16.2.13

PLENA MUNDIALIZACIÓN DE LA GRAN GUERRA: ESTADOS UNIDOS SECUNDA A LOS ALIADOS



Ante el estallido de la lucha en Europa la opinión pública estadounidense se había dividido. Los habitantes de ascendencia anglosajona y los círculos ideológicos liberales de la costa Este tendían a exaltar a Gran Bretaña y Francia. Muy pronto  grupos de voluntarios vía Canadá se alistaron en el ejército británico. De ellos surgieron la escuadrilla Lafayette y el Cuerpo Auxliar de Camilleros, en los cuales ciudadanos norteamericanos se implicaron en los frentes de acción. Por otro lado, muchos americanos de las amplias praderas rurales se mostraban escépticos con ambos bandos, el amplio colectivo de origen alemán solían inclinar sus simpatías a los Imperios Centrales, y el de origen irlandés era lo suficientemente antibritánico como para rechazar tajantemente un acercamiento a Londres. Pero todos ellos compartían  desdén por la mezquina rebatiña de  lindes, como era calificado el conflicto europeo, pensamiento que al principio compartía el ambiente político de Washington. Ejemplo de esa mentalidad fue el viaje del “barco de la paz” patrocinado por el empresario Henry Ford para denunciar lo que los pacifistas denunciaban como una enorme tragedia. El 4 de diciembre de 1915 se embarcó con 20 personas de su equipo, 50 pacifistas mas o menos estrafalarios y 57 periodistas rumbo a Europa. El 19 de diciembre llegó a Noruega y allí se mostró inoperante por las querellas absurdas entre sus tripulantes (  Ford se retiró el 24 de diciembre ) y sus iniciativas desdeñadas y fácilmente ridiculizadas.

¿ Cual era la actitud del gobierno? Thomas Woodrow Wilson,  jefe del partido demócrata había obtenido la presidencia el 4 de marzo de  1913 al derrotar en las pasadas elecciones del 5 de noviembre de 1912 a los divididos republicanos ( entre el ala oficial de Taft y la disidente de Theodore Roosvelt ), al conseguir 6.300.000 votos,  el  42% del censo. Wilson era un erudito profesor de Historia y  economía  política en la universidad de Princenton, que pasó a la política activa como gobernador de Nueva Jersey en 1910, donde se mostró independiente, con un estilo ascético y muy entregado al modelo ético.  Al poco de estallar la crisis bélica, Wilson proclamó la neutralidad de EE.UU. “ Debemos ser neutrales tanto de hecho como de palabra (…) debemos ser imparciales tanto de pensamiento como de obra; hemos de contener nuestros sentimientos”. Pero ante las realidades cotidianas esta altisonante declaración, muy en la característica idiosincrasia de Wilson ( que tenía una elocuencia de predicador ) quedó en papel mojado.  En el invierno de 1914-15 estaba claro que la guerra se prolongaría. Para los beligerantes se hacía crucial la acumulación de material militar y de consumo civil. En noviembre de 1914 representantes de la banca privada norteamericana ( por ejemplo, la Morgan ) comenzaron a negociar con Londres la financiación de las compras de suministros bélicos y material civil de la Entente a EE.UU. Desde primeros de 1915 llovieron los pedidos de todo tipo que hicieron florecer la actividad de múltiples sectores económicos norteamericanos. Ese flujo de negocios solamente podía establecerse con los Aliados, puesto que el bloqueo del Mar del Norte y el Adriático por la Royal Navy dejaba a los puertos alemanes y austro-húngaros fuera de juego. 


 
IMAGEN.THOMAS WOODROW WILSON, PRESIDENTE DE ESTADOS UNIDOS ENTRE 1912-1920

Es cierto que el bloqueo provocó algunos roces puesto que EE.UU defendía el principio de “libertad de los mares” vigente hasta la fecha. Alemania pudo al principio adherirse a ese principio, esperando así indisponer a Gran Bretaña con EE.UU, y de hecho se produjeron algunas notas oficiales con quejas norteamericanas por las interferencias  provocadas por el bloqueo a las exportaciones de alimentos con destino a los Imperios Centrales. Sin embargo,  la influencia de los grupos financieros pro-Aliados en Washington suavizaron el tono de esas protestas. Y por otro lado, esos mismos productos  siempre podían ser comprados por “otros” clientes: los propios Aliados. 

En 1915 se concedieron 500 millones de dólares en créditos a los países de la Entente, y hacía 1917 el montante ascendía a unos 4.000 millones. A los Imperios Centrales solo se les había prestado 20 millones en esa fecha. En Berlín cundió el disgusto al comprobar que la neutralidad de EE.UU solo servía en la práctica para que ser convirtiera  en el principal aprovisionador y  banquero de sus enemigos. No obstante, también podía argumentarse que por esto mismo, Washington no necesitaba correr riesgos y le convenía mantenerse al margen de una implicación directa en tanto el conflicto permaneciera indeciso.

Un factor emocional y moral podía cambiar eso. La guerra submarina podía ser el método para impedir que los Aliados se abasteciesen. Hasta febrero de 1915 los sumergibles germanos habían actuado de acuerdo más o menos  de acuerdo a la ley de presas vigente ( elaborada sin tener en cuenta la posible función corsaria del por entonces inédito submarino ), pero el 4 de febrero se anunció que en las aguas británicas todo mercante podía ser hundido. Esta primera campaña concluyó con el incidente del “Lusitania”. 
Este doloroso asunto fue aprovechado por los intervencionistas pro-Aliados para hacer una campaña mediática a favor del “estado general de  preparación para la guerra”. Aunque presentada como una actitud defensiva, esta “Preparación” suponía en si misma un rearme,  acompañado de un tono cada vez más exigente sobre Alemania.  A finales de 1915 Wilson presentó un programa para el incremento del poder militar, y en enero de 1916 hasta realizó una gira para justificarlo. Con la aquiescencia del gobierno ( aunque con fondos privados ) en la localidad de Plattsburg se iniciaron unos cursillos intensivos para preparar 1.200 oficiales voluntarios , ejemplo que fue seguido por otros “Plattburgs” en varios puntos del país. Los intervencionistas estaban bien representados tanto entre las filas  demócratas ( el secretario de Estado de Wilson, Robert Lansing, era un declarado  aliadófilo ) como entre las republicanos,  particularmente vociferantes. Roosvelt en particular descalificó a Wilson tildándole de débil que ponía en peligro los intereses de la nación,  y que debía evitarse que EE.UU fuera un país impotente.

Siempre será un enigma cuales fueron las verdaderas intenciones de Wilson en aquel periodo. Cierto es que paralelamente a su creciente apoyo a la “Preparación” también incrementó sus gestiones diplomáticas aparentemente mediadoras,  enviando a uno de sus consejeros de confianza, el coronel House, de visita por Europa a principios de 1915 y de nuevo un año más tarde, en favor de la convocatoria de una conferencia de paz.

Al agotarse su mandanto, Wilson se presentó por su partido el 14 de junio de 1916 con un programa basado en la necesidad de mantener a su país apartado del conflicto mundial. De hecho, uno de los eslóganes demócratas fue “Él nos mantuvo fuera de la guerra”, con lo que captó el voto antibelicista, aunque personalmente se guardó muy mucho de prometer  que renunciaba a implicarse definitivamente. Su oponente era el republicano C. E. Hughes, incoloro ex -gobernador de Nueva York y anterior juez del tribunal supremo, en torno al que se arremolinaron los intervencionistas pro-Aliados.  En las elecciones del 7 de noviembre de 1916 Wilson fue reelegido con 9.100.000 sufragios y el 49,1 % de porcentaje. 

Así,  en consonancia con su programa, el presidente formuló el 18 de diciembre de 1916 una declaración solicitando una definición de los objetivos de guerra de los beligerantes. Obtuvo una repuesta esquiva de los Aliados y de los Imperios Centrales, pero el canciller Bethmann recogió el guante y solicitó una conferencia de paz sin términos previos. Ante la imposibilidad de conciliar las posturas Wilson estableció en un mensaje al Congreso el 22 de enero de 1917, la solicitud de una paz sin vencedores ni vencidos, sin anexiones ni reparaciones. El 31 de enero se anunció la reanudación de la guerra submarina alemana sin restricciones y después del torpedeamiento el 3 de febrero de los cargueros norteamericanos “Housatonic” y “Eavenstone”, Washington rompió relaciones con Alemania. 

A esta escalada de tensión siguió una pausa, pronto rota por un incidente diplomático. El 19 de enero el ministro de exteriores alemán, A. Von Zimmermann, había enviado un telegrama cifrado al embajador alemán en Méjico, Von Eckardt en el que le solicitaba que convenciera al presidente Venustiano Carranza para que en caso de adhesion de EE.UU a los Aliados, se instituyera una alianza germano-mejicana. A cambio, Alemania ofrecía a Méjico la recuperación de los territorios perdidos en 1848 ante su vecino septentrional,  a saber, Texas, Arizona y  Nuevo Méjico, garantizando la derrota de la coalición enemiga con la guerra submarina., e incluso se especulaba con una alianza japonesa. Esta propuesta venía a cuento de las tensas relaciones entre ambos países americanos desde el inicio de una caótica revolución al sur de Rio Grande. Los incidentes habían menudeado, especialmente desde las incursiones de Pancho Villa en la ciudad lindera de Columbus el año anterior y la consiguiente respuesta en forma de “invasión  ( tolerada por el gobierno Carranza ) de 10.000 soldados norteamericanos bajo el mando del general John Pershing en una persecución fracasada sobre  Pancho Villa. La verdad es que como jugada estratégica la propuesta de Zimmerman era absurda y ridícula vista la escasa capacidad militar y las luchas internas que sacudían Méjico, y la alta improbabilidad de que el acosado gobierno de Carranza mordiera el cebo. Pero lo peor para los Imperios Centrales no fue la propuesta en sí, sino las manos en las que cayó.

Puesto que no había comunicación directa con Méjico, el mensaje fue transmitido a la embajada alemana en Washington  vía embajada norteamericana en Berlín. Los ingleses tenían los cables pinchados y la sección de inteligencia Room 40 descifró su contenido ( como venía haciendo habitualmente ) El día 3 de febrero el embajador americano en Londres Walter Page recibió una copia de un mensaje en el que se ordenaba a Von Bernstorff abandonar su embajada. Wilson movilizó a la U.S. Navy para proteger sus mercantes y endureció su tono, pero los británicos, considerando que había que echar mas leña al fuego,  el 24 de febrero revelaron a Page el contenido del “telegrama Zimmerman”. El día 28 esa nota llegó a las redacciones de la prensa norteamericana con el revuelo que era de prever en la opinión pública. Era evidente que la ruptura final entre Alemania y EE.UU estaba al caer. El 5 de marzo Page le advirtió a Wilson del riesgo de una bancarrota en caso de que los Aliados fueran vencidos. El 9 de marzo el Congreso autorizaba el artillado de los mercantes propios. El 31 de marzo el almirante Sims y su consejero,  el comandante Babcock, partieron con destino a Liverpool de incognito para coordinar las futuras operaciones comunes.


IMAGEN. EL PRESIDENTE WILSON SOLICITANDO ALCONGRESO  LA DECLARACIÓN DE GUERRA A ALEMANIA EL 2 DE ABRIL DE 1917

El día 2 de abril de 1917 Wilson solicitó al Senado y al Congreso la declaración de guerra al II Reich.  El día 6 de abril se aprobó  la declaración de guerra por 373 votos a favor y 50 en contra en el Congreso y más contundentemente en el Senado por 82 a 6 . EE.UU intervenía finalmente  en la Gran Guerra con la fórmula de "poder asociado"  a los Aliados ( aunque curiosamente no declararía la guerra a Austria-Hungría hasta diciembre de 1917)  Inmediatamente destacamentos armados se apoderaron de los 114 navíos alemanes internados en territorios bajo control estadounidense. Serían muy necesarios para cuando hubiera que transportar el futuro ejército expedicionario americano ( A.E.F.) a Europa.

Ese mismo día también se solicitó la asignación de 3.000 millones de dólares para movilizar de inmediato a un millón de hombres en una gigantesca operación. La maquinaria de la potencia norteamericana comenzaba a ponerse en marcha. De momento su poder terrestre era modesto, unos 108.000 soldados y 132.000 miembros de la Guardia Nacional. El poderío naval era más convincente, la tercera flota de guerra del mundo

Ahora la gran pregunta que todos se hacían era: ¿ Cuanto tiempo  tardaría la potencia yanqui en estar dispuesta para actuar realmente sobre los acontecimientos bélicos?

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