La entrada
en guerra de los EE.UU en abril de 1917, lejos de amedrentar a los alemanes,
hizo que el OHL y el grueso de los políticos del Reichstag se reafirmasen
todavía más en la creencia de que sus ambiciosos objetivos de guerra solo
podrían ser obtenidos con una plena victoria militar. Y además se esperaba que
la decisión no se retrasase más allá del mes de julio. Eran varias las razones
de ese optimismo entre los dirigentes germanos:
* Las
espectaculares cifras de hundimientos de mercantes aliados conseguidas por los
U-boote
* La
estabilidad del frente occidental gracias a las victorias defensivas ( Arras, y
sobre todo, el Camino de las Damas )
*
Fragilidad
de la Rusia del Gobierno Provisional
Ese espíritu de expectativa de triunfo era detectable en muchas de las
declaraciones y charlas de los jefes berlineses. Por ejemplo, el almirante
Capelle proclamaba ante el Reichstag “ estoy completamente y firmemente
convencido de que la guerra terminará en octubre”. Por su parte Ludendorff, en conversaciones con el ex - embajador en EE.UU,
conde Bernstorff le había comunicado que “ había recibido información
concluyente de que Inglaterra solo podía proseguir la guerra por tres meses, y
esto, a cuenta de la escasez de las existencias alimentarias”. Guillermo II explicó
durante una cena “ el general Ludendorff me ha informado de que la
ofensiva de primavera enemiga en Arras,
el Aisne y en Champaña ha sido neutralizada. Hemos obtenido un éxito
incomparable”. Hindenburg confió a Bethmann-Hollweg dando por descontada la
paz venidera que Alemania debería “prepararse tan pronto como sea posible para
la próxima guerra defensiva, que inevitablemente debe ser considerada una vez
que la paz se establezca” Así, Hindenburg no solo daba por segura la cercana
firma de la paz, sino que hasta la interpretaba como una tregua inestable de
cara a un posterior conflicto, como había sucedido con la paz de Amiens de
1803.
El canciller aportaba su grano de arena a este ambiente expectante cuando
habló ante el Reichstag a mediados de mayo: “ La situación militar de Alemania
nunca ha sido más favorable”. Pero en
Austria-Hungría la solicitud de paz tenía un cariz más angustioso, debido al
malestar interno y la desaparición del elemento capital de estabilidad, el
difunto emperador Francisco José. El
conde Czernin, ministro de Exteriores austrohúngaro desde diciembre de 1916, demandaba una “paz con honor” basada en
el mantenimiento del equilibrio, que chocaba con los planes de Ludendorff para
crear un área de influencia en “Ostland”, los territorios ganados en el Báltico
y Polonia. De hecho la ansiedad austrohúngara era tal que el nuevo emperador
Carlos se había atrevido secretamente a sondear a través de su cuñando Sixto de
Borbón a Italia para encontrar una paz por separado.
La burbuja eufórica en Alemania pinchó a finales de la primavera. La cifra de hundimientos de la campaña submarina empezó a
vacilar ante la adopción del sistema de convoyes y otras contramedidas de
protección por los Aliados. Otro factor discordante fueron las dificultades
surgidas en el anhelado aprovisionamiento de cereales procedente de la ocupada
Rumania, a causa de los problemas ferroviarios y las corruptelas locales.
Polonia fue otra quebradero de cabeza, puesto que la proclamación del reino de
Polonia no fue acompañada de la esperada colaboración de la población, muy
lejos de las previsiones del gobernador Beseler que había pronosticado que
sería una importante cantera de tropas. Hindenburg
lo recordaba así: “Poco tiempo después,
el gobernador de Varsovia, que no dependía oficialmente de mí, solicitaba en
nombre de nuestro gobierno la proclamación de la monarquía polaca, una cuestión
que según él no era posible aplazar por más tiempo. Presentó el dilema de
elegir entre las dificultades que podrían sobrevenir en el territorio y la
perspectiva de un refuerzo seguro de las unidades combatientes con unidades
polacas; unidades que en la primavera de 1917 consistían por reclutamiento
voluntario, en 5 divisiones perfectamente instruidas, pero que por reemplazo
obligatorio, habrían de llegar a sumar un millón de soldados (…) finalmente, la
solución del problema se debió al fracaso de la pretendida paz por separado con
Rusia (…) y a no haber dado resultado alguno el reclutamiento de voluntarios. El
alistamiento no solo no encontró la menor ayuda por parte del clero, sino que
tropezó con una franca resistencia”.
Los resultados del programa Hindenburg de rearme impulsado a finales del año anterior estaban siendo mediocres hasta la fecha, por los estrangulamientos empresariales, laborales y burocráticos que bloqueaban el incremento, y sobre todo la distribución ( por la sobrecarga del material rodante ) de los productos elaborados. Pese a ello, había aumentado la cantidad de armamento disponible.
DOCUMENTOS: VALORACIÓN DEL" PROGRAMA HINDENBURG" POR SU PROMOTOR
Los resultados del programa Hindenburg de rearme impulsado a finales del año anterior estaban siendo mediocres hasta la fecha, por los estrangulamientos empresariales, laborales y burocráticos que bloqueaban el incremento, y sobre todo la distribución ( por la sobrecarga del material rodante ) de los productos elaborados. Pese a ello, había aumentado la cantidad de armamento disponible.
