Después del
venturoso preámbulo de Messines, el paso siguiente de la ansiada campaña
británica en Flandes se retrasó cuatro semanas. Las objeciones del primer ministro Lloyd George
temiendo un nuevo baño de sangre
improductivo, el retraso en la llegada de refuerzos, los problemas habituales
de suministros, la reluctancia francesa derivada de sus problemas para cumplir
los compromisos y las discusiones de detalle en el mando británico fueron las
causas.
Haig y los
almirantes de la Royal Navy acariciaban
desde hacía meses la caída de los puertos belgas para neutralizar parcialmente la
pesadilla
que representaban los submarinos
alemanes basados en Flandes ( una amenaza un tanto sobredimensionada ). A esto se sumaba la imperiosa necesidad de apartar
a los alemanes de la zona meridional del frente Occidental, donde los motines
de primavera habían aumentando la vulnerabilidad del ejército francés. Estos
objetivos eran reforzados por los informes del jefe de inteligencia, el
brigadier John Charteris, que había persuadido a Haig del acelerado deterioro
de las condiciones de las tropas enemigas y de su retaguardia. Haciéndose eco
de las afirmaciones favorables de
Charteris, a primeros de junio, Haig
dijo a sus comandantes de ejército: “ Tras la cuidadosa consideración de toda
la información disponible me encuentro en disposición de afirmar que el poder
de resistencia del pueblo alemán esta siendo estirado hasta tal grado que hace
posible que el punto de ruptura pueda ser alcanzado este año .“
Su plan no
había sido prácticamente alterado desde su última reunión con Petain en Amiens.
Sus ejércitos debían atacar al noreste de Ypres, dominando las alturas desde el
sur de Gheluvelt al norte de Passchendaele y continuar hasta Roules quebrando
absolutamente al IV ejército alemán de Sixt von Arnim. Una vez que las líneas
de comunicaciones enemigas estuvieran deshechas, sus ejércitos girarían al
oeste y en conexión con fuerzas costeras y anfibias entrarían en los puertos
belgas, a los que tanta importancia asignaba. El paso siguiente sería marchar
sobre el corazón de Bélgica y demoler todo el frente Occidental alemán.
Los
ejércitos dispuestos para la campaña eran el 5º de Gough, que marcharía al
nordeste de Ypres contra la cresta de Pilckem. Colaborarían el 2º de Herbert
Plumer y el 1º ejército francés del
general Anthoine. La primera discrepancia surgió cuando Gough cambió el eje del
ataque inicial del previsto noreste al norte, alejándose de las cuestas de
Gheluvelt, un punto dominante crucial, sin que Haig pareciera enterarse de esta
funesta rectificación.
Aplazados
por nuevos retrasos, finalmente el 18 de julio empezaron los bombardeos preparatorios
con 1.400 piezas ( usando indistintamente proyectiles de gas y explosivo )
Duraron hasta la víspera del asalto, el 31 de julio. Un efecto indeseado de los
mismos, aparte de advertir a los alemanes que respondieron con fuego de
contrabatería, fue que habían destruido el sistema del drenaje de un terreno
bajo y con elevada capa freática, facilitando su inundación. Pero los síntomas
parecían auspiciosos. El asesor aéreo, el general de brigada Hugh Trenchard,
garantizó que se había alcanzado la superioridad en los cielos del saliente con
700 aviones. Lo mismo hizo el encargado de la artillería, infundiendo confianza
a los jefes de los ejércitos comprometidos. Los 140 tanques del coronel J.F.C.
Fuller ocupaban puntualmente sus puestos en las áreas de concentración. Pero la
preocupación de Fuller por el terreno blando aumentó con las fuertes lluvias
del día 30, la víspera de la acción.
El plan fue puesto
en marcha el 31 de julio a las 3.30 de la madrugada con 100.000 soldados
británicos en vanguardia.
Les
encaraban las divisiones del IV ejército alemán. Von Arnim y su jefe de estado
mayor, el coronel Von Lossberg, habían dispuesto su defensa al estilo
indicado por Ludendorff, con una tenue línea de puestos avanzados seguidos por
una robusta capa de seis líneas de trincheras con una profundidad de 1.800
metros protegidas por nidos de ametralladoras levantados con hormigón. Más
alejados a retaguardia 1.500 cañones esperaban abrir fuego sobre blancos
seleccionados. Von Lossberg había creado un entramado que ejercería fuego de
flanco desde las cuestas de Gheluvert sobre cualquier atacante. Precisamente el
punto que Gough había marginado en su planificación...
Las
ganancias del día 31 fueron considerables, especialmente en las alas, en torno
a los 3 kilómetros. En el centro esas
ganancias fueron magras, por el fuego de flanco y los atrevidos contrataques
alemanes. Von Arnim confiaba en sus 12 divisiones de reserva, aparte de las 8
dispuestas en línea. Los británicos aseguraron
las cuestas de Pilckem, a un coste de 15.000 bajas.
FOTO. UNO DE LAS DESOLADORES PAISAJES DE LA III BATALLA DE YPRES
FOTO. UNO DE LAS DESOLADORES PAISAJES DE LA III BATALLA DE YPRES
Las lluvias
del 2 de agosto transformaron la zona en un mar de lodo, obligando a la primera
pausa en la ofensiva. Fue reactivada el día
10, apuntando ahora a Gheluvert
después de que los mandos británicos comprobaran su relevancia. Tras
otro pequeña parón, el 16 de agosto el premio a la insistencia de Haig fue
Langemarck, el escenario de la Kindermord en 1914, con otros 9 kilómetros de
progresión. En cambio los ataques del
día 22 de agosto por parte del 5º ejército fueron decepcionantes, con menos de
un kilómetro de ganancia en la carretera de Menin ( era la ruta mas directa a
Gheluvert ) a costa de 3.000 hombres. Gough era cada vez más escéptico sobre el
resultado final, y ya el 16 de agosto mencionó que “ el éxito táctico no es
posible bajo estas condiciones”. Pero Haig, como el año anterior en el Somme,
se aferraba a la posibilidad de un colapso de los alemanes como había dibujado
Charteris, y a la necesidad de insistir.
A finales de agosto hubo una suspensión
prolongada, finalizando la primera etapa del III Ypres.
FOTO. EL INACABABLE PANORAMA DE FANGO Y CRÁTERES INUNDADOS EN EL SECTOR DE YPRES EN EL OTOÑO DE 1917
FOTO. EL INACABABLE PANORAMA DE FANGO Y CRÁTERES INUNDADOS EN EL SECTOR DE YPRES EN EL OTOÑO DE 1917
A partir del
20 de septiembre la reactivación del asalto británico puso el acento sobre la
línea Passchendaele-Gheluvelt. Haig encomendó a Plummer el liderazgo de las
operaciones en detrimento de Gough.
Plummer efectuó sus operaciones a lo largo de 13 kilómetros a ambos
lados de la carretera de Menin y el día 26 en el bosque del Polígono. Las
posiciones avanzadas de los alemanes fueron arrasadas y sus contrataques rechazados. Pero los avances no sobrepasaron el kilómetro y
costaron 39.000 bajas a los australianos y británicos, y pérdidas similares
entre los alemanes.
El uso de
asaltos secuenciados y con objetivos limitados permitía conservar el potencial
de combate sin disiparlo al primer
choque. Explotando la superioridad numérica artillera, se pudo colocar potentes
y precisos bombardeos que deshacían los contrataques alemanes, obligados a
situarse dentro del alcance de la artillería enemiga. Plummer impuso intervalos de 4 a 6 días entre
cada movimiento.
Después de repetidas conversaciones
telefónicas con Von Lossberg, Ludendorff viajó al sector para tratar
directamente la situación con los comandantes locales. Finalmente decidieron
establecer una correspondencia entre una
división del frente con una división de reserva respaldándola para facilitar
los contragolpes. Aunque Ludendorff estaba desolado por el sobresfuerzo de
potencial humano que se requería, aceptó la medida.
Al cabo de
otra breve pausa el 4 de octubre tropas canadienses y británicas del 5º
ejército treparon hacia la cuesta de Broodseinde. La novedad es que se suprimió
el bombardeo preliminar, simultaneando la actividad de la infantería y la
artillería y la infantería, cubierta por barrajes de proyectiles de humo. Aunque limitado en ganancias territoriales,
apenas 650 metros, las pérdidas
alemanas fueron de 26.000 hombres
en apenas 24 horas. El desconcierto de los jefes alemanes fue patente, ya que
las últimas contramedidas no parecían surtir efecto. Ludendorff ordenó al IV ejército crear una zona avanzada con
“una estrecha franja entre la línea de frente enemiga y la línea que nuestras
tropas están manteniendo mediante defensa móvil. El enemigo tendrá que cruzar
la franja al lanzar su ataque, y nuestra artillería tendrá tiempo de enfilarlos
antes de que ellos alcancen nuestra principal línea de resistencia”. El IV
ejército adoptó esta disposición reluctantemente, pero sus posiciones
aguantaron las posteriores embestidas británicas, aunque pagando un alto precio en vidas.
Dos divisiones que iban a ser trasladadas desde el Este a Italia fueron
desviadas a Flandes.
La acción británica y neozelandesa empezada el día 9 de octubre en Poelcapelle terminó literalmente sepultada en el barro. El día 12 el avance de solo 100 metros hacía el pueblo cosntituyó un terrible martirio para los efectivos ANZAC implicados. Nuevos movimientos el 26 y el 30 de octubre, ahora con participación canadiense, toparon con los mismos obstaculos, a la vez que la resistencia alemana se endurecía. La agotadora insistencia permitió a los hombres de Haig posicionarse a 500 metros de Passchendaele. Finalmente, el 6 de noviembre las ruinas de la aldea cayeron: una victoria pírrica, porque las líneas alemanas aguantaban firmes. La lucha se mantuvo crudamente en el saliente hasta el 10 de noviembre, cuando el barro definitivamente sepultó las esperanzas británicas al noreste de Passchendaele.
Por otro lado Haig quedó sometido a las decisiones del Consejo de Guerra interaliado constituido recientemente, lo que puso coto a la libre disposición de recursos que había tenido hasta entonces.
Las cifras de la III batalla de Ypres recogían 245.000 bajas británicas, 8.000 francesas y 260.000 alemanas. Muchas de ellas, sobre todo en octubre y noviembre, fueron hombres heridos que se ahogaron en el barro y los cráteres inundados.
La actuación de los carros de combate fue muy discreta por las condiciones sumamente desfavorables del terreno. Según opinaba Heinz Guderian respecto a los blindados ingleses en el III Ypres: " la tropa inglesa de tanques, si bien fue utilizada en varias ocasiones siempre lo hizo con objetivos muy limitados, en diminutas secciones y en parte también en un terreno que se había convertido por la lluvia y los cráteres (...) en una desolación de barro (...) sus resultados fueron escasos debido a la táctica impuesta errónea".
De hecho, las críticas de los escépticos al empleo de los tanques crecieron tanto que los cuerpos unificados que los agrupaban tácticamente se vieron en riesgo de ser suprimidos por los Aliados. Y sin embargo, solo 10 dias después, esos mismo cuerpos blindados consagrarían espectaculármente su papel como arma determinante en los campos de batalla de Cambrai.
A diferente nivel, otra importante consecuencia del revés de Passchendaele fueron los manejos de Whitehall para neutralizar al jefe de estado mayor imperial, Robertson, de cuya gestión los políticos civiles, y especialmente el primer ministro, desconfiaban cada vez más.
La acción británica y neozelandesa empezada el día 9 de octubre en Poelcapelle terminó literalmente sepultada en el barro. El día 12 el avance de solo 100 metros hacía el pueblo cosntituyó un terrible martirio para los efectivos ANZAC implicados. Nuevos movimientos el 26 y el 30 de octubre, ahora con participación canadiense, toparon con los mismos obstaculos, a la vez que la resistencia alemana se endurecía. La agotadora insistencia permitió a los hombres de Haig posicionarse a 500 metros de Passchendaele. Finalmente, el 6 de noviembre las ruinas de la aldea cayeron: una victoria pírrica, porque las líneas alemanas aguantaban firmes. La lucha se mantuvo crudamente en el saliente hasta el 10 de noviembre, cuando el barro definitivamente sepultó las esperanzas británicas al noreste de Passchendaele.
Por otro lado Haig quedó sometido a las decisiones del Consejo de Guerra interaliado constituido recientemente, lo que puso coto a la libre disposición de recursos que había tenido hasta entonces.
Las cifras de la III batalla de Ypres recogían 245.000 bajas británicas, 8.000 francesas y 260.000 alemanas. Muchas de ellas, sobre todo en octubre y noviembre, fueron hombres heridos que se ahogaron en el barro y los cráteres inundados.
La actuación de los carros de combate fue muy discreta por las condiciones sumamente desfavorables del terreno. Según opinaba Heinz Guderian respecto a los blindados ingleses en el III Ypres: " la tropa inglesa de tanques, si bien fue utilizada en varias ocasiones siempre lo hizo con objetivos muy limitados, en diminutas secciones y en parte también en un terreno que se había convertido por la lluvia y los cráteres (...) en una desolación de barro (...) sus resultados fueron escasos debido a la táctica impuesta errónea".
De hecho, las críticas de los escépticos al empleo de los tanques crecieron tanto que los cuerpos unificados que los agrupaban tácticamente se vieron en riesgo de ser suprimidos por los Aliados. Y sin embargo, solo 10 dias después, esos mismo cuerpos blindados consagrarían espectaculármente su papel como arma determinante en los campos de batalla de Cambrai.
A diferente nivel, otra importante consecuencia del revés de Passchendaele fueron los manejos de Whitehall para neutralizar al jefe de estado mayor imperial, Robertson, de cuya gestión los políticos civiles, y especialmente el primer ministro, desconfiaban cada vez más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario