23.8.10

EL DILEMA GRIEGO: MACