18.8.07

MATADERO EN VERDUN ( I PARTE )

El 21 de febrero de 1916, a las 5.00 horas de la mañana, una poderosa salva de cañonazos alemanes rompió la quietud en la apacible villa de Verdun sirviendo de prolegómeno para la aplicación de la doctrina del " Trommelfeuer " en la versión más mortífera vista hasta la fecha. La comarca al norte de Verdun recibió a partir de las 8.12 y a lo largo de las horas siguientes un impresionante bombardeo de preparación a cargo de 1.220 piezas artilleras (incluyendo calibres superpesados de 305, 380 y 420 mm.), en un frente de 20 kilómetros con eje perpendicular al río Mosa, extendido a otros 60 kilómetros de frente con bombardeos menores de distracción. Los bosques (Bois de Ville, Bois de Haumont) y las colinas adyacentes fueron arrasados al instante y transformados en eriales de tocones consumidos y cráteres. El estruendo podía percibirse en 150-200 kilómetros a la redonda, hasta en la sierra de los Vosgos.


El huracán de fuego alargó su alcance al cabo de varias horas y comenzó a afectar el anillo de fortificaciones de Verdun, mientras los morteros y los cañones de menor calibre seguían ensañándose sobre la primera línea gala. Cada hora eran arrojados 100.000 proyectiles, algunos cargados de gas. Al atardecer, a las 17.00 horas se alargó el tiro del bombardeo y agrupaciones de reconocimiento alemanas ( antecedentes de las "sturmtruppen" especializadas que tanta fama alcanzarían en los años siguientes ) aprovecharon para cruzar la distancia de separación, la "tierra de nadie" de entre 300 y 1.500 metros y tantearon las posiciones enemigas adelantadas, comprobando los lugares donde el martilleo inmisericorde había alcanzado sus fines. Avanzaban con una sorprendente parsimonia, en filas amplias.

Durante el día 22, en medio de la nevada, la tónica siguió siendo la misma prolongándose los formidables bombardeos (que habían consumido más de dos millones de granadas) y las misiones de reconocimiento e infiltración. Finalmente con la disminución de la luz surgieron cauta pero ágilmente las siluetas del grueso de los 150.000 infantes del 5º ejército alemán, embistiendo en una longitud de 12 kilómetros. Las fuerzas inmediatamente comprometidas eran el VII cuerpo de ejército ( Von Zwehl ) con las divisiones 13º y 14º de la Reserva, el XVIII cuerpo ( Von Schenk ) con las divisiones 21º y 25º, y el III cuerpo ( Von Lochow ) con las divisiones 5º y 6º. En vanguardia marchaban las fuerzas seleccionadas equipadas generosamente con lanzallamas, morteros de trinchera y explosivos de mano, aplastando a los miembros de las divisiones francesas 51º y 72º, cuyos supervivientes, a pesar del castigo precedente, surgían aquí y allá desde el interior de sus puestos arrasados y abrían fuego de ametralladora frenando a los germanos, obligándoles a reducir esos inesperados núcleos de resistencia uno por uno. Esos grupos desesperados de resistentes realizaban ansiosos llamamientos solicitando fuego de contrabatería, que aliviase la catarata de proyectiles enemigos que estaban padeciendo, pero este solo llegó a materializarse espasmódicamente debido a la escasez de bocas de fuego francesas y su escaso calibre (la mayoría de las piezas presentes eran del tipo 75 mm)


En cambio en algunos puntos avanzaban sin impedimentos, porque el aplastante bombardeo había nivelado las trincheras sepultando a miles de defensores o dejándolos tan aturdidos que eran incapaces de empuñar las armas o siquiera mantenerse en pie. A lo largo de los días 22 y 23 se mantuvo el cañoneo y los empujes alemanes que capturaron la serie completa de puestos de vanguardia franceses: Haumont, Herbebois, Brabant y el bosque de Caures. En este último halló la muerte el coronel Driant junto con muchos de sus hombres de la brigada de cazadores alpinos de los batallones 56 y 59 ( de 1.300 solo salieron con vida 110 ). Driant, uno de los jefes de sector en Verdun y diputado por la vecina ciudad de Nancy en la vida civil, había enviado tiempo antes una carta al presidente del Senado en París, Deschanel, exponiéndole la vulnerabilidad a la que se había visto reducida Verdun al despojársela de muchos de sus elementos militares para reforzar Champaña. Estas observaciones provocaron algún revuelo e incertidumbres en el Cuartel General francés, que se tradujeron en una gira de inspección a cargo del general Castelnau durante enero de 1916, que efectivamente apreció serias deficiencias y aconsejó aumentar la protección en la zona. Pero no hubo tiempo de rectificar antes de que se desencadenara la avalancha germana.


A pesar de todo, determinadas circunstancias alertaron previamente a los defensores de lo que se les venía encima. El ataque, marcado originalmente para el 12 de febrero, fue retrasado varios días debido a las inclemencias (ventiscas de nieve y lluvias persistentes) que dificultaban la visibilidad para los apuntadores artilleros tanto terrestres como aéreos, aunque los últimos contaban con una inédita concentración de 168 aviones de exploración y caza para tratar de lograr la supremacía aérea local y proteger la más estática tarea de observación de globos y zeppelines. Los alemanes no pudieron ocultar del todo el frenético incremento de su actividad, y junto a testimonios de desertores de origen polaco y alsaciano huidos al campo francés en las jornadas anteriores (definidos en palabras del Kronprinz Guillermo, que ejercía el mando del V ejército, como "miserables bribones del Landwehr que desertaron a los franceses"), sirvieron para que al menos los oficiales galos sobre el terreno tomaran nota del posible peligro y redoblaran su vigilancia. Por añadidura Joffre recibió advertencias de diplomáticos destinados en Suiza y Dinamarca a finales de enero, aunque desdeñó su importancia porque él no le daba valor estratégico al enclave de Verdun y le parecía que los alemanes harían otro tanto. Cometió un error de juicio al trasponer su percepción personal a sus antagonistas. FOTO. EL KRONPRINZ GUILLERMO, QUE CONDUJO AL 5º EJERCITO DURANTE LA SANGRIA DE VERDUN

Para el día 23 de febrero los alemanes habían profundizado cuatro kilómetros y los puestos franceses en los altos del Mosa se encontraban directamente amenazados. La progresión, aunque algo ralentizada, era con todo considerada por los jefes del 5º ejército alemán el Kronprinz y su jefe de Estado Mayor Kostantin Schmidt von Knobelsdorf, como satisfactoria. Aceptaron en sentido literal las instrucciones de Falkenhayn de realizar " una ofensiva en la zona del Mosa en dirección a Verdun " y la interpretaron como una orden inapelable, para en sus propias directivas subrayar que había que " capturar la fortaleza de forma inmediata ".



Sobre el terreno, la situación era bastante confusa para los galos, con la mayoría de sus comunicaciones telefónicas cortadas. El día 23 a las 18.00 horas se procedió a la evacuación de la población civil de la ciudad, un indicio del agravamiento de la situación. Langle de Cary, a cargo del Grupo de Ejércitos Centro en el que estaba adscrito Verdun, y Herr, comandante con el mando inmediato de las fuerzas locales, insistieron especialmente en proteger los accesos a fuerte Douaumont e incluso planteaban contraatacar al día siguiente, 24 de febrero. Inmediatamente disponibles contaban con el castigado XXX cuerpo de ejército ( general Chretien ) compuesto por dos divisiones ordinarias y una de reserva; dejando aparte al 7º cuerpo ( general Bazelaire ) que velaba en la margen izquierda del Mosa, se encontraban próximos al sector amenazado el II cuerpo estacionado en Woevre, con tres divisiones, y las divisiones 37º y 48º a unos 20 kilómetros al sur del saliente.

Pero lo que vio esa jornada fue la continuación del inexorable empuje alemán que desbordó toda la segunda línea y culminó el día 25 con la atrevidísima incursión del sargento Kunze, el cual, al frente de unas patrullas capturó el fuerte de Douaumont. Increíblemente, estaba casi desguarnecido ( solo 60 hombres de las fuerzas territoriales) , tal vez por el antedicho caos de comunicaciones: " El sólido y considerado inexpugnable pilar nororiental del sistema defensivo de Verdun ", anotaba Falkenhayn con cierta ironía. Según la apreciación del capitán Von Brandis , destacado en el fuerte recién capturado, había en aquellos instantes una completa ausencia de franceses en el sector de Douaumont-Sonville-Tavannes, y así se lo comunicó al estado mayor del V ejército; de hecho, el Kronprinz más tarde se lamentó amargamente de que las reservas previstas para explotar estos primeros triunfos sufrieran un importante retraso. Con todo, el inesperado revés obligó a los franceses a organizar una defensa atrincherada e improvisada en toda la planicie amesetada de Douaumont, con un terrible coste en las semanas venideras.

Incluso después de constarse la virulencia del asalto alemán, Joffre seguía dudando de la trascendencia última de la acción, pero empezó a tomar contramedidas pidiendo a los ingleses que relevaran al 10º ejército francés para así contar con una reserva, y enviando al general Castelnau a la zona como su representante autorizado para tratar de poner orden en la confusión allí reinante. Una vez en el lugar, organizó los primeros refuerzos y despachó con Langle de Cary tomando la resolución de entregar el mando directo del saliente al jefe del 2º ejército, Henri P. Petain con un claro cometido: resistir a toda costa. No habría evacuación en ningún caso.

FOTOS. EL FUERTE DE DOUAUMONT EN VISTA AEREA, ANTES Y DESPUES DE LA BATALLA.

Petain, de 60 años, había ascendido meteóricamente desde 1914, destacando como un sobresaliente táctico con sangre fría, y conocido en su faceta privada por su gran afición a la vida alegre, especialmente las mujeres. Tomó posesión a las 0.00 horas del 26 de febrero ( diagnosticado de neumonía y afectado por la fiebre, contraída en su precipitado e incómodo viaje ) e inmediatamente procedió a imponer disciplina a las tropas confundidas y a establecer una nueva barrera defensiva cuyos lugares pronto alcanzarían un renombre sanguinario: el macizo de Aumiers, Thiaumont, la meseta de Douaumont y fuerte Vaux. En particular emplazó con urgencia cantidades significativas del nuevo cañón de 155 mm ( llamado "Schneider" por su inventor de origen alsaciano ) para devolver los golpes artilleros cuanto antes, a la vez que desplegaba a partir del 27 del mes 13 baterías en la margen izquierda del Mosa para hostigar de flanco a los alemanes que habían conseguido aproximarse a 9 kilómetros del centro de Verdun. También Petain hubo de dar repuesta al acuciante problema de las vías de transporte. Casi todas ellas habían resultado gravemente afectadas por los bombardeos: railes, puentes y carreteras . Los principales ferrocarriles de la región estaban bajo el control de los alemanes desde el verano de 1914 (de hecho procedieron a ampliarlos construyendo nuevos enlaces en vísperas de su ofensiva), y en definitiva la única arteria disponible para garantizar los recursos indispensables para sostener una batalla de gran estilo, tal como ya se estaba presentando la categoría de la pugna por Verdun, era la carretera secundaria que la unía a Bar-le-Duc, a 45 kilómetros al sur. Fue preciso repararla y ensancharla a toda prisa, convirtiéndose en el pulmón francés de Verdun bajo el posterior nombre de la " Vía Sagrada ". De promedio diario transitarían por ella 6.000 camiones y vehículos, que en la ida portaban miles de toneladas de pertrechos y soldados de refresco, y a la vuelta retiraban las enormes cantidades de heridos que se acumulaban en precario.

Esta inopinada capacidad de reacción sorprendió a la jefatura alemana; una semana después del inicio de la confrontación contabilizaban 25.000 bajas propias y el ministro de la guerra Wild von Hohenborn recogía las primeras dudas: " Falkenhayn esta muy nervioso a causa de las comprobadas y elevadas perdidas que hemos sufrido ". El 28 de febrero se convocó una reunión entre el Kronprinz y el jefe del OHL en la que el primero sostuvo que eran precisos nuevos refuerzos: "no gota a gota, sino a gran escala ". También era una preocupación la amenaza que representaba el espolón que formaban las posiciones al oeste del Mosa, que los franceses estaban aprovechando para contrabatir la artillería alemana, ahora que la toma de Verdun se retrasaba. Por ello se le ordenó al 5º ejército, tras una pequeña pausa a primeros de marzo, que extendiera los asaltos a la margen izquierda del río simultáneamente a la reanudación del empuje en la margen derecha. A partir del 6 de marzo se repitieron las desesperadas cargas plagadas de heroísmo. Petain ordenó mantenerse a cualquier precio en la cota 304 y en la colina de Mort-Homme y el cercano bosque de Corbeaux, donde en unas horas se habían rendido 1.200 soldados , tratando de evitar que los germanos lograran ventaja al dominar los altos. Se adoptaron medidas draconianas, como la amenaza del general De Bazelaire de disparar sobre cualquier unidad propia que tratara de retirarse. El 20 de marzo en el extremo oeste la margen izquierda, en Avoncourt, la traición de algunos desertores propició una victoria parcial alemana que costó a los franceses 3.000 prisioneros, pero la 11º división bávara de Von Kneusel que había protagonizado el afortunado golpe de mano, fracasó en un ulterior intento de aprovechar su ventaja padeciendo graves pérdidas.
MAPA. SE AMPLIA LA OFENSIVA GERMANA A LA MÁRGEN IZQUIERDA DEL MOSA DESDE EL 6 DE MARZO DE 1916

El fuerte de Vaux fue blanco predilecto y atrajo una cascada de fuego alemán quedando virtualmente acribillado y con los terrenos circundantes reducidos a un paisaje lunar de socavones. La aldea de igual nombre cambiaría de manos 13 veces a lo largo del mes de marzo en un implacable forcejeo. Arremetidas y defensas igualmente enconadas, repletas de prodigios de valor y sobre todo de un enorme sacrificio se sucedieron en las semanas siguientes, elevando el cómputo de bajas a 90.000 francesas y 82.000 alemanas a primeros de abril, sin que hubiese apenas cambios en la configuración del frente, clavado en torno a Mort-Homme, Douaumont y Vaux. Los franceses también resistían en el aire, tratando de arrebatar la supremacía de los cielos a sus contrapartes, entre los que descollaba uno de los primeros ases de naciente aviación bélica: Oswald Boelcke. 

AMPLIACIÓN EN VIDEO: LA BATALLA DE VERDUN



Nuevamente, los juicios de Von Hohenborn ilustran sobre el dilema en el que se debatían los jefes alemanes ¿ debían continuar o parar ?: " Todo discurre lentamente en Verdun ¡ desafortunadamente! Knobelsdorf esta acabado y las tropas están consumidas. En las deliberaciones con Falkenhayn, cuando alguien solicita hacer una pausa, yo proclamo: ¡ No ! Este asunto tiene que resolverse, aunque por supuesto no debe convertirse en otro Ypres".

Las vacilaciones fueron desestimadas y más unidades fueron destinadas a ser consumidas en la vorágine. Ahora eran divisiones completas las que en el plazo de días quedaban completamente destrozadas: alguna de ellas sufrió hasta 11.000 bajas ( respecto a los 15.000 hombres originales ), aunque la disciplina prusiana hacia que arrostrasen al enemigo sin dudar.

El escenario no estaba evolucionando según las predicciones de Falkenhayn; no tenía Verdun ni estaba logrando el desgaste superior de los franceses porque el de sus propias filas estaba siendo desmesurado. Por aquellas mismas fechas, en el campo francés se habían producido importantes relevos. Joffre, molesto por las constantes peticiones de refuerzos de Petain, el intento (fracasado) de éste para conservar más piezas de artillería que Joffre destinó a la inminente batalla del Somme, y la impaciencia del comandante en jefe francés y de algunos políticos por lo que consideraban tácticas excesivamente defensivas de Petain finalmente forzaron su cambio de destino el 30 de abril, eso si, con una cautelosa "patada hacia arriba", una promoción al mando de el Grupo de Ejércitos Centro. El cambio de liderato en el 2º ejército francés en Verdún halló traducción en nuevos aires agresivos. Se acabó la “obsesión” defensiva de Petain y se sustituyó por el voluntarismo entusiasta de su sustituto, Robert Nivelle, hasta entonces jefe del III cuerpo de ejército. Hacia el 1 de mayo de 1916 el 2º ejército contaba con 540.000 hombres subdivididos en siete cuerpos de ejército. Aunque el empuje del adversario continuaba en la margen izquierda del Mosa, Nivelle se preparó para recuperar fuerte Douaumont, y desde el 17 de mayo ordenó bombardeos intensivos sobre él, siguiendo el principio establecido el año anterior: “la artillería destruye, la infantería ocupa”. Entretanto, los alemanes habían sufrido un grave percance en el interior del fuerte, el 8 de mayo, cuando un incendio en su interior y las explosiones sucesivas de diversa munición almacenada en una de las casamatas provocaron nada menos 700 muertos y 1.800 heridos.

El general Mangin, un áspero veterano de las luchas coloniales, era ahora el lugarteniente de Nivelle y el encargado de poner en práctica la reconquista de Douaumont.

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