6.1.11

RUMANIA SE DECANTA POR LOS ALIADOS. HINDENBURG SUSTITUYE A FALKENHAYN

El gobierno de Bucarest, alentado por los efectos devastadores de la ofensiva Brusilov sobre Austria-Hungría y por el callejón sin salida de los alemanes en Verdun, se comprometió secretamente a unirse a la causa de los Aliados a mediados del mes de agosto aunque aguardó hasta el día 27 para efectuar su declaración oficial. Hasta entonces Rumania había sido un valioso suministrador de los preciados trigo y petróleo para Alemania y Austria-Hungría, con lo que su decisión les era doblemente perjudicial. El panorama se ensombrecía todavía más para los Imperios Centrales, ya muy agobiados por el cenit de las ofensivas enemigas del verano, al abrirse un nuevo flanco de combate en los Cárpatos transilvanos. Como amargo anticipo, Italia había declarado oficialmente la guerra a Alemania dos días antes, el 25 de agosto, (hasta entonces solo era beligerante contra Austria-Hungría) y se incautó de las propiedades y buques germanos presentes en el país.

Esta coyuntura desfavorable fue el colmo para la estrategia de Falkenhayn, totalmente deshauciada, un desprestigio que obviamente se extendió a su promotor. Empeoró su posición el haber descartado precisamente una intervención rumana a corto plazo. Sus últimos apoyos en el escalafón, como von Hohenborn, ministro de la guerra, el general von Lyncker, jefe del gabinete militar imperial, y von Müller, jefe del gabinete naval, le abandonaron. En el cuartel general de Pless, a lo largo de la tarde noche del 27 al 28 de agosto Guillermo II, ya bastante deprimido después de conocer la sorpresiva postura de Bucarest, recibió un aluvión de quejas de diversas autoridades civiles y militares. Asumiendo que Falkenhayn había perdido el favor de los altos grados del Heer, convocó unilateralmente a Hindenburg y Ludendorff para tratar de remediar la crisis, a pesar de la antipatía que sentía por ambos, temiendo ( acertadamente como se vería poco después ) que el impetuoso Ludendorff le despojaría de muchas funciones en la conducción del conflicto e incluso en la toma de decisiones en el gobierno civil de Alemania.

Consciente de que esa convocatoria a sus rivales en el mando representaba la retirada pública del favor del káiser, principal valedor que le restaba, el 29 de agosto Falkenhayn asumió que debía presentar su dimisión. Como paradoja final le fue encomendada la dirección de las fuerzas que debían reducir el desafío lanzado por los rumanos.

En la subsiguiente reunión celebrada el mismo día 29 con la pareja del Oberost, en la que estuvo presente el canciller Bethmann-Hollweg desplazado expresamente desde Berlín para atajar la tormenta, Guillermo II designó al viejo mariscal como nuevo jefe de Estado Mayor y a Ludendorff como segundo jefe en el puesto. Muy significativamente Ludendorff prefirió rebautizar su cargo como Primer General del Mando Supremo, estipulando que asumiría junto a Hindenburg la autoridad en "todas las medidas y decisiones que puedan ser adoptadas".

Inmediatamente se tomaron las primeras medidas tendentes a centralizar al máximo la conducción de las hostilidades, con la vista puesta en mejorar la eficiencia de los esfuerzos militares y civiles.

Hindenburg despachó una nota ese agitado 29 de agosto al ministerio de la guerra ordenando un drástico incremento de la producción bélica de municiones, que debía duplicarse, y de cañones y ametralladoras en una proporción triple. Todo antes de medio año, con vistas a dejarlas a disposición de las tropas para la siguiente temporada en la primavera de 1917.

Otra de las primeras disposiciones del  estreno del Duo estuvo orientada a crear un organismo decisorio que supervisase la actuación al unísono de todos los ejércitos de los Imperios Centrales y sus asociados. La propuesta fue sancionada en una conferencia presidida por el káiser Guillermo II en la que participaron delegados austrohúngaros, el zar de Bulgaria y el hombre fuerte de Turquía, Enver Pasha.Conrad von Hotzendorf, como jefe de Estado Mayor austriaco, trató de oponerse al severo recorte de competencias que suponía el surgimiento de esta institución, pero infructuosamente, dada la enorme dependencia en todos los aspectos de Austria-Hungría respecto a su socio alemán. De este modo nació el Mando Supremo de la Guerra desempeñado, claro esta, por Hindenburg y Ludendorff. El 8 de septiembre ambos acudieron a una conferencia  con los comandantes de los grupos de ejércitos y de los ejércitos mismos en el cuartel general del kronprinz Ruperto de Baviera, situado en Cambrai, para revisar la situación.

Después de un vivo debate, la asamblea de jefes aceptó que se había entrado en una fase de producción y desgaste, en la que los Aliados tenían la iniciativa operacional en el frente Occidental. La estrategia y las tácticas debían adaptarse al escenario resultante, para reducir las pérdidas en hombres y material, que tan terribles habían sido en 1916. Si no se obraba en consecuencia,  el riesgo de un colapso ante ofensivas enemigas reanudadas sería máximo en 1917.

Para contrarrestar esto, Ludendorff presentó a los grupos de ejércitos del Oeste una serie de pasos que incluían la conveniencia de construir dos “Ruckzugs stellungen” o posiciones de retirada fortificadas. Una debía cubrir la base del saliente de Noyon desde Arras hasta las cercanías de Soissons, que recibiría el nombre de Línea Sigfrido, y otra de menor longitud la base del saliente de Saint Mihiel o Línea Michel. Su objetivo era acortar el perímetro defensivo si fuera preciso, liberando unidades para crear una reserva de emergencia.

La planificación para las posiciones fortificadas se inició rápidamente. A finales de septiembre de 1916 el trazado de la línea Sigfrido estaba preparada y se acopiaron los materiales y personal para su construcción. 

La línea estaría a unos 40 kilómetros por detrás de los frentes del 1º, 2º y 7º ejércitos. En el centro de la línea la ciudad de San Quintín fue integrada como un baluarte. En la parte sur se aprovechó el valle del Oise y los altos boscosos del sector de Saint Gobain.

La longitud de la Línea Sigfrido abarcaba 142 kilómetros, acortando el frente unos 45 kilómetros. Sería capaz de recibir entre ocho y diez divisiones, aparte de una reserva de tropas y artillería. El 27 de septiembre, tras la aprobación del OHL, el Kronprinz Ruperto ordenó el inició de los  trabajos, que se esperaba concluyesen en cinco meses.

Otra posibilidad que puso sobre la mesa el Grupo de Ejércitos de Ruperto fue la construcción de una línea de retirada más al norte, entre Arras y La Bassee. Tendría unos 80 kilómetros de longitud y recibiría el nombre de la Línea Wotan. 


En cambio, discurría más cerca de la línea del frente del momento, a unos 15 kilómetros por detrás. Tampoco suponía un acortamiento del tramo a defender. Ludendorff le dio el visto bueno el 4 de noviembre de 1916, pero la escasez de materiales y obreros hizo que se retrasase su comienzo hasta que se completara la Línea Sigfrido.

La conferencia de Cambrai también puso las bases de una doctrina actualizada que se tradujo en una serie de documentos del OHL que promulgaban normas de construcción de fortificaciones, implantaban nuevas tácticas, e introducían cambios organizativas para gestionar en adelante las operaciones defensivas.


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