principio de intercambio de territorios con Italia". Pero pedían a su vez  garantías sobre la integridad del imperio Habsburgo. si este último aspecto era aceptado, " Austria-Hungría estará dispuesta a firmar una paz por separado".

 El infatigable Sixto hizo un postrer viaje a Gran Bretaña  tratando con Lloyd George y el rey. Tropezó con la duda de los límites de la paz ¿ que harían los alemanes? ¿ estarían de verdad los austrohúngaros dispuestos a abandonar a su socio ?. Los políticos franceses no estaban dispuestos a dar garantías de mantenimiento a Austria-Hungría, puesto que estaban atados por sus promesas a rumanos, serbios y diversos comités de eslavos en el exilio, que implicaban el desmantelamiento del estado danubiano. Es posible que además influyeran motivos ideológicos, como la militancia masónica de muchos círculos dirigentes parisinos y su enconada  hostilidad  hacía la católica monarquía de los Habsburgo. Ribot hundió definitivamente cualquier expectativa cuando rechazó públicamente en la asamblea francesa cualquier tentativa de acuerdo. Mas tarde su sucesor en el cargo, Clemenceau, leería publicamente la carta de Carlos I escrita en marzo, para ponerle en evidencia ante los alemanes e insinuar la duplicidad del joven emperador.