24.8.13

EL MAR DE FANGO SANGRIENTO: LA III BATALLA DE YPRES ( PASSCHENDAELE )



Después del venturoso preámbulo de Messines, el paso siguiente de la ansiada campaña británica en Flandes se retrasó cuatro semanas. Las objeciones del primer ministro Lloyd George temiendo un  nuevo baño de sangre improductivo, el retraso en la llegada de refuerzos, los problemas habituales de suministros, la reluctancia francesa derivada de sus problemas para cumplir los compromisos y las discusiones de detalle en el mando británico fueron las causas.


Haig y los almirantes de la Royal Navy  acariciaban desde hacía meses la caída de los puertos belgas para neutralizar parcialmente la pesadilla  que representaban los  submarinos alemanes basados en Flandes ( una amenaza un tanto sobredimensionada ). A esto se sumaba la imperiosa necesidad de apartar a los alemanes de la zona meridional del frente Occidental, donde los motines de primavera habían aumentando la vulnerabilidad del ejército francés. Estos objetivos eran reforzados por los informes del jefe de inteligencia, el brigadier John Charteris, que había persuadido a Haig del acelerado deterioro de las condiciones de las tropas enemigas y de su retaguardia. Haciéndose eco de las afirmaciones favorables  de Charteris, a  primeros de junio, Haig dijo a sus comandantes de ejército: “ Tras la cuidadosa consideración de toda la información disponible me encuentro en disposición de afirmar que el poder de resistencia del pueblo alemán esta siendo estirado hasta tal grado que hace posible que el punto de ruptura pueda ser alcanzado este año .“

Su plan no había sido prácticamente alterado desde su última reunión con Petain en Amiens. Sus ejércitos debían atacar al noreste de Ypres, dominando las alturas desde el sur de Gheluvelt al norte de Passchendaele y continuar hasta Roules quebrando absolutamente al IV ejército alemán de Sixt von Arnim. Una vez que las líneas de comunicaciones enemigas estuvieran deshechas, sus ejércitos girarían al oeste y en conexión con fuerzas costeras y anfibias entrarían en los puertos belgas, a los que tanta importancia  asignaba. El paso siguiente sería marchar sobre el corazón de Bélgica y demoler todo el frente Occidental alemán.

Los ejércitos dispuestos para la campaña eran el 5º de Gough, que marcharía al nordeste de Ypres contra la cresta de Pilckem. Colaborarían el 2º de Herbert Plumer y  el 1º ejército francés del general Anthoine. La primera discrepancia surgió cuando Gough cambió el eje del ataque inicial del previsto noreste al norte, alejándose de las cuestas de Gheluvelt, un punto dominante crucial, sin que Haig pareciera enterarse de esta funesta rectificación.

Aplazados por nuevos retrasos, finalmente el 18 de julio empezaron los bombardeos preparatorios con 1.400 piezas ( usando indistintamente proyectiles de gas y explosivo ) Duraron hasta la víspera del asalto, el 31 de julio. Un efecto indeseado de los mismos, aparte de advertir a los alemanes que respondieron con fuego de contrabatería, fue que habían destruido el sistema del drenaje de un terreno bajo y con elevada capa freática, facilitando su inundación. Pero los síntomas parecían auspiciosos. El asesor aéreo, el general de brigada Hugh Trenchard, garantizó que se había alcanzado la superioridad en los cielos del saliente con 700 aviones. Lo mismo hizo el encargado de la artillería, infundiendo confianza a los jefes de los ejércitos comprometidos. Los 140 tanques del coronel J.F.C. Fuller ocupaban puntualmente sus puestos en las áreas de concentración. Pero la preocupación de Fuller por el terreno blando aumentó con las fuertes lluvias del día 30, la víspera de la acción.

El plan fue puesto en marcha el 31 de julio a las 3.30 de la madrugada con 100.000 soldados británicos en vanguardia.

Les encaraban las divisiones del IV ejército alemán. Von Arnim y su jefe de estado mayor, el coronel Von Lossberg, habían dispuesto su defensa al estilo  indicado por Ludendorff, con una tenue línea de puestos avanzados seguidos por una robusta capa de seis líneas de trincheras con una profundidad de 1.800 metros protegidas por nidos de ametralladoras levantados con hormigón. Más alejados a retaguardia 1.500 cañones esperaban abrir fuego sobre blancos seleccionados. Von Lossberg había creado un entramado que ejercería fuego de flanco desde las cuestas de Gheluvert sobre cualquier atacante. Precisamente el punto que Gough había marginado en su planificación...

Las ganancias del día 31 fueron considerables, especialmente en las alas, en torno a los 3 kilómetros.  En el centro esas ganancias fueron magras, por el fuego de flanco y los atrevidos contrataques alemanes. Von Arnim confiaba en sus 12 divisiones de reserva, aparte de las 8 dispuestas en línea. Los británicos aseguraron  las cuestas de Pilckem, a un coste de 15.000 bajas.

 FOTO. UNO DE LAS DESOLADORES  PAISAJES DE LA III BATALLA DE YPRES

Las lluvias del 2 de agosto transformaron la zona en un mar de lodo, obligando a la primera pausa en la ofensiva. Fue reactivada el día  10,  apuntando ahora a  Gheluvert  después de que los mandos británicos comprobaran su relevancia. Tras otro pequeña parón, el 16 de agosto el premio a la insistencia de Haig fue Langemarck, el escenario de la Kindermord en 1914, con otros 9 kilómetros de progresión. En cambio  los ataques del día 22 de agosto por parte del 5º ejército fueron decepcionantes, con menos de un kilómetro de ganancia en la carretera de Menin ( era la ruta mas directa a Gheluvert ) a costa de 3.000 hombres. Gough era cada vez más escéptico sobre el resultado final, y ya el 16 de agosto mencionó que “ el éxito táctico no es posible bajo estas condiciones”. Pero Haig, como el año anterior en el Somme, se aferraba a la posibilidad de un colapso de los alemanes como había dibujado Charteris, y a la necesidad de insistir.

  A finales de agosto hubo una suspensión prolongada, finalizando la primera etapa del III Ypres.

FOTO. EL INACABABLE PANORAMA DE FANGO Y CRÁTERES INUNDADOS EN EL SECTOR DE YPRES EN EL OTOÑO DE 1917

A partir del 20 de septiembre la reactivación del asalto británico puso el acento sobre la línea Passchendaele-Gheluvelt. Haig encomendó a Plummer el liderazgo de las operaciones en detrimento de Gough.  Plummer efectuó sus operaciones a lo largo de 13 kilómetros a ambos lados de la carretera de Menin y el día 26 en el bosque del Polígono. Las posiciones avanzadas de los alemanes fueron arrasadas  y sus contrataques rechazados. Pero los  avances no sobrepasaron el kilómetro y costaron 39.000 bajas a los australianos y británicos, y pérdidas similares entre los alemanes.

El uso de asaltos secuenciados y con objetivos limitados permitía conservar el potencial de combate sin  disiparlo al primer choque. Explotando la superioridad numérica artillera, se pudo colocar potentes y precisos bombardeos que deshacían los contrataques alemanes, obligados a situarse dentro del alcance de la artillería enemiga.  Plummer impuso intervalos de 4 a 6 días entre cada movimiento.

 Después de repetidas conversaciones telefónicas con Von Lossberg, Ludendorff viajó al sector para tratar directamente la situación con los comandantes locales. Finalmente decidieron establecer una correspondencia  entre una división del frente con una división de reserva respaldándola para facilitar los contragolpes. Aunque Ludendorff estaba desolado por el sobresfuerzo de potencial humano que se requería, aceptó la medida. 

Al cabo de otra breve pausa el 4 de octubre tropas canadienses y británicas del 5º ejército treparon hacia la cuesta de Broodseinde. La novedad es que se suprimió el bombardeo preliminar, simultaneando la actividad de la infantería y la artillería y la infantería, cubierta por barrajes de proyectiles de humo.  Aunque limitado en ganancias territoriales, apenas 650 metros, las pérdidas  alemanas  fueron de 26.000 hombres en apenas 24 horas. El desconcierto de los jefes alemanes fue patente, ya que las últimas contramedidas no parecían surtir efecto. Ludendorff ordenó  al IV ejército crear una zona avanzada con “una estrecha franja entre la línea de frente enemiga y la línea que nuestras tropas están manteniendo mediante defensa móvil. El enemigo tendrá que cruzar la franja al lanzar su ataque, y nuestra artillería tendrá tiempo de enfilarlos antes de que ellos alcancen nuestra principal línea de resistencia”. El IV ejército adoptó esta disposición reluctantemente, pero sus posiciones aguantaron las posteriores embestidas británicas, aunque pagando un alto precio en vidas. Dos divisiones que iban a ser trasladadas desde el Este a Italia fueron desviadas a Flandes. 

La acción británica y neozelandesa empezada el día 9 de octubre en Poelcapelle  terminó literalmente sepultada en el barro. El día 12 el avance de solo 100 metros hacía el pueblo cosntituyó un terrible martirio para los efectivos ANZAC implicados. Nuevos movimientos el 26 y el 30 de octubre, ahora con participación canadiense, toparon con los mismos obstaculos, a la vez que la resistencia alemana se endurecía. La agotadora insistencia permitió a los hombres de Haig posicionarse  a 500 metros de Passchendaele. Finalmente, el 6 de noviembre las ruinas de la aldea cayeron: una victoria pírrica, porque las líneas alemanas aguantaban firmes. La lucha se mantuvo crudamente en el saliente hasta el 10 de noviembre, cuando el barro definitivamente sepultó las esperanzas británicas al noreste de Passchendaele.

Por otro lado Haig quedó sometido a las decisiones del Consejo de Guerra interaliado constituido recientemente, lo que puso coto a la libre disposición de recursos que había tenido hasta entonces. 

Las cifras de la III batalla de Ypres recogían 245.000 bajas británicas, 8.000 francesas y 260.000 alemanas. Muchas de ellas, sobre todo en octubre y noviembre, fueron hombres heridos que se ahogaron en el barro y los cráteres inundados.

La actuación de los carros de combate fue muy discreta por las condiciones sumamente desfavorables del terreno. Según opinaba Heinz Guderian respecto a los blindados ingleses en el III Ypres: " la tropa inglesa de tanques, si bien fue utilizada en varias ocasiones siempre lo hizo con objetivos muy limitados, en diminutas secciones y en parte también en un terreno que se había convertido por la lluvia y los cráteres (...) en una desolación de barro (...) sus resultados fueron escasos debido a la táctica impuesta errónea".

De hecho, las críticas de los escépticos al empleo de los tanques  crecieron tanto que los cuerpos unificados que los agrupaban tácticamente se vieron en riesgo de ser suprimidos por los Aliados. Y sin embargo, solo 10 dias después, esos mismo cuerpos blindados consagrarían espectaculármente su papel como arma determinante en los campos de batalla de Cambrai. 

A diferente nivel, otra importante consecuencia del revés de Passchendaele fueron los manejos de Whitehall para neutralizar al jefe de estado mayor imperial, Robertson, de cuya gestión los políticos civiles, y especialmente el primer ministro,  desconfiaban cada vez más. 

17.8.13

QUIERO Y NO PUEDO: LA OFENSIVA KERENSKY




Teniendo en cuenta las considerables dificultades que atravesaba la nación,  reflejadas en  las condiciones del ejército, sometido a una grave disensión interna y  escaso de fusiles, al mismo tiempo que se detectaban  dudas y colapso crecientes en el apoyo de la retaguardia civil, fue meritorio que el flamante ministro Kerensky sacara adelante  la ejecución de su proyecto ofensivo. Por otro lado,  contaba con el pleno apoyo de los embajadores de la Entente capitaneados por el británico Buchanan, que presionaban desaforádamente a favor del mantenimiento de Rusia en el conflicto y su contribución activa en la  supuesta “ lucha por la libertad y la democracia”.

 FOTO.  KERENSKY ( SEGUNDO POR LA DERECHA ) ASESORADO POR VARIOS MILITARES.
 Los soldados eran  menos entusiastas, a juzgar por lo recogido en un informe del Estado Mayor el 17 de junio “ El Frente Norte continúa en estado de efervescencia; los soldados siguen confraternizando y en la infantería la actitud ante la ofensiva es desfavorable (…) en el Frente Occidental la situación es incierta . En el Suroccidental se nota una cierta mejoría en la moral de las tropas (…) en el frente rumano no se observa ninguna mejoría sensible: la infantería no quiere atacar”.

El esfuerzo primordial estaría conducido por  el 7º ejército al norte del río Dniester, en el denominado Frente Suroccidental,  apoyado directamente  por  el 11º ejército en un asalto dirigido contra Zolochiv, a lo largo del valle del río Zlota Lipa, en el camino a Lemberg, y del 8º ejército  al sur del Dniester. A lo largo de la principal línea de avance de 65 kilómetros dispondrían de 370 piezas de artillería pesada, 158 de calibre medio y 800 ligera. Por tanto, los planificadores postergaron la práctica de un frente ancho y una preparación artillera más sobria que se había aplicado el año anterior durante la ofensiva Brusilov. Tampoco se cuidó del mismo modo la cooperación entre las acciones de la artillería e infantería. 

Pero lo más preocupante eran episodios graves de insubordinación, que, todavía episódicos, estaban aumentando rápidamente. El coronel de un regimiento siberiano escribía en junio: " A los oficiales solo nos queda ponernos a salvo, porque ha llegado de Petrogrado un partidario de Lenin, soldado de la V compañía. A las 16 horas tendrá lugar una asamblea. Es cosa decidida que Morozko, Egorov y yo seremos ahorcados y que se juzgará a los demás oficiales para ajustar cuentas con ellos. Me iré a Loshany (...) Muchos de los mejores soldados y oficiales han huido ya"

El ataque ruso, ya intuido por Ludendorff desde abril, empezó finalmente el 1 de julio, con bombardeos preliminares desde el 29 de junio. No existió la sorpresa, puesto que  el jefe del Oberost desde el verano de 1916, Max Hoffman, conocía desde mayo esos planes debido a la multitud de filtraciones en la renovada y caótica dirección rusa, cuyos comandantes y estados mayores estaban sujetos a  alteraciones constantes a rebufo de las periódicas agitaciones políticas de la administración  rusa.

El mayor triunfo se lo anotó Brusilov en Galitzia Oriental, al quebrar un tramo  de frente cerca de Lemberg defendido por las desmoralizados y agotados austrohúngaros, que capitularon en tropel. Por ejemplo, en la segunda jornada los soldados checos de la 19º división austrohúngara, espoleados por desertores checos al servicio de los rusos se entregaron en masa. Un agrio Hoffman anotó a mediados de julio: “[ Los austrohúngaros de origen checo] no contentos con huir, mienten y envían falsos informes, y encima actúan desvergonzadamente, poniendo trabas siempre que pueden. Me encantaría estar en guerra con ellos”. El 11º ejército ruso también registró éxitos moderados contra los austrohúngaros al sur de Dniester penetrando hasta Lomnica. Por su parte el 8º ejército del general  Kornilov movilizó diez divisiones de los cuerpos XII y XVI derrotando rotundamente al XXVI cuerpo austriaco. Tomó 7.000 prisioneros, capturó Halicz el 12 de julio y poco después Kalusz, al pie de los Cárpatos.


FOTO. KERENSKY DURANTE UNA DE SUS MUCHAS VISITAS A LAS UNIDADES DEL FRENTE

Brusilov profundizó unos 45 kilómetros, pero carecía de reservas disciplinadas para explotar la ruptura: muchas unidades de refresco se mantenían apartadas del frente, entregadas a acalorados debates internos sobre la conveniencia o no de obedecer a sus oficiales.

En muchos lugares los alemanes simplemente se retiraron  a su segunda línea de defensa, fuera del alcance de los bombardeos, y aniquilaron las oleadas rusas siguientes. Especialmente hubo cruentos choques en Bresany y Lysonia. No obstante, el 6 de julio el grueso del esfuerzo ruso ya había sido contenido y rechazado por las formaciones de Hoffman. Las tardías intentonas más al norte no prosperaron:  el Frente Norte efectuó bombardeos preliminares entre el 22-24 de julio, pero solo el XIV cuerpo atacó aisladamente. Como en el Frente Suroccidental, el primer ímpetu del avance se apagó a las pocas horas por la negativa de las tropas de apoyo a actuar. El Frente Oeste fue un calco de estas circunstancias. El 22 de julio el I cuerpo Siberiano consiguió tomar tres líneas de trincheras alemanas, pero no fue secundado por las reservas. Todo el esfuerzo se disipó y un desolado Denikin admitió el día 24 la imposibilidad de continuar. A mediados de mes, el dorado sueño de victoria de Kerensky se había  evaporado. Mientras,  las aguas políticas bajaban muy agitadas a pie de calle en Petrogrado.
 
Entre el 16 y el 19 de julio varias manifestaciones de obreros con participación de soldados y marineros armados procedentes de la insumisa base Kronstadt alborotaron sus calles, en demanda de la liberación de unos presos anarquistas. Reunían a elementos políticos variopintos pero fueron capitalizadas por los bolcheviques. Al fracasar la oleada de protestas de las bautizadas como "jornadas de julio" y ser denunciados sus dirigentes  como agentes al servicio de Alemania,  Trotsky y otros jefes bolcheviques fueron arrestados y Lenin tuvo que abandonar presurosamente la ciudad y refugiarse en la vecina provincia de Finlandia, en casa de un policía.  Kerensky, cuya autoridad salió fortalecida de la favorable resolución del pulso callejero a pesar del fallo en el frente, aprovechó  para  forzar una crisis de gobierno de la que emergió como nuevo primer ministro.

Entretanto el Oberost estaba moviendo nuevas divisiones al área entre Zoboroth y el río Sereth, con intención de golpear al sureste, hacia Tarnopol. El contraataque empezó el 19 de julio en un frente de 20 kilómetros, con un progreso en profundidad de 12 kilómetros el primer día. Tarnopol terminó cayendo el día 25, lo que obligó a los rusos a recomponer todo su frente con repliegues continuos. A principios de agosto de 1917 habían retrocedido más allá de Czernowitz en un amplio sector. Pero los ejércitos austrohúngaros del archiduque José ni el grupo Mackensen en Rumania no pudieron secundar el esfuerzo de Hoffman. En cualquier caso, este último fue recompensado por el káiser con la medalla Pour-le –mérite.

Ludendorff estaba ansioso de dejar fuera de combate a su convulsa rival oriental y a Rumania. “con el fin de permitirnos buscar una decisión en el Oeste en 1918 por medio de un ataque sobre Francia combinado con la guerra submarina, en caso de que esta última no alcance el resultado deseado por si misma”. Por ello, ansiaba asestar un golpe resolutivo en el Este.

Un ataque masivo a través de Moldavia contra los rumanos, cuyo ejército había sido significativamente asesorado por consejeros franceses, era imposible hasta que los inadecuados ferrocarriles fueran acondicionados. Más factible era emprender una maniobra  contra los rusos en el  norte. Durante los combates de julio, Ludendorff había propuesto a Hoffman el cruce del río Dvina  sobre Riga. La operación no podría iniciarse hasta que las divisiones imprescindibles no fueran transferidas al norte a finales de agosto.

16.8.13

LAS OPCIONES INCIERTAS DEL GOBIERNO PROVISIONAL RUSO



Después de la revolución de marzo, Rusia mantuvo sus compromisos bélicos, afirmando que era inadmisible buscar un acuerdo de paz mientras partes considerables del país permanecieran bajo ocupación. Al mismo tiempo, el suministro armamentístico del ejército había mejorado un tanto gracias a los convoyes por las difíciles vías del  Ártico y Pacífico, y el crecimiento de la producción propia. Los nuevos dirigentes en Petrogrado ( como había sido rebautizada San Petersburgo ) estimaban que el desgaste y el hartazgo bélico sería compensado por el  espíritu de la recién implantada democracia parlamentaria. 
 FOTO. EL PRÍNCIPE LVOV,  PRESIDENTE DEL GOBIERNO PROVISIONAL HASTA JULIO DE 1917

Fuera del consenso del Gobierno Provisional se mantenía el partido bolchevique de tendencia marxista. Su líder Vladimir Ilich Ulianov, alias Lenin, había permanecido exiliado en Zurich durante los años precedentes. Lenin pensaba que la renuncia militar favorecería una fase más profunda de la revolución, el camino hacía el comunismo. Los dirigentes bolcheviques, beneficiados por las amnistías habían regresado a la capital y las ciudades principales. Los alemanes, interpretando que la postura de Lenin  podía beneficiares,  estuvieron encantados de facilitar su regreso y  de 31 de sus colegas a través de territorio germano con el denominado ”tren sellado”. El 16 de abril recalaba en Petrogrado. Desde un comienzo, Lenin repudió al régimen instaurado en marzo y enunció en las “Tesis de abril “ su rechazo a la guerra tildándola de imperialista y censurando al Gobierno Provisional como capitalista.

Desde marzo, la dualidad de poderes en Rusia se había acentuado. Los soviets de obreros y soldados se multiplicaron y aplicaban sus propios programas, muchas veces revisando o contradiciendo las disposiciones del Gobierno Provisional. En la primera mitad de 1917 los social-revolucionarios y los mencheviques eran mayoría en estos comités. En el primer congreso de los soviets celebrado en junio de 1917, de los 781 delegados, 285  eran social-revolucionarios, 245 mencheviques y solo 105 correspondían a los bolcheviques. Pero estos iban incrementando su influencia en base al lema “Paz, pan y tierra” derivado de las proclamas de Lenin. 

Las demandas contrapuestas del Soviet de Petrogrado y el gabinete condujeron a manifestaciones de protesta y a una crisis ministerial en mayo, con la salida de los ministros “cadetes” de tinte liberal como Miliukov y Guchkov y un mayor peso de los ministros socialistas procedentes del Soviet. Entre ellos brillaba la estrella ascendente del segundo Gobierno Provisional,  Alexander Kerensky, un abogado militante del pequeño partido trudovique, cercano a los postulados de los eseristas.

FOTO. ALEXANDER KERENSKY, MINISTRO DE LA GUERRA DE RUSIA DESDE MAYO DE 1917

  Después de ser ministro de Justicia en marzo, tras la formación del segundo gobierno provisional pasó a desempeñar el 16 de mayo la decisiva cartera del ministerio de la Guerra y Marina. Desde ese instante sostuvo que solo una gran ofensiva armada destinada a recuperar la emblemática Lemberg serviría de antídoto para superar las crecientes diferencias políticas internas.

 El Estado Mayor compartía íntegramente el punto de vista del enérgico ministro, pero esta institución  estaba sujeta a una grave disputa sobre la actitud a adoptar respecto a los comités que socavaban su autoridad y la disciplina. El generalísimo Alexeiev destituyó a Ruszki y Radko Dimitriev pensando que pecaban de debilidad ante los comités, y en el frente Brusilov destituyó a Iudenitch por el mismo motivo. 

Pero a su vez el 4 de junio Alexeiev y sus ayudantes los generales Dragomirov y Gurko perdieron la confianza de Kerensky, que los consideraba demasiado severos y poco leales al programa democrático del Gobierno Provisional, y fueron sustituidos por Brusilov, convertido en nuevo comandante en jefe. Denikin pasó a ser jefe del frente Oeste, A. Gutor del Suroccidental, y el joven Kornilov designado para mandar el 8º ejército.