8.7.12

LA CRISIS DEL DESCONTENTO: LA RETAGUARDIA DESDE EL INVIERNO DE 1916-17



A fines de 1916, el agotador esfuerzo soportado por todos los contendientes en las tremendas batallas de desgaste del año tuvo como consecuencia  un marcado aumento de la intranquilidad  en amplios sectores de las diezmadas tropas así como en parte de la población civil que sostenía el engranaje de los suministros bélicos y veía empeorar sus condiciones habituales de vida. A veces se trataba de algo tan evidente como la angustia personal por la pérdida o el daño sufrido por seres queridos,  o la  incertidumbre ante un futuro desolador en medio de la perspectiva de un alargamiento de la guerra sin esperanzas de resolución. Los precios de muchos artículos de primera necesidad se elevaban y se fue imponiendo un racionamiento más rígido, especialmente en las Potencias Centrales y Rusia, a medida que el bloqueo enemigo, la prioridad otorgada a los suministros militares, o la desorganización en los transportes entorpecía los abastecimientos, sobre todo los urbanos. Por ejemplo, en Alemania el fracaso de la cosecha de patatas y la caída en el  aprovisionamiento de carbón conducirá al penoso "invierno de los nabos". El mercado negro o informal crecía a la par en Berlín, Viena o San Petersburgo.

En una dimensión colectiva, en algunos países esa creciente inquietud fue canalizada por grupos o figuras políticas con propósitos muy diferentes . La disensión comenzó a brotar frente al modelo de las "uniones sagradas" que había imperado desde agosto de 1914. Una de las respuestas ante esta intranquilidad o sentimiento de decepción fue la sustitución de dirigentes políticos y militares desgastados o vacilantes por otros que impulsaran con más energía y habilidad la prosecución del concepto de la "guerra total" que se imponía ante el alargamiento del conflicto, con el reforzamiento de la autoridad del estado y la movilización sistemática de los recursos de la nación. En Francia, el mariscal Joffre fue destituido el 12 de diciembre de 1916 y sustituido por Nivelle, y en el gobierno galo, ese mismo día  el jefe de gobierno Aristide Briand recurrió a una crisis ministerial, que culminaría en marzo del año siguiente con su reemplazo por Painlevé. En Alemania había ocurrido lo mismo unos meses antes con la sustitución de Falkenhayn por Hindenburg y Ludendorff. En Gran Bretaña una crisis de gobierno descabalgó a Asquith, que dio paso el 7 de diciembre al gabinete del también liberal imperialista Lloyd George.

En sentido contrario,  en septiembre de 1915 se convocó una reunión de socialistas disidentes con la línea oficial de sus partidos en Zimmerwald, en la neutral Suiza. Unos cuarenta delegados proclamaron su voluntad a favor de una "paz blanca", sin anexiones ni indemnizaciones. Con escasa representatividad y sin conexiones con las grandes maquinarias burocráticas de los partidos socialdemócratas, el llamamiento no tuvo repercusión. Sin embargo empezó a dibujarse una estrategia, defendida por algunos revolucionarios profesionales como el ruso Lenin, favorables a transformar  la lucha "imperialista" que tenía lugar entre las potencias, en una lucha interna, capitalizando el descontento para derribar los regímenes existentes e implantar las tesis marxistas de la "dictadura del proletariado"; postura que ya habían sostenido desde el mismo estallido de la contienda.


Más tarde, en abril de 1916 otra cita de las mismas características en Kienthal, también en Suiza, consideró inoperante la mera protesta contra la guerra y solicitó el repudio declarado de las "uniones sagradas". En Gran Bretaña las quejas contra la promulgación del reclutamiento obligatorio y la insumisión al mismo fueron acalladas con la represión, y  personajes como el catedrático Bertrand Rusell que cuestionaban abiertamente la política belicista del gobierno británico fueron sancionados o encarcelados. También el movimiento pacifista ganaba nuevos adeptos en Alemania. El antiguo dirigente socialdemócrata Liebknecht  terminó de romper con su formación, ahondando en sus protestas pacifistas y antigubernamentales, y fue condenado a cuatro años de reclusión. En Francia. el líder socialista Merrheim se desmarcó y apoyado por la rama metalúrgica del sindicato CGT abogó por la "paz blanca". Las huelgas azotaron Italia en el verano de 1917, produciendo choques violentos entre los manifestantes y la policía con un saldo de víctimas; en agosto de 1917 se produjeron 40 muertos solo en la ciudad de Turín.