DOCUMENTOS: VALORACIÓN DEL" PROGRAMA HINDENBURG" POR SU PROMOTOR
Todas estas circunstancias transformaron el ambiente a mediados de junio.
Entonces el teniente coronel Haeften abogó por una “ofensiva política” sobre
Inglaterra para buscar alguna clase de entendimiento. Hindenburg advirtió al
canciller que la guerra se prolongaría, porque los Aliados “contaban con el
colapso de Alemania y sus socios antes de de que se produjera el suyo. Quizás
lo esperan mediante una victoria militar en tierra, pero sobre todo lo esperan de
causas económicas y políticas internas, esto es, por la escasez de alimentos y
materias primas, disensión, descontento, y la victoria de radicales socialistas
alemanes. Basan este cálculo en el declive de nuestra moral, los crecientes
sentimientos internacionalistas, nuestra situación alimentaria y el deseo de
paz que desafortunadamente es proclamado desde muchos lados”.
Y una apreciación profética, que se cumpliría dos años después: “ un fortalecimiento de nuestro espíritu interno sería el camino más rápido para convencer a nuestros enemigos de que prolongar la vida pondría en peligro su modo de vida hasta el punto de su destrucción. Por otra parte, todo lamento sobre expectativas frustradas, todo signo de agotamiento y suspiro por la paz por parte nuestra y de nuestros socios, cualquier conversación sobre la posibilidad de sobrevivir a la siguiente campaña de invierno, puede solamente asegurar la prolongación de la guerra”.
Y una apreciación profética, que se cumpliría dos años después: “ un fortalecimiento de nuestro espíritu interno sería el camino más rápido para convencer a nuestros enemigos de que prolongar la vida pondría en peligro su modo de vida hasta el punto de su destrucción. Por otra parte, todo lamento sobre expectativas frustradas, todo signo de agotamiento y suspiro por la paz por parte nuestra y de nuestros socios, cualquier conversación sobre la posibilidad de sobrevivir a la siguiente campaña de invierno, puede solamente asegurar la prolongación de la guerra”.
Bethmann estaba en sintonía con mantener a toda costa la determinación
del pueblo alemán. Ha finales de junio el canciller recibió al nuncio papal,
Monseñor Pacelli ( el futuro Papa Pío XII ) que le entregó una carta del Papa
Benedicto XV para el káiser, ofreciendo una mediación de paz. Pacelli interrogó a su interlocutor sobre cuales serían los términos de
negociación aceptables, sobre todo respecto a Bélgica y Alsacia-Lorena.
Bethmann, extraoficialmente, indicó que Bélgica podría recuperar su soberanía
siempre y cuando no basculara posteriormente hacia los Aliados. Estaba
dispuesto a tratar bilateralmente con Francia respecto a Alsacia-Lorena, y dejó
caer que la caótica Rusia revolucionaria no era un interlocutor válido.
Parecía abrirse una vía para la mediación papal, pero Bethmann ya estaba completamente
aislado dentro y fuera de su país, y tenía políticamente las horas contadas.
Sus gestiones eran cada vez más nerviosas y contradictorias,
intentando en vano complacer a todas las partes sin satisfacer a ninguna. Hindenburg y Ludendorff lo consideraban un
obstáculo en sus planes de movilización total y de potenciación de la voluntad inexorable
de lucha. Elementos del mundo empresarial, de los políticos del
Reichstag y del entorno del káiser, y la mayoría de la oficialidad del ejército,
lo calificaban de irresoluto y poco fiable.
La agudización de las divisiones en el Reichstag también contribuyeron al desgaste del canciller. En ese foro resonaban quejas como las de Gustav Hoch: “ Hemos agotado nuestro
vigor. Estamos al filo de la revolución (…) la confianza en el gobierno se ha
desvanecido, y no puede ser resucitada”.
Palabras que coincidieron con los primeros y premonitorios disturbios en la flota: entre el 6 y el 19 de junio hubo quejas entre la marinería del acorazado "Prinzregent Luitpold", aparentemente por las raciones, aunque subyacía cierta agitación de tono político. Se declaró una huelga de hambre seguida del rechazo a obedecer órdenes. El punto más grave llegó el 2 de agosto cuando 800 marineros se negaron a realizar sus quehaceres. Suprimidos con rapidez ( incluyendo una ejecución el 5 de septiembre ), fueron una advertencia ominosa .
Palabras que coincidieron con los primeros y premonitorios disturbios en la flota: entre el 6 y el 19 de junio hubo quejas entre la marinería del acorazado "Prinzregent Luitpold", aparentemente por las raciones, aunque subyacía cierta agitación de tono político. Se declaró una huelga de hambre seguida del rechazo a obedecer órdenes. El punto más grave llegó el 2 de agosto cuando 800 marineros se negaron a realizar sus quehaceres. Suprimidos con rapidez ( incluyendo una ejecución el 5 de septiembre ), fueron una advertencia ominosa .
El líder de
los socialdemócratas, Friederich Ebert, solicitó una firme ofensiva de paz por
parte del gobierno, y reformas electorales que proporcionaran a Alemania una
constitución parlamentaria. El líder del Zentrum, Erzberger, cambió su punto de
vista y se alineó con los socialdemócratas. Hollweg se opuso a este frente
parlamentario de “mayoría por la declaración de paz”, porque la consideraba
absolutamente inoportuna.
El ministro
de la Guerra, Von Stein, pidió a Hindenburg que presionara al káiser para que
pusiera término a semejante estado de cosas. El mando militar tachaba de
confusos e inadmisibles estos movimientos en el Reichstag, al desconcertar a la
opinión pública. El que Bethmann terminase plegándose a la resolución aumentó
las suspicacias. Hindenburg remitió un mensaje al káiser “[ la resolución] debe
considerarse como una paz de renuncia. Debo ofrecer las más serias objeciones a
semejante declaración, puesto que la misma intensificará el desasosiego
existente en el ejército y será interpretada como una señal de debilidad
interna en el momento actual”.
FOTO. HERMANN VON STEIN, MINISTRO DE LA GUERRA ALEMÁN ( PRUSIA ) DESDE EL 29 DE OCTUBRE DE 1916.
FOTO. HERMANN VON STEIN, MINISTRO DE LA GUERRA ALEMÁN ( PRUSIA ) DESDE EL 29 DE OCTUBRE DE 1916.
Al mismo
tiempo, el Kronprinz adoptó la medida sin precedentes de entrevistarse en su
palacio con líderes del Reichstag contrarios al canciller. Justificado con ese
respaldo, el Kronprinz señaló al káiser que Bethmann estaba desacreditado en
todos los estamentos de poder y debía abandonar su puesto.
La ruptura
se consumó cuando Bethmann presentó directamente el proyecto de resolución a
Guillermo II. Cuando este informó al OHL en Kreuznach, Hindenburg y Ludendorff
amagaron con la dimisión de todo el Estado Mayor. En un
postrer recurso por reconducir la crisis el káiser pidió a Hindenburg y
Ludendorff que viajaran a Berlín y dialogaran con Bethmann para intentar solventar las
diferencias.
El cara a cara
ni siquiera tuvo lugar. Bethmann estimó que ya había perdido la partida, porque
estaba completamente aislado en el Reichstag y juzgaba que el sistema
constitucional bismarckiano había naufragado en los avatares de la guerra. El
káiser aceptó la renuncia el 14 de julio de 1917, no sin temer que este paso significaba conceder la definitiva
supremacía a Ludendorff, al que comunicó personalmente la noticia.
Aunque
Bethmann consideraba los hechos que habían conducido a su salida del puesto
como indignantes no pudo disimular el alivio de liberarse de su pesada carga
“de hecho, siento una serenidad en el alma que no había experimentado en
muchísimos años”
La lista de
posibles sucesores era variada. El príncipe Von Bülow, antiguo canciller en la
primera década del siglo, candidato de Hindenburg, desagradaba al káiser debido
a desencuentros previos. El conde
Hertling, ministro de Baviera, avalado por el canciller saliente, prefirió
inhibirse de la competición alegando su elevada edad. Von Valentini proponía a
Bernstorff, el ex-embajador en Washigton, vetado por el OHL por su oposición a
la guerra submarina. Se barajó el nombre del almirante Von Tirpitz, respetado
pero con demasiados enemigos entre los políticos, aparte de la desconfianza de
Ludendorff ante su enérgica personalidad.
FOTO. GEORG MICHAELIS, EL IMPROVISADO CANCILLER ESCOGIDO PARA REEMPLAZAR A BETHMANN-HOLLWEG
FOTO. GEORG MICHAELIS, EL IMPROVISADO CANCILLER ESCOGIDO PARA REEMPLAZAR A BETHMANN-HOLLWEG
El general
Plessen propuso a Georg Michaelis. Era un anciano devoto y gris, administrador
concienzudo en el ministerio prusiano de
comercio, pero sin contactos en las altas esferas y ajeno a las claves de los
tremendos desafíos internos y externos. Parecía no irritar a nadie, pero
carecía de peso específico. No estaba verdaderamente enterado de las graves
discordancias entre el OHL y el Reichstag. En la práctica, la designación de
Michaelis certificaba el predominio de la primera institución sobre la segunda.
Esto quedó de relieve en la conferencia convocada por Hindenburg y
Ludendorff con los líderes del Reichstag
al día siguiente del nombramiento. El propósito esencial del encuentro era el
rechazo a la resolución de paz “ puesto que podía ejercer una influencia
adversa sobre el espíritu de las tropas y sobre la determinación del pueblo,
mientras que el enemigo lo asumiría como una confesión de fragilidad”. Fue
añadida una enmienda felicitando al ejército por sus valientes esfuerzos.
Michaelis la presentó el 19 de julio ante el Reichstag, afirmando sin duda la necesidad de la
paz…siempre que fuera enteramente favorable a Alemania.
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