Durante el mes de marzo de 1917, fueron enviados al fondo del mar 267 mercantes aliados y neutrales con 564.000 toneladas de registro. Los choques entre los submarinos y los buques de escolta se incrementaron paralelamente. Fueron destruidos el UC-43 de Erwin Sebelin por las cargas de profundidad de un destructor, el U-85 de Wilhelm Petz a manos de un buque trampa, el UB-6 de Oskar Stekelberg varado en la costa holandesa, y el UC-68 de Hans Degetau por accidente con sus propias minas.
De todos modos, uno de cada cuatro navíos que salían o se dirigían a Gran Bretaña era destruido.
Una posibilidad cada vez más mencionada era la implantación del sistema de convoyes para tratar de parar esta hemorragia. En julio de 1916 se había introducido el sistema de convoyes hacía Hoek van Holland para asegurar las importaciones de carne holandesa con resultados positivos ( solo se habían perdido 3 buques ), y el 10 de febrero de 1917 a petición de los franceses, se formaron convoyes de barcos carboneros. Pero estos eran todavía casos excepcionales y existían dudas sobre la efectividad del sistema en convoyes oceánicos en tránsito prolongado. El 23 de febrero de 1917 el almirante Jellicoe y su estado mayor se habían mostrado escépticos con el sistema de convoyes después de una conferencia con una decena de capitanes de la navegación mercante, los cuales pintaron múltiples dificultades para hacer navegar continuamente a los cargueros en filas con intervalos de 500 metros de distancia día y noche. Pero la necesidad de dar protección inmediata al tráfico naval era imperiosa.
Ante la gravedad de los acontecimientos el 4 de abril tuvo lugar una reunión en Longhope con la participación de los almirantes Beatty y Frederick Brock, jefe del distrito naval de las Shetland y Orcadas, en la que aprobó, a pesar de las dudas, el sistema de convoyes de doce buques entre Lerwick ( islas Shetland ) y la costa oriental de Escocia y Noruega. El 24 el Almirantazgo dio su visto bueno y a partir del día 29 de abril se empezó a circular con ese dispositivo en la zona. En otros escenarios proseguía implacable la caza: nada menos que 372 barcos fueron hundidos con 860.000 toneladas en el mes de abril, a cambio de la pérdida de solo dos sumergibles germanos.
En el mes de mayo las pérdidas alzanzaron 616.000 toneladas con 282 víctimas, un leve retroceso respecto a la marca de abril pero una cifra igualmente espectacular. En contrapartida fueron destruidos el U-81 de Raimund Weisbach a manos de un sumergible británico; el UC-26 de Von Schmettow destrozado al abordaje por un destructor; el UC-76 de Wilhelm Barten por accidente con minas propias en Heligoland, caso que se repitió con el U-59 de Von Firks, el UB-39 de Heinrich Küstner por una mina inglesa en el Canal de la Mancha; el UC-36 de Gustav Buch en circunstancias no aclaradas también en el Canal de la Mancha; el UB-36 de Keyserlinck ante la embestida de un carguero en la costa de Bretaña; y el UC-24 de Curt Willich en el Adriático. La lucha se endurecía a medida que cada vez más mercantes eran artillados: en 1916 eran 1.420 los vapores ingleses artillados con piezas entre los 57-152 mm, y en 1917 ascendieron a 2.987. Los buques de escolta usaban crecientemente cargas de profundidad. Por otro lado, finalmente el Almirantazgo británico se decidió a autorizar la formación de convoyes oceánicos, el primero de los cuales zarpó el 10 de mayo de Gibraltar compuesto por 17 unidades, recalando en Gran Bretaña sin pérdidas. La experiencia de otro convoy salido desde Virginia el 24 de mayo fue igualmente satisfactoria, atravesando el Atlántico y llegando a puerto el 10 de junio, con solo la pérdida de un buque que había quedado rezagado del grueso.
Además se hicieron notar las primeras contribuciones de escolta de los EE.UU cuando el 4 de mayo llegó a Irlanda la 8ª escuadrilla de la US Navy con 6 destructores, se activó el 29 de mayo la Transport Force compuesta por 24 cruceros y 45 transportes destinada a transportar la American Expedicionary Force ( AEF ) y el 9 de junio entró en acción la US Patrol Squadron encargada de dar protección en aguas francesas, al principio con los efectivos modestos de 6 yates armados cedidos a fondo perdido por particulares pero que aumentaría rápidamente su potencia a lo largo del verano con docenas de destructores y yates.
DOS DE LAS BAJAS ALEMANAS EN LA CAMPAÑA DE LA PRIMAVERA DE 1917: LOS TENIENTES DE NAVÍO W. PETZ ( U-85 ), Y H. PUSTKUCHEN ( UC-66 )
La introducción del sistema de convoyes llevaba su tiempo, y en junio los éxitos de los submarinos se alzaron hasta las 696.000 toneladas, en parte por el incremento de los submarinos presentes simultáneamente en las zonas de patrulla, que ahora ascendía a 55 unidades. Por su parte los alemanes encajaron las pérdidas del UC-29 de Ernst Rosenow a manos de un buque-trampa, y el UC-66 de Herbert Pustkuchen por un bou utilizando cargas de profundidad. Pero en julio las cifras se redujeron a 555.000 toneladas en 224 barcos. La aparición de los convoyes obligó a un cambio en los métodos de adiestramiento. Otro desafío lo representaba la actividad creciente de los aeroplanos aliados impulsada por el capitán Jean de Laborde como representante de la Aviación Marítima Francesa. El 29 de julio, por ejemplo, el submarino UC-16 de Georg Reimarus fue averiado por dos aviones ingleses equipados con cargas de profundidad que lo detectaron en inmersión cuando navegaba a poca profundidad, teniendo que abortar su misión y regresar a Zeebrugge.
Ese mes la contrapartida fueron el U-99, Max Elstester frente a la costa noruega a manos de un submarino británico, el UC-1 de Cristhian Mildenstein cobrado por una mina enemiga frente a Nieuport, el UC-61 de Georg Gerth varado en la costa francesa del estrecho de Dover, el UB-20 de Hermann Glimpf desaparecido despues de salir de Zeebrugge, el UB-21 de Heinz Von Stein zu Lausnitz abordado y atacado con cargas por un cañonero, y el U-69 de Wilhelms desparecido al suroeste de Irlanda.
El plazo dado por el almirante Holtzendorff para colapasar Gran Bretaña se acercaba a su fin. A pesar de los evidentes transtornos que se estaba causando al aprovisionamiento aliado, este seguía funcionando. En el Reichstag, el lider socialista Erzberger proclamó que la campaña submarina había fallado y que había que buscar una solución pactada. Minado por esta aparatosa ruptura de la Burgerfriede, el canciller Bethmann-Hollweg dimitió el 13 de julio, sustituido por el anciano Georg Michaelis, bien visto por el Alto Estado Mayor, pero con escasos asideros políticos en Berlín.
Con todo, las tripulaciones de los submarinos germanos siguieron arriesgándose bravamente y obteniendo triunfos importantes, a pesar de lo cual el tonelaje cobrado disminuyó en agosto de 1917 hasta las 472.000 toneladas representadas por 186 blancos. Los sumergibles pagaron su acostumbrado tributo de sangre: el UC-44 de Kurt Tebbenjohanns frente a Waterford, el U-44 de Paul Wagenfürh abordado por el destructor Oracle cuando navegaba en precario cerca de Noruega tras un combate con un buque-trampa; el UC-72 de Ernst Voight, destruido precisamente por otro buque-trampa, el Acton; el UC-41 de Hans Förste por cargas de profundidad de tres bous en Escocia; y el U-50 de Berger seguramente fulminado por una mina inglesa en las aguas de Heligoland.
A finales de agosto de 1917 las últimas esperanzas de poder resolver el conflicto meramente con la actividad de los submarinos se derrumbaron. Únicamente en abril se habían superado las 700.000 toneladas mensuales precisas para cumplir los objetivos. Se había minusvalorado la capacidad de respuesta de los Aliados, la cantidad de submarinos precisos para la misión y la entereza de los marinos mercantes de los países neutrales que pasados los primeros instantes de confusión y temor siguieron haciéndose a la mar y manteniendo el tránsito de suministros imprescindibles para los miembros de la Entente.
De todos modos, uno de cada cuatro navíos que salían o se dirigían a Gran Bretaña era destruido.
Una posibilidad cada vez más mencionada era la implantación del sistema de convoyes para tratar de parar esta hemorragia. En julio de 1916 se había introducido el sistema de convoyes hacía Hoek van Holland para asegurar las importaciones de carne holandesa con resultados positivos ( solo se habían perdido 3 buques ), y el 10 de febrero de 1917 a petición de los franceses, se formaron convoyes de barcos carboneros. Pero estos eran todavía casos excepcionales y existían dudas sobre la efectividad del sistema en convoyes oceánicos en tránsito prolongado. El 23 de febrero de 1917 el almirante Jellicoe y su estado mayor se habían mostrado escépticos con el sistema de convoyes después de una conferencia con una decena de capitanes de la navegación mercante, los cuales pintaron múltiples dificultades para hacer navegar continuamente a los cargueros en filas con intervalos de 500 metros de distancia día y noche. Pero la necesidad de dar protección inmediata al tráfico naval era imperiosa.
Ante la gravedad de los acontecimientos el 4 de abril tuvo lugar una reunión en Longhope con la participación de los almirantes Beatty y Frederick Brock, jefe del distrito naval de las Shetland y Orcadas, en la que aprobó, a pesar de las dudas, el sistema de convoyes de doce buques entre Lerwick ( islas Shetland ) y la costa oriental de Escocia y Noruega. El 24 el Almirantazgo dio su visto bueno y a partir del día 29 de abril se empezó a circular con ese dispositivo en la zona. En otros escenarios proseguía implacable la caza: nada menos que 372 barcos fueron hundidos con 860.000 toneladas en el mes de abril, a cambio de la pérdida de solo dos sumergibles germanos.
En el mes de mayo las pérdidas alzanzaron 616.000 toneladas con 282 víctimas, un leve retroceso respecto a la marca de abril pero una cifra igualmente espectacular. En contrapartida fueron destruidos el U-81 de Raimund Weisbach a manos de un sumergible británico; el UC-26 de Von Schmettow destrozado al abordaje por un destructor; el UC-76 de Wilhelm Barten por accidente con minas propias en Heligoland, caso que se repitió con el U-59 de Von Firks, el UB-39 de Heinrich Küstner por una mina inglesa en el Canal de la Mancha; el UC-36 de Gustav Buch en circunstancias no aclaradas también en el Canal de la Mancha; el UB-36 de Keyserlinck ante la embestida de un carguero en la costa de Bretaña; y el UC-24 de Curt Willich en el Adriático. La lucha se endurecía a medida que cada vez más mercantes eran artillados: en 1916 eran 1.420 los vapores ingleses artillados con piezas entre los 57-152 mm, y en 1917 ascendieron a 2.987. Los buques de escolta usaban crecientemente cargas de profundidad. Por otro lado, finalmente el Almirantazgo británico se decidió a autorizar la formación de convoyes oceánicos, el primero de los cuales zarpó el 10 de mayo de Gibraltar compuesto por 17 unidades, recalando en Gran Bretaña sin pérdidas. La experiencia de otro convoy salido desde Virginia el 24 de mayo fue igualmente satisfactoria, atravesando el Atlántico y llegando a puerto el 10 de junio, con solo la pérdida de un buque que había quedado rezagado del grueso.
Además se hicieron notar las primeras contribuciones de escolta de los EE.UU cuando el 4 de mayo llegó a Irlanda la 8ª escuadrilla de la US Navy con 6 destructores, se activó el 29 de mayo la Transport Force compuesta por 24 cruceros y 45 transportes destinada a transportar la American Expedicionary Force ( AEF ) y el 9 de junio entró en acción la US Patrol Squadron encargada de dar protección en aguas francesas, al principio con los efectivos modestos de 6 yates armados cedidos a fondo perdido por particulares pero que aumentaría rápidamente su potencia a lo largo del verano con docenas de destructores y yates.
DOS DE LAS BAJAS ALEMANAS EN LA CAMPAÑA DE LA PRIMAVERA DE 1917: LOS TENIENTES DE NAVÍO W. PETZ ( U-85 ), Y H. PUSTKUCHEN ( UC-66 )
La introducción del sistema de convoyes llevaba su tiempo, y en junio los éxitos de los submarinos se alzaron hasta las 696.000 toneladas, en parte por el incremento de los submarinos presentes simultáneamente en las zonas de patrulla, que ahora ascendía a 55 unidades. Por su parte los alemanes encajaron las pérdidas del UC-29 de Ernst Rosenow a manos de un buque-trampa, y el UC-66 de Herbert Pustkuchen por un bou utilizando cargas de profundidad. Pero en julio las cifras se redujeron a 555.000 toneladas en 224 barcos. La aparición de los convoyes obligó a un cambio en los métodos de adiestramiento. Otro desafío lo representaba la actividad creciente de los aeroplanos aliados impulsada por el capitán Jean de Laborde como representante de la Aviación Marítima Francesa. El 29 de julio, por ejemplo, el submarino UC-16 de Georg Reimarus fue averiado por dos aviones ingleses equipados con cargas de profundidad que lo detectaron en inmersión cuando navegaba a poca profundidad, teniendo que abortar su misión y regresar a Zeebrugge.
Ese mes la contrapartida fueron el U-99, Max Elstester frente a la costa noruega a manos de un submarino británico, el UC-1 de Cristhian Mildenstein cobrado por una mina enemiga frente a Nieuport, el UC-61 de Georg Gerth varado en la costa francesa del estrecho de Dover, el UB-20 de Hermann Glimpf desaparecido despues de salir de Zeebrugge, el UB-21 de Heinz Von Stein zu Lausnitz abordado y atacado con cargas por un cañonero, y el U-69 de Wilhelms desparecido al suroeste de Irlanda.
El plazo dado por el almirante Holtzendorff para colapasar Gran Bretaña se acercaba a su fin. A pesar de los evidentes transtornos que se estaba causando al aprovisionamiento aliado, este seguía funcionando. En el Reichstag, el lider socialista Erzberger proclamó que la campaña submarina había fallado y que había que buscar una solución pactada. Minado por esta aparatosa ruptura de la Burgerfriede, el canciller Bethmann-Hollweg dimitió el 13 de julio, sustituido por el anciano Georg Michaelis, bien visto por el Alto Estado Mayor, pero con escasos asideros políticos en Berlín.
Con todo, las tripulaciones de los submarinos germanos siguieron arriesgándose bravamente y obteniendo triunfos importantes, a pesar de lo cual el tonelaje cobrado disminuyó en agosto de 1917 hasta las 472.000 toneladas representadas por 186 blancos. Los sumergibles pagaron su acostumbrado tributo de sangre: el UC-44 de Kurt Tebbenjohanns frente a Waterford, el U-44 de Paul Wagenfürh abordado por el destructor Oracle cuando navegaba en precario cerca de Noruega tras un combate con un buque-trampa; el UC-72 de Ernst Voight, destruido precisamente por otro buque-trampa, el Acton; el UC-41 de Hans Förste por cargas de profundidad de tres bous en Escocia; y el U-50 de Berger seguramente fulminado por una mina inglesa en las aguas de Heligoland.
A finales de agosto de 1917 las últimas esperanzas de poder resolver el conflicto meramente con la actividad de los submarinos se derrumbaron. Únicamente en abril se habían superado las 700.000 toneladas mensuales precisas para cumplir los objetivos. Se había minusvalorado la capacidad de respuesta de los Aliados, la cantidad de submarinos precisos para la misión y la entereza de los marinos mercantes de los países neutrales que pasados los primeros instantes de confusión y temor siguieron haciéndose a la mar y manteniendo el tránsito de suministros imprescindibles para los miembros de la Entente.
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