A nivel oficial se lanzaron una serie de ofertas para entablar conversaciones de paz por mediación de un país neutral, la más destacada de las cuales fue la presentada por el canciller Bethmann-Hollweg el 12 de diciembre de 1916 ante el Reichstag. Aprovechando el impacto causado por la caída de Bucarest pocos días antes y la entrada triunfal del general Mackensen y sus huestes en la capital rumana,  las Potencias Centrales proponían negociaciones de paz a la Entente. Pero el  formato del comunicado, conteniendo referencias soberbias a esos recientes éxitos en los campos de batalla,  lo convertían en una nota de victoria,  inadmisible para los Aliados

 Curiosamente, el guante fue recogido al otro lado del océano por el presidente norteamericano Wilson,  reelegido en noviembre, que hizo pública una nota el 20 de diciembre en la que solicitaba que se definieran las condiciones de paz de cada uno de los beligerante, con la intención de poner las bases para un acercamiento de puntos de vista.

Otra serie de iniciativas pacificadoras procedieron del Vaticano, preocupado por los combates fratricidas entre europeos y en muchas ocasiones, entre católicos. Desde su elección en 1914 el Papa Benedicto XV había reprobado los acontecimientos y lanzó diversas propuestas para reinstaurar la paz.   En su encíclica "Ad beatissimi Apostolorum"   analizó las causas del conflicto y proclamó una neutralidad estricta. En 1914 promovió  la tregua no oficial de Navidad, teniendo cierto eco en el frente occidental. 

El 1 de agosto de 1917 Benedicto XV ofreció su mediación a todos los beligerantes. El proyecto arrancaba de lejos, de varios sondeos realizados a principios de año, en un momento de cierto equilibrio de las fuerzas contendientes. Su plan era una paz de compromiso. En mayo se había enviado a Munich al nuncio Eugenio Pacelli, el cual mantuvo discretas conversaciones durante tres meses. El nuncio de Viena reprodujo la misma tarea ante el emperador Carlos, que se mostraba muy receptivo. Esta actuación ante las Potencias Centrales se escogió porque el realismo necesitaba de concesiones de la parte que controlaba territorio metropolitano enemigo.

A primeros de agosto a todas las capitales implicadas se les notificó un mensaje de siete puntos con bases de negociación precisas, a saber: evacuación del norte de Francia y Bélgica con la devolución a Alemania de sus colonias; negociaciones conciliadoras sobre temas territoriales bilaterales ( Alsacia-Lorena para el caso de Francia y Alemania, el Trentino para el caso de Italia y Austria-Hungría ); la revisión con idéntico talante de equidad sobre los asuntos de Armenia, los Balcanes y Polonia;  la renuncia mutua a indemnizaciones salvo excepciones puntuales. Para el ordenamiento posterior se contemplaba el principio de libertad de los mares, el desarme simultáneo,  y la instauración de arbitrajes obligatorios en casos de disputa.

Desgraciadamente durante el verano la postura alemana se endureció por los acontecimientos en Rusia, y el OHL alemán se mostró reluctante a ceder respecto a Bélgica, sin que el gobierno berlinés pudiera hacerle variar su postura. La respuesta a la oferta papal fue finalmente muy ambigua. Por su lado, los Aliados envalentonados por la reciente participación de EE.UU, que parecía reforzar la expectativa de una victoria final, también se mostraron remisos y acusaron al Vaticano de tratar de "salvar” a las Potencias Centrales


EL PAPA BENEDICTO XV TRATO DE MEDIAR EN LA BÚSQUEDA DE  UN ACUERDO DE PAZ 
Estas propuestas quedaron reunidas en la exhortación apostólica " Dés le début" distribuida el 15 de agosto de 1917, que reproducimos en el enlace  Exhortación papal de Benedicto XV sobre la I GM

Por último, cabe mencionar la iniciativa del recién entronizado emperador austrohúngaro Carlos I. A través de su familia política lanzó en marzo de 1917 sondeos para solicitar conversaciones de paz. Envió a su suegra María Josefa a Neuchatel, en Suiza para que encargará a sus cuñados Sixto y Javier de Borbón y Parma, que servían como oficiales en el ejército belga como intermediarios de su propuesta. Primero solicitó los puntos indispensables que los Aliados juzgaran como mínimos para sentarse en la mesa de conversaciones. Estos fueron la entrega de Alsacia-Lorena, el restablecimiento de Bélgica, el de Serbia con la anexión de Albania, y la cesión de Constantinopla a los rusos. No se mencionaban las promesas hechas a Italia en el tratado de Londres de 1915. Evidentemente, también el principio de autodeterminación de las nacionalidades quedaba pisoteado en estas demandas. En su réplica Carlos aceptaba las peticiones sobre Alsacia y Bélgica, proponía alguna clase de federación entre Serbia, Montenegro, Bosnia y Albania, tutelada por Austria-Hungría. El príncipe Sixto, desplazándose entre Neuchatel y Paris en diversas ocasiones, se entrevistó con Poincaré y Briand, y más tarde en compañía de su hermano se desplazó clandestinamente a Luxemburgo para citarse con el emperador Carlos el 22 de marzo. Este comunicó su aceptación de los requisitos franceses y su voluntad de influir sobre Guillermo II en esa dirección., y escribió una carta recogiendo esta postura el 24 de marzo. El 31 de marzo Sixto viajó de nuevo con el documento para tratar los pasos a seguir con Poincare y con A. Ribot, el jefe de gobierno francés. Pero este último se mostró escéptico negándose a recibir a Sixto. Los dirigentes franceses consideraron que debían advertir a Lloyd George y al primer ministro italiano Sonnino de los contactos establecidos.  A la hoja de mínimos aceptada por Carlos debían añadirse las promesas hechas a Italia a costa del imperio austrohúngaro ( Trentino, Trieste y la costa dálmata ) y las exigencias británicas sobre la flota y las colonias alemanas. El príncipe Sitxo marchó de  regreso a Suiza, a Zug, y pasó a Viena el 8 de mayo. Carlos y su ministro de exteriores, el conde Czernin, aceptaron vagamamente "el principio de intercambio de territorios con Italia". Pero pedían a su vez  garantías sobre la integridad del imperio Habsburgo. si este último aspecto era aceptado, " Austria-Hungría estará dispuesta a firmar una paz por separado".

 El infatigable Sixto hizo un postrer viaje a Gran Bretaña  tratando con Lloyd George y el rey. Tropezó con la duda de los límites de la paz ¿ que harían los alemanes? ¿ estarían de verdad los austrohúngaros dispuestos a abandonar a su socio ?. Los políticos franceses no estaban dispuestos a dar garantías de mantenimiento a Austria-Hungría, puesto que estaban atados por sus promesas a rumanos, serbios y diversos comités de eslavos en el exilio, que implicaban el desmantelamiento del estado danubiano. Es posible que además influyeran motivos ideológicos, como la militancia masónica de muchos círculos dirigentes parisinos y su enconada  hostilidad  hacía la católica monarquía de los Habsburgo. Ribot hundió definitivamente cualquier expectativa cuando rechazó públicamente en la asamblea francesa cualquier tentativa de acuerdo. Mas tarde su sucesor en el cargo, Clemenceau, leería publicamente la carta de Carlos I escrita en marzo, para ponerle en evidencia ante los alemanes e insinuar la duplicidad del joven emperador.

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