9.9.12

ÓBITO DEL EMPERADOR FRANCISCO JOSÉ: EL FINAL DE UNA ERA

El  venerable emperador de Austría-Hungría,  Francisco José, cumplió en 1916 nada menos que 68 años de reinado, convertido en una solemne figura paternal, a todos los efectos  un factor de vinculación de primer orden entre las diferentes nacionalidades del imperio multiétnico de los Habsburgo. En definitiva, la reverencia hacia  la persona del monarca  representaba  casi el último elemento emocional que unía a la población del país.

Las preocupaciones y agobios provocados por los altibajos del conflicto desde julio de 1914 habían mermado las capacidades de Francisco Jose, que por otra parte tenía la longeva edad de 87 años.  A pesar de ello, seguía manteniendo el temperamento característico del que había hecho gala en su dilatada existencia. Un estilo de vida tradicionalista,  basado en un fervoro catolicismo que le había servido de sostén frente a las numerosas peripecias políticas y  los abundantes dramas familiares a lo largo del tiempo: el fusilamiento en Querétaro en 1867 de su hermano Maximiliano postulado como efímero  emperador de México; el supuesto y turbio suicidio de su  hijo único Rodolfo y la amante de este, la baronesa Vetsera, en Mayerling en 1889; el asesinato de su esposa Isabel, la popular "Sissi", en 1898 a manos del terrorista anarquista Luigi Lucheni; y finalmente el atentado mortal contra  su sobrino y heredero Francisco Fernando y su esposa en Sarajevo en junio de 1914 que a la postre había sido el desencadenante de la guerra que estaba transformando la faz del mundo.

Curtido por las desgracias, la rutina de sus tareas y sus austeras costumbres personales le habían permitido sobreponerse. Se levantaba de madrugada, disponía la lectura de los boletines del Estado Mayor respecto al curso diario de las operaciones militares y las carpetas de noticias internacionales recopiladas por los asesores. Firmaba disposiciones, discutía informes y departía con los miembros del gobierno, funcionarios o cualesquiera personalidad relevante que recibía en audiencia.

Los problemas pulmonares lo acosaban, aunque en noviembre de 1916 seguía fumando como acostumbraba y manteniendo su ritmo de trabajo.  Aunque cumplía sus tareas y concedía audiencias como de costumbre sus dos médicos, Kerzl y Ortner, estaban cada vez mas inquietos por el palpable deterioro físico de su paciente. La archiduquesa Zita, esposa del príncipe heredero Carlos, sobrino nieto del anciano emperador, se alarmó y el 12 de noviembre le envió a su esposo, que se encontraba en Transilvania dirigiendo la campaña contralos rumanos, un telegrama  pidiéndole que regresara a Viena cuanto antes.

Poco después, el 20 de noviembre, los médicos le detectaron a Francisco José una grave congestión pulmonar. El 21 de noviembre se levantó a las cuatro de la madrugada, y trabajó en su despacho, como de costumbre, hasta las ocho en punto de la mañana. Tenía  fiebre, pero no quiso alterar su ritmo de vida, rígido y preciso.

A eso de las once fueron a visitarle Carlos y Zita,  pidiendole que se sentara. Para el anciano aquella trasgresión de la etiqueta resultaba inaceptable: no debía mostrar debilidad en presencia de una dama. Pero en esta ocasión su estado físico pudo más que la severa etiqueta que había presidido su vida,  porque al despedirse de ellos regresó exhausto a su mesa de trabajo. Se acostó a la hora prevista y las ocho y media de la noche se despertó agonizante. Avisaron a Carlos y Zita, que estuvieron presentes cuando le dieron la extremaunción. A las nueve y cinco en punto expiró.

FOTO. IMAGEN PÓSTUMA DE FRANCISCO JOSÉ


El ceremonioso velatorio se instaló en Schönbrunn, donde grandes multitudes compungidas ( y sobrecogidas por el destino incierto que se abría ante ellas ) le rindieron homenaje durante el 23 y el 24 de noviembre. Un majestuoso y concurrido desfile fúnebre con la participación de Carlos, Zita y los principales dignatarios condujo el féretro hasta la catedral de San Esteban y de allí a la cripta de la iglesia de Los Capuchinos, donde los restos de mortales Francisco José fueron depositados junto a sus antepasados Habsburgo y a los de su esposa e hijo.

FOTO. CARLOS I, EN SU PRIMER ACTO OFICIAL COMO NUEVO EMPERADOR, ACOMPAÑADO DE SU ESPOSA ZITA, CUBIERTA CON SU VELO DE LUTO. 
FOTO. LA NUEVA EMPERATRIZ  RECIBE UN RAMO DE FLORES DURANTE EL FUNERAL

El anciano emperador fue sustituido inmediatamente por su sobrino nieto, ahora Carlos I. Los desafíos que debía encarar eran formidables. El enorme sacrificio militar incrementaba la presión sobre los recursos disponibles, y acentuaba las rivalidades y quejas de las nacionalidades, singularmente los checos y servios opuestos a la guerra que constituyeron comités clandestinos en el interior y públicos en el exilio  abogando por la independencia, alentados y financiados por los Aliados. Los  marxistas también aportaron su parte en la creciente agitación, con el asesinato  del jefe de gobierno Karl Von Stürgkh  a manos del socialista Friederich Adler un mes antes de la desaparición de Francisco José. A pesar de su falta de experiencia Carlos era muy consciente de los graves problemas centrífugos que amenazaban la integridad de su herencia e intentó ganarse la simpatía de los grupos opositores con una serie de medidas liberales y de respeto a las minorías nacionales. Pero esto solo agudizó las contradicciones de la monarquía danubiana, porque sus gestos fueron interpretados como actos de debilidad por sus adversarios, que recrudecieron su rechazo al estado dual, y al mismo tiempo le malquistaron con sus aliados alemanes y con los partidos pangermanos y húngaros, que lo consideraron poco fiable y desleal para con sus intereses.

Estaba claro que, fuera cual fuera el resultado de la guerra, el ordenamiento austrohúngaro de 1867 no sobreviviría  intacto. Estaba por ver en que condiciones se produciría el cambio.

Por otra parte, Carlos I relevó casi inmediatamente al mariscal Conrad von Hotzendorf por el coronel general Arz von Straussenburg. A pesar de su brillantez teórica y su carisma, Conrad había asistido impotente a la erosión de las fuerzas armadas, con tres millones de muertos o heridos, y el nuevo emperador le retiró su confianza, entre otras cosas porque Conrad se oponía a la cada vez mayor dependencia respecto al socio alemán

4.9.12

RUMANIA SUCUMBE

El ejercito rumano enfrentado a una débil resistencia austrohúngara de milicias y grupos improvisados de mineros armados ( alrededor de 30.000 ) solo avanzó tímidamente en el sureste de Transilvania, manteniéndose a la expectativa de que los rusos atravesaran los Cárpatos por Bukovina, suponiendo que semejante fuerza combinada les permitiría irrumpir en la llanura húngara. Para conjurar este peligro los alemanes enviaron 3 divisiones a Bukovina, desde el frente occidental para apoyar a los austriacos del archiduque Carlos y su lugarteniente alemán Von Seekt.


Mackensen desplazó su fuerza, el denominado “ejército del Danubio” que operaba desde Bulgaria comprendiendo tropas búlgaras, alemanas, turcas y austríacas ( posiblemente la colaboración mas estrecha llevada a cabo por los diferentes miembros de las Potencias Centrales en todo el conflicto ) a lo largo de Dobrudja, la llanura costera fronteriza entre Rumania y Bulgaria. Después de que las tropas de Lechitski fueron repelidas de los Cárpatos, en lo que constituyo el último suspiro de la ofensiva Brusilov, los rusos aguardaron a que fueran precisamente los rumanos los que tomaran la iniciativa abriendo los pasos de montaña sorprendiéndolos desde la retaguardia. Falkenhayn aprovechó esta descoordinación entre rusos y rumanos para poner a punto a su IX ejército en el oeste de Transilvania mientras el apurado I ejército austríaco del general Arthur Arz Von Straussenburg golpeaba a su izquierda. Ludendorff, tal vez aviesamente ante la oportunidad de enmendar la plana a su antiguo superior y ahora subordinado, lo “bombardeó” con telegramas que el propio Falkenhayn calificó de “superfluos y anodinos”.



Sus doble ofensiva por los flancos contra el 1º ejército rumano tuvo lugar en un frente de 80 kilómetros de anchura al suroeste y al noreste de Hermannstadt ( actual Sibiu ). Mientras la fuerza principal atacaba la ciudad, el cuerpo Alpino del general Kraft Von Dellmensingen en la derecha se movió tras el enemigo para asegurar el paso Rotenturm ( actual Turnul Rosu ) y bloquear el escape rumano hacia el sur. Los hombres de Falkenhayn irrumpieron tras librar una batalla de cuatro días a finales de septiembre, continuando la marcha hacia oriente frente a una ligera resistencia. Este avance forzó al 4º ejército rumano en el norte a retirarse, permitiendo a los austríacos de Von Straussenburg alcanzar las fronteras de Moldavia aunque allí el endurecimiento de la resistencia y las nevadas los detuvieron.

Entretanto Mackensen descargaba su golpe desde el sur; a primeros de septiembre asedió Turtuki, un complejo fortificado a orillas del Danubio que algunos rumanos bautizaron pomposamente como “nuestro Verdun”, aunque las dos divisiones que la custodiaban capitularon inmediatamente…Silistria, la otra gran fortaleza rumana en el Danubio y puerta a la región costera de Dobrudja cayó poco después. A finales de mes Mackensen amenazaba el puerto de Constanza, principal salida al mar Negro del país balcánico, e importante depósito de suministros.

Ante la esperanza que abrían estos triunfos de conseguir un rápido colapso del nuevo socio de los Aliados, Ludendorff atendió las peticiones de envío de refuerzos, apreciando la posibilidad de atrapar a sus enemigos en Valaquia, y ordenó a Max Hoffmann, ascendido a jefe de estado mayor del Oberost tras la promoción de Ludendorff, que transfiriese 3 divisiones de infantería y 2 de caballería al sur.

El 10 de octubre los rumanos fueron completamente desalojados de suelo austrohúngaro. Mackensen y su jefe de estado mayor Gerhard Tappen gastaron varias semanas cohesionando sus heterogéneas tropas, que sostenían un frente de unos 100 kilómetros entre el Danubio y el mar Negro al acecho de Constanza. El día 19, una vez preparado, Mackensen emprendió el avance desmoronando instantáneamente las líneas enemigas y el 23 de octubre se apoderó del codiciado puerto y de grandes depósitos petroleros sitos en él. Tras una indicación de Ludendorff dispuso su fuerza principal hacia el suroeste, donde se preparó para cruzar el Danubio. Al mismo tiempo el IX ejército forzó los pasos de los Alpes Transilvanos y descendió a las planicies de Valaquia. Falkenhayn había tanteado los desfiladeros desde finales de octubre, apreciando más posibilidades en los pasos Vulcan y Szurduk en el flanco derecho; la complicada tarea de forzarlos recayó sobre el general Kühne con 4 divisiones de infantería y 2 de caballería. Parte de ellas fueron equipadas con útiles especializados de montaña.

Entre las unidades que participaron asegurando los picos dominantes sobre esos pasos se contaba el batallón de  montaña de Württemberg,  cuya 2ª compañía dirigía el teniente  E. Rommel. Este escribiría recordando sus peripecias en Muncelul y el ascenso a la Cota 1.794:  " Empezó a llover cuando comenzabamos  a ascender sin el beneficio de un guía. La lluvia se hizo más fuerte mientras la noche empezaba a caer y se volvía al poco negra como la pez. La fría lluvia se convirtió en un aguacero y nos empapó hasta el tuétano. Avanzar más sobre la empinada y rocosa pared era imposible, así que vivaqueamos a ambos lados del camino de mulas a una altitud de 1.510 metros (...) todos los intentos de encender un fuego con madera de pino enano fallaron. Nos reunimos en cuclillas muy juntos envueltos en mantas y medias tiendas y temblando por el frío (...) Finalmente se hizo la suficiente claridad para continuar la ascensión hacia la Cota 1.794 y pronto alcanzamos la línea de nieves. Cuando alcanzamos la cumbre, nuestras ropas y mochilas estaban congeladas, pegadas a nuestras espaldas"


  Kühne atacó el 11 de noviembre y después de seis días de combate consiguió atravesarlos y alcanzar los llanos camino de Craiova, que ocupó el 21 de noviembre. A continuación giro a la izquierda, hacia el este, para alcanzar el río Alt, cuyos puentes habían sido demolidos. Sus destacamentos de caballería exploraron hacía el sur y tomaron el único puente intacto que restaba sobre el Alt, lo que permitió a los destacamentos de Kühne flanquear a parte del 1º ejército rumano, que fue copado cuando trataba de replegarse sobre el Danubio.

MAPA. PRINCIPALES OPERACIONES EN LA CONQUISTA DE RUMANIA, OTOÑO 1916




Mackensen tampoco permanecía ocioso. Cruzaba el Danubio el 23 de noviembre, girando al noreste, y una semana más tarde estaba a solo 20 kilómetros de Bucarest. Simultáneamente a la izquierda de Kühne el cuerpo Alpino se abrió camino por el Roterturm, llegando a Pitesti a fines de noviembre y continuó al norte del río Arges. Este movimiento envolvente abrió el camino a las tropas que aguardaban en Krondstadt , que finalmente rebasaron el paso clave de Pedreal. De todos modos Kühne tuvo que hacer una pausa sobre el Alt, procurando concertar posiciones con el ejército del Danubio a su derecha y con el cuerpo Alpino a su izquierda.

Los rumanos, ante el desastre previsible decidieron jugarse el todo por el todo y contraatacaron al suroeste de Bucarest apuntando al ejército del Danubio con la esperanza de aislar a las unidades avanzadas de Mackensen. Una de las divisiones turcas impidió. Ahora fue el turno del contraataque definitivo de Mackensen cuando la caballería de Kühne empujó adelante abriendo una brecha por la que irrumpió la infantería del IX ejército, a la vez que la unión del flanco izquierdo de Kühne con el derecho de Dellmensingen se transformó en un rodillo en el interior de la Valaquia central. La culminación tuvo lugar el 6 de diciembre con la huída de las autoridades y la caída de Bucarest. Las fotos de Mackensen montando en un soberbio caballo blanco por sus calles fue reproducida por los periódicos alemanes, ávidos de buenas noticias.

A partir de entonces Mackensen recibió el mando del IX ejército y el general Kosch pasó a dirigir el ejército del Danubio. La persecución de las tropas rumanas en franca retirada no pudo explotarse adecuadamente por lo precario de los caminos en pleno invierno. A principios de 1917, con asistencia rusa, los rumanos estabilizaron un frente sobre el delta del Danubio y el bajo curso del Sereth. Pero la mayor parte del país; Valaquia, Dobrudja y el sur de Moldavia quedaron bajo el dominio de las Potencias Centrales, incluyendo sus fuentes de petróleo y cereales, tan necesarios para aliviar los efectos del bloqueo.



Ludendorff estaba exultante. Había temido una dura batalla en torno a Bucarest, aunque la destrucción de los campos petrolíferos de Ploiesti suponía un contrapunto negativo. Pero asegurar el espacio balcánico para las Potencias Centrales después de haber rozado el desastre durante el verano era un premio y un buen auspicio para la recién estrenada dirección suprema del dúo Hindenburg-Ludendorff. La guerra podía continuar. En cambio los Aliados, especialmente Rusia, veían como se esfumaba una de sus cartas sorpresa para resolver en breve la lucha a su favor. La guerra también se alargaba para ellos. Pero seguían teniendo enormes recursos y voluntad de victoria. Tampoco cejaron.

10.7.12

LA BAZA DE LAS NACIONALIDADES SIN ESTADO ( 3ª PARTE ): LA REVUELTA ÁRABE

Trasladando la cuestión de las nacionalidades a Oriente Medio, los agentes de inteligencia británicos habían multiplicado sus contactos con los grupos árabes descontentos del interior del imperio turco. Donde lograron más éxito fue en Hiyaz, la zona costera occidental de la península arábiga.  Allí, con el título de jerife ( descendiente de Mahoma ) que le confería legitimidad religiosa para controlar la ciudad santa de La Meca Hussayn Ibn Alí,  jefe del clan local dominante de los hachemitas, fue confirmado por el sultán Abdul Hamid II en 1908 como  nuevo. Los  desencuentros entre Hussayn y el triunvirato de la CUP  ( Comité para la Unión y el Progreso ) de los Jóvenes Turcos arrancaban de lejos, por desavenencias,  en cuestiones como la reforma administrativa de la provincia  o el ferrocarril entre La Meca-Medina. Discretamente envió a su hijo Abdalá a El Cairo para sondear a los ingleses.

En una serie de encuentros informales entre febrero y abril de 1914 Abdalá se entrevistó con Lord Kitchener ( por aquellas fechas cónsul general del protectorado en Egipto ) y con su secretario para Oriente, Storrs. Les expuso el precedente de Kuwait en 1898, cuando Gran Bretaña había respaldado al emir local frente a los turcos y asumido el protectorado de aquel enclave.  Kitchener se mostró interesado, pero neutral por el momento, respecto a los conflictos entre los hachemitas y el gobierno de Estambul. No obstante, el canal de comunicación había sido creado. Una vez  iniciada la guerra en el otoño de 1914 Storrs lo reabrió, a la vista de la previsible intervención turca. Kitchener, ya de regreso a Londres y desempeñando  el ministerio de la Guerra,  aprobó estos nuevos intercambios de mensajes. En ellos Hussayn explicaba su contemporizaba ante las presiones  de las autoridades turcas para que proclamase la Yihad y otras medidas que estas exigían, a la vez que trataba de clarificar los objetivos en caso de rebelión ¿ la autonomía para Hiyaz o acaudillar un movimiento más amplio que englobase a todos los árabes?

Las relaciones entre el jerife y el gobernador turco de Hiyaz, Vehip Pacha, eran tensas. Vehip sospechaba de la lealtad de Hussayn y sus hijos, y sostenía ante el gobierno otomano la necesidad de sustituirlos. Para clarificar la actitud del gobierno, Faisal, uno de los hijos de Hussayn, se desplazó a Damasco y Estambul. Tenía conexiones por haber sido representante en el parlamento turco, y al  tiempo deseaba sondear la postura de las sociedades arabistas de Siria y calibrar su apoyo a una posible sublevación. Recaló en Damasco en marzo de 1915, entrevistándose primero con el gobernador turco Cemal Pacha, que a su vez intentaba involucrar a los hachemitas y las tribus del desierto que les eran adictas a participar en una segunda incursión contra el canal de Suez. Después Faisal concertó entrevistas secretas por mediación de la familia Bakri con miembros de las sociedades nacionalistas árabes Al-Fatat, de carácter civil y Al-Ahd, que agrupaba a militares árabes del ejército turco.

Después continuó su viaje a Estambul, donde departió con el Sultán, y con los ministros Talat y Enver. Ambos le instaron a que los hachemitas apoyasen al máximo el esfuerzo de guerra, garantizando con esa muestra de lealtad la plena confianza del gobierno de Estambul. Faisal dejó la capital a mediados de mayo de 1915, en un ambiente enrarecido por el desembarco de Gallipoli. De paso de nuevo por Damasco, los arabistas locales le presentaron un programa conocido más tarde como "Protocolo de Damasco". En él se apuntaban las fronteras naturales del hipotético reino árabe: al norte hasta la línea Mersin-Adana-Mardín, al este la frontera con Persia, la meridional sobre el mar Arábigo y el Índico. El mar Rojo y el Mediterráneo marcarían el límite occidental. Asimismo se recomendaba un entendimiento con Gran Bretaña a nivel de negocios y alianza entre iguales. De este modo se autorizaba al jerife para sostener tratos con Londres, se le hacían promesas de apoyo y se le reconocía como futuro rey.

Pertrechado con estas informaciones el 20 de junio de 1915 Hussayn sostuvo un crucial debate con sus hijos para decantar la postura que debían seguir. Decidieron someter las condiciones del Protocolo al escrutinio de los británicos de El Cairo. Abdalá envió una carta a Storrs erigiéndose en "portavoz de los árabes" y solicitando que se aprobasen unas condiciones esenciales en el plazo de un mes. El  Alto Comisionado en Egipto, Henry McMahon, máxima autoridad británica en El Cairo desde la marcha de Kitchener,  juzgaba excesivas las demandas territoriales del jerife, pero al empantanarse  la campaña de Gallipoli en agosto con el  fallo del golpe de mano sobre Suvla, suavizó su tono, aunque siguió negándose a fijar las futuras fronteras pormenorizádamente. La premura de los británicos aumentó a fines de año. Temiendo que su prevista evacuación de Gallipoli liberase ingentes destacamentos enemigos que podrían usarse contra Suez o en Irak, el interés por azuzar una revuelta árabe adquirió gran prioridad. En una carta a los hachemitas el 24 de octubre, McMahon se declaraba dispuesto a escuchar las demandas arabistas pero siempre y cuando  " no supusieran un perjuicio para los beneficiarios de los tratados que tenemos establecidos con los jefes árabes", refiriéndose a los emiratos del golfo Pérsico bajo protectorado de Londres desde finales del siglo XIX. También establecía que las zonas de Irak meridional ocupadas en la campaña de 1914-15 debían quedar bajo alguna clase de control británico.

Asimismo era preciso tener en cuenta las pretensiones francesas en la zona. McMahon conocía la petición de marzo de 1915 del gobierno parisino sobre un reconocimiento de sus "derechos"  sobre Siria y Cilicia, si bien en su respuesta a los hachemitas la restringió a la franja costera al oeste de Alepo-Damasco.

En la correspondencia fechada entre el 5 de noviembre de 1915 al 10 de marzo de 1916 quedó sellada definitivamente una alianza armada, con referencias explicitas a la creación de un "reino árabe" bajo el mandato de Hussayn y su dinastía. El inició del sitio de Kut obligó a los ingleses a transigir sobre el destino de las  provincias del sur de Irak. Debían ser incorporadas al final del conflicto al reino, y lo mismo las costa siria. A partir de ese momento las condiciones que se discutieron fueron eminentemente prácticas: la entrega de oro, armas y cereales a los futuros sublevados.
FOTO. FAISAL IBN HUSSAYN,  LÍDER DE LOS GUERRILLEROS ÁRABES SUBLEVADOS CONTRA LOS TURCOS EN 1916.

Faisal visitó de nuevo Damasco durante enero de 1916. Supuestamente para entregar un primer contingente de beduinos destinados a la segunda incursión sobre Suez. Cemal Pacha lo agasajó en su cuartel general, pero sin disipar las dudas existentes. Sus nuevos contactos con los Backri le demostraron la desarticulación del movimiento arabista en Siria, tras los juicios de Aley, las deportaciones a Anatolia y el traslado de los regimientos árabes locales a Gallipoli y Mesopotamia. Por tanto, deshecho como inválida las veleidades de una revuelta inmediata y procuró mejorar sus relaciones aparentes con Cemal para ganar tiempo e interceder por los nacionalistas árabes encarcelados.

En febrero Enver viajó brevemente a Medina para solicitar muyahidines. Al mes siguiente, el jerife Hussayn dio una respuesta poco satisfactoria y repleta de reclamaciones de signo político. Enver le emplazó secamente a obedecer las exigencias de Estambul. En abril se hicieron públicas las sentencias a muerte del juicio de Aley, ejecutadas semanas después con el ahorcamiento de 21 nacionalistas sirios. Faisal comprendió que en esas circunstancias solo en el Hiyaz  era factible encender el levantamiento previsto, gracias al aislamiento de la región y a la posibilidad de ayuda británica directa a través del mar Rojo. Por ello, abandonó Damasco el 16 de mayo. El aumento de la tensión no le pasó desapercibido a Cemal, que nombró a un general resolutivo, Fahri Pacha, para tomar el mando de la guarnición de Medina, compuesta por 11.000 soldados y  de su terminal ferroviaria de la línea que recorría el Hiyaz.

EL ARQUEÓLOGO Y AGENTE BRITÁNICO T.E. LAWRENCE, QUE FOMENTÓ LA REBELIÓN ÁRABE DE 1916
Frente a ellos, el 5  de junio Alí, hijo mayor de Hussay solo podía oponer 1.500 beduinos, reunidos bajo el pretexto de contribuir a la segunda incursión sobre Suez. A pesar de la disparidad de cifras, en los días siguientes empezaron las escaramuzas y el 9 de junio Alí le envió un ultimatum a Cemal, descubriendo definitivamente la postura de su clan. Al día siguiente, estalló formalmente la sublevación, con epicentro en La Meca, con los primeros disparos sobre los cuarteles turcos. El gobernador, Ghalib Pacha, se había trasladado a Taif, en las montañas próximas, para veranear, llevándose consigo parte de la guarnición de la ciudad santa. Solo quedaba allí  un pequeño destacamento de 1.400 hombres. Aunque uno de los cuarteles de las afueras resistió hasta el 9 de julio, los rebeldes pronto se adueñaron  de La Meca. El mismo 10 de junio, en una acción simultanea a los sucesos de La Meca, 4.000 jinetes beduinos marcharon sobre el cercano puerto de Yeda, defendido por 1.500 soldados turcos. Capitularon el 16 de junio, tras ser bombardeados por dos buques de la Royal Navy y ametrallados por aviones ingleses, en la primera colaboración directa de los Aliados con la rebelión árabe. También el 10 de junio Abdalá incomunicó al gobernador Ghalib en Taif. Aprovechando algunas baterías de artillería egipcia enviadas por los ingleses ( contraviniendo  anteriores promesas de no involucrar en el conflicto a los egipcios ) los rebeldes obligaron a Ghalib a rendirse el 21 de septiembre. En aquel momento, el área en poder de Hussayn y sus hijos  incluía La Meca, Taif. Yeda, Rabigh ( ocupada por Alí en agosto ) y Yenbo.

Poco después Hussayn se proclamó  abiertamente "rey de las tierras árabes", aunque los ingleses se cuidaron mucho de reconocer tal título. Esta proclamación provocó una cierta división de opiniones en el mundo islámico. Muchos la juzgaron como una usurpación de los derechos del califa turco  legítimo, por ejemplo la Liga Musulmana de la India.

A pesar del éxito relativo del alzamiento, la situación de los hachemitas en otoño de 1916 era muy delicada. Había grandes dificultades para mantener en filas a los hombres de las tribus  en un servicio prolongado. Era absoluta la dependencia respecto a  la paga regular británica y de sus entregas de armas para retener a los reclutas. La posición estratégica era precaria y se temía un potente contrataque de Fahri Pacha desde Medina, donde además los turcos habían encumbrado a un "antijerife" en la persona de Alí Haydar, hachemita de una rama  familiar secundaria.

Para intentar fortalecer la posición del movimiento independentista, los ingleses recurrieron a prisioneros árabes otomanos de los campos de concentración de Egipto y la India. Utilizando como agente a Nuri al-Said, un irakí capturado en Mesopotamia, fue posible reunir algunos cientos de voluntarios especialistas.  Asimismo los franceses habían ofrecido el concurso de soldados musulmanes de sus colonias y enviaron una misión de asesoramiento al mando del coronel  Bremond el 21 de septiembre, despertando los recelos británicos; rápidamente  trasladaron a Storr al Hiyaz para asegurar la preeminencia británica y tutelar a sus aliados. En la delegación militar  que acompañó a Storr destacaba un arqueólogo, T. E. Lawrence, buen conocedor de Oriente Medio y de las costumbres árabes y turcas. Había servido brevemente en Irak durante el sitio de Kut. Convertido en oficial de inteligencia  del Negociado Árabe en El Cairo trabó amistad con Faisal,  que estaba reuniendo guerreros tribales en las cercanías del puerto de Yenbo, en Hamra.  Tras inspeccionar el campamento  concluyó que la intervención de tropas foráneas sería contraproducente, abogando en cambio por aumentar el apoyo técnico y los pagos en oro y  mejorar el abastecimiento. Pronto se convirtió en consejero  del príncipe Faisal. Además sus apreciaciones  para no comprometer grandes contingentes ingleses en el Hiyaz fueron bien recibidos por los comandantes británicos en Egipto, apurados de efectivos por las grandes ofensivas aliadas que estaban teniendo lugar en Europa aquel verano.


Entretanto Fahri comenzó su expedición para reconquistar Yenbo y Rabigh, siguiendo la ruta costera. Faisal acudió con 5.000 hombres para frenarlo, pero se vio pronto aislado de su hermano Alí en Rabigh por los flanqueos turcos. Lawrence regresó oportunamente desde El Cairo, donde había estado informando de sus impresiones. Las relaciones del agente británico con Faisal se hicieron más estrechas y este le proporcionó ropas árabes para que pudiera moverse con mas soltura entre los beduinos. Considerando lo crucial de la situación, Lawrence solicitó la colaboración de  Royal Navy, obteniendo que el capitán W. Boyle despachara 5 navíos al puerto de Yenbo. Aunque anticuados, su artillería representaba una considerable ventaja. Los rebeldes árabes fueron expulsados de su posición adelantada en el oasis de Nakhl Mubarak  aunque Faisal condujo un repliegue ordenado al puerto. Los turcos se desplegaron el 11 de diciembre de 1916 en sus afueras, pero desesperaron de poder capturar  Yenbo ante la presencia de los cañones de los barcos ingleses y de sus reflectores, que hacían imposible un ataque nocturno por sorpresa. Las cansadas tropas de Fahri también fueron hostigadas por algunos aeroplanos, que si bien causaron poco daño real, desmoralizaron a los soldados turcos, castigados por las enfermedades. Abandonando la oportunidad de sofocar la frágil rebelión en sus inicios, Fahri se retiró de regreso a Medina. La primera difícil etapa de la revuelta árabe había culminado con éxito.

Abdalá bloqueó a Fahri en Medina, pero evitando cuidadosamente desgastarse en un asalto directo que seguramente hubiera sido infructuoso. Faisal y Lawrence optaron en cambio  por concentrarse en una campaña de movimientos dirigiéndose contra Wejd al tiempo que saboteaban el ferrocarril del Hiyaz y acentuaban el aislamiento de la guarnición de Medina. Wejd cayó en enero de 1917.

 Para entonces ya se había aceptado la importancia de coordinar a los rebeldes con la EEF ( Fuerza Expedicionaria Egipcia ) del general Archibald Murray, que hasta la fecha se había mantenido a la defensiva custodiando el canal de Suez frente a las incursiones turcas, pasó a la acción en el Sinaí. Aunque su dotación de municiones y equipos de artillería no eran muy abundantes, en un avance ciertamente lento por la necesidad de construir elementos logísticos como un ferrocarril y un acueducto paralelo en la costa norte del Sinaí, logró apoderarse de El Arish el 20 de diciembre de 1916, garantizando la seguridad de Suez y aproximándose a Palestina.





8.7.12

LA CRISIS DEL DESCONTENTO: LA RETAGUARDIA DESDE EL INVIERNO DE 1916-17



A fines de 1916, el agotador esfuerzo soportado por todos los contendientes en las tremendas batallas de desgaste del año tuvo como consecuencia  un marcado aumento de la intranquilidad  en amplios sectores de las diezmadas tropas así como en parte de la población civil que sostenía el engranaje de los suministros bélicos y veía empeorar sus condiciones habituales de vida. A veces se trataba de algo tan evidente como la angustia personal por la pérdida o el daño sufrido por seres queridos,  o la  incertidumbre ante un futuro desolador en medio de la perspectiva de un alargamiento de la guerra sin esperanzas de resolución. Los precios de muchos artículos de primera necesidad se elevaban y se fue imponiendo un racionamiento más rígido, especialmente en las Potencias Centrales y Rusia, a medida que el bloqueo enemigo, la prioridad otorgada a los suministros militares, o la desorganización en los transportes entorpecía los abastecimientos, sobre todo los urbanos. Por ejemplo, en Alemania el fracaso de la cosecha de patatas y la caída en el  aprovisionamiento de carbón conducirá al penoso "invierno de los nabos". El mercado negro o informal crecía a la par en Berlín, Viena o San Petersburgo.

En una dimensión colectiva, en algunos países esa creciente inquietud fue canalizada por grupos o figuras políticas con propósitos muy diferentes . La disensión comenzó a brotar frente al modelo de las "uniones sagradas" que había imperado desde agosto de 1914. Una de las respuestas ante esta intranquilidad o sentimiento de decepción fue la sustitución de dirigentes políticos y militares desgastados o vacilantes por otros que impulsaran con más energía y habilidad la prosecución del concepto de la "guerra total" que se imponía ante el alargamiento del conflicto, con el reforzamiento de la autoridad del estado y la movilización sistemática de los recursos de la nación. En Francia, el mariscal Joffre fue destituido el 12 de diciembre de 1916 y sustituido por Nivelle, y en el gobierno galo, ese mismo día  el jefe de gobierno Aristide Briand recurrió a una crisis ministerial, que culminaría en marzo del año siguiente con su reemplazo por Painlevé. En Alemania había ocurrido lo mismo unos meses antes con la sustitución de Falkenhayn por Hindenburg y Ludendorff. En Gran Bretaña una crisis de gobierno descabalgó a Asquith, que dio paso el 7 de diciembre al gabinete del también liberal imperialista Lloyd George.

En sentido contrario,  en septiembre de 1915 se convocó una reunión de socialistas disidentes con la línea oficial de sus partidos en Zimmerwald, en la neutral Suiza. Unos cuarenta delegados proclamaron su voluntad a favor de una "paz blanca", sin anexiones ni indemnizaciones. Con escasa representatividad y sin conexiones con las grandes maquinarias burocráticas de los partidos socialdemócratas, el llamamiento no tuvo repercusión. Sin embargo empezó a dibujarse una estrategia, defendida por algunos revolucionarios profesionales como el ruso Lenin, favorables a transformar  la lucha "imperialista" que tenía lugar entre las potencias, en una lucha interna, capitalizando el descontento para derribar los regímenes existentes e implantar las tesis marxistas de la "dictadura del proletariado"; postura que ya habían sostenido desde el mismo estallido de la contienda.


Más tarde, en abril de 1916 otra cita de las mismas características en Kienthal, también en Suiza, consideró inoperante la mera protesta contra la guerra y solicitó el repudio declarado de las "uniones sagradas". En Gran Bretaña las quejas contra la promulgación del reclutamiento obligatorio y la insumisión al mismo fueron acalladas con la represión, y  personajes como el catedrático Bertrand Rusell que cuestionaban abiertamente la política belicista del gobierno británico fueron sancionados o encarcelados. También el movimiento pacifista ganaba nuevos adeptos en Alemania. El antiguo dirigente socialdemócrata Liebknecht  terminó de romper con su formación, ahondando en sus protestas pacifistas y antigubernamentales, y fue condenado a cuatro años de reclusión. En Francia. el líder socialista Merrheim se desmarcó y apoyado por la rama metalúrgica del sindicato CGT abogó por la "paz blanca". Las huelgas azotaron Italia en el verano de 1917, produciendo choques violentos entre los manifestantes y la policía con un saldo de víctimas; en agosto de 1917 se produjeron 40 muertos solo en la ciudad de Turín.

A nivel oficial se lanzaron una serie de ofertas para entablar conversaciones de paz por mediación de un país neutral, la más destacada de las cuales fue la presentada por el canciller Bethmann-Hollweg el 12 de diciembre de 1916 ante el Reichstag. Aprovechando el impacto causado por la caída de Bucarest pocos días antes y la entrada triunfal del general Mackensen y sus huestes en la capital rumana,  las Potencias Centrales proponían negociaciones de paz a la Entente. Pero el  formato del comunicado, conteniendo referencias soberbias a esos recientes éxitos en los campos de batalla,  lo convertían en una nota de victoria,  inadmisible para los Aliados

 Curiosamente, el guante fue recogido al otro lado del océano por el presidente norteamericano Wilson,  reelegido en noviembre, que hizo pública una nota el 20 de diciembre en la que solicitaba que se definieran las condiciones de paz de cada uno de los beligerante, con la intención de poner las bases para un acercamiento de puntos de vista.

Otra serie de iniciativas pacificadoras procedieron del Vaticano, preocupado por los combates fratricidas entre europeos y en muchas ocasiones, entre católicos. Desde su elección en 1914 el Papa Benedicto XV había reprobado los acontecimientos y lanzó diversas propuestas para reinstaurar la paz.   En su encíclica "Ad beatissimi Apostolorum"   analizó las causas del conflicto y proclamó una neutralidad estricta. En 1914 promovió  la tregua no oficial de Navidad, teniendo cierto eco en el frente occidental. 

El 1 de agosto de 1917 Benedicto XV ofreció su mediación a todos los beligerantes. El proyecto arrancaba de lejos, de varios sondeos realizados a principios de año, en un momento de cierto equilibrio de las fuerzas contendientes. Su plan era una paz de compromiso. En mayo se había enviado a Munich al nuncio Eugenio Pacelli, el cual mantuvo discretas conversaciones durante tres meses. El nuncio de Viena reprodujo la misma tarea ante el emperador Carlos, que se mostraba muy receptivo. Esta actuación ante las Potencias Centrales se escogió porque el realismo necesitaba de concesiones de la parte que controlaba territorio metropolitano enemigo.

A primeros de agosto a todas las capitales implicadas se les notificó un mensaje de siete puntos con bases de negociación precisas, a saber: evacuación del norte de Francia y Bélgica con la devolución a Alemania de sus colonias; negociaciones conciliadoras sobre temas territoriales bilaterales ( Alsacia-Lorena para el caso de Francia y Alemania, el Trentino para el caso de Italia y Austria-Hungría ); la revisión con idéntico talante de equidad sobre los asuntos de Armenia, los Balcanes y Polonia;  la renuncia mutua a indemnizaciones salvo excepciones puntuales. Para el ordenamiento posterior se contemplaba el principio de libertad de los mares, el desarme simultáneo,  y la instauración de arbitrajes obligatorios en casos de disputa.

Desgraciadamente durante el verano la postura alemana se endureció por los acontecimientos en Rusia, y el OHL alemán se mostró reluctante a ceder respecto a Bélgica, sin que el gobierno berlinés pudiera hacerle variar su postura. La respuesta a la oferta papal fue finalmente muy ambigua. Por su lado, los Aliados envalentonados por la reciente participación de EE.UU, que parecía reforzar la expectativa de una victoria final, también se mostraron remisos y acusaron al Vaticano de tratar de "salvar” a las Potencias Centrales


EL PAPA BENEDICTO XV TRATO DE MEDIAR EN LA BÚSQUEDA DE  UN ACUERDO DE PAZ 
Estas propuestas quedaron reunidas en la exhortación apostólica " Dés le début" distribuida el 15 de agosto de 1917, que reproducimos en el enlace  Exhortación papal de Benedicto XV sobre la I GM

Por último, cabe mencionar la iniciativa del recién entronizado emperador austrohúngaro Carlos I. A través de su familia política lanzó en marzo de 1917 sondeos para solicitar conversaciones de paz. Envió a su suegra María Josefa a Neuchatel, en Suiza para que encargará a sus cuñados Sixto y Javier de Borbón y Parma, que servían como oficiales en el ejército belga como intermediarios de su propuesta. Primero solicitó los puntos indispensables que los Aliados juzgaran como mínimos para sentarse en la mesa de conversaciones. Estos fueron la entrega de Alsacia-Lorena, el restablecimiento de Bélgica, el de Serbia con la anexión de Albania, y la cesión de Constantinopla a los rusos. No se mencionaban las promesas hechas a Italia en el tratado de Londres de 1915. Evidentemente, también el principio de autodeterminación de las nacionalidades quedaba pisoteado en estas demandas. En su réplica Carlos aceptaba las peticiones sobre Alsacia y Bélgica, proponía alguna clase de federación entre Serbia, Montenegro, Bosnia y Albania, tutelada por Austria-Hungría. El príncipe Sixto, desplazándose entre Neuchatel y Paris en diversas ocasiones, se entrevistó con Poincaré y Briand, y más tarde en compañía de su hermano se desplazó clandestinamente a Luxemburgo para citarse con el emperador Carlos el 22 de marzo. Este comunicó su aceptación de los requisitos franceses y su voluntad de influir sobre Guillermo II en esa dirección., y escribió una carta recogiendo esta postura el 24 de marzo. El 31 de marzo Sixto viajó de nuevo con el documento para tratar los pasos a seguir con Poincare y con A. Ribot, el jefe de gobierno francés. Pero este último se mostró escéptico negándose a recibir a Sixto. Los dirigentes franceses consideraron que debían advertir a Lloyd George y al primer ministro italiano Sonnino de los contactos establecidos.  A la hoja de mínimos aceptada por Carlos debían añadirse las promesas hechas a Italia a costa del imperio austrohúngaro ( Trentino, Trieste y la costa dálmata ) y las exigencias británicas sobre la flota y las colonias alemanas. El príncipe Sitxo marchó de  regreso a Suiza, a Zug, y pasó a Viena el 8 de mayo. Carlos y su ministro de exteriores, el conde Czernin, aceptaron vagamamente "el principio de intercambio de territorios con Italia". Pero pedían a su vez  garantías sobre la integridad del imperio Habsburgo. si este último aspecto era aceptado, " Austria-Hungría estará dispuesta a firmar una paz por separado".

 El infatigable Sixto hizo un postrer viaje a Gran Bretaña  tratando con Lloyd George y el rey. Tropezó con la duda de los límites de la paz ¿ que harían los alemanes? ¿ estarían de verdad los austrohúngaros dispuestos a abandonar a su socio ?. Los políticos franceses no estaban dispuestos a dar garantías de mantenimiento a Austria-Hungría, puesto que estaban atados por sus promesas a rumanos, serbios y diversos comités de eslavos en el exilio, que implicaban el desmantelamiento del estado danubiano. Es posible que además influyeran motivos ideológicos, como la militancia masónica de muchos círculos dirigentes parisinos y su enconada  hostilidad  hacía la católica monarquía de los Habsburgo. Ribot hundió definitivamente cualquier expectativa cuando rechazó públicamente en la asamblea francesa cualquier tentativa de acuerdo. Mas tarde su sucesor en el cargo, Clemenceau, leería publicamente la carta de Carlos I escrita en marzo, para ponerle en evidencia ante los alemanes e insinuar la duplicidad del joven emperador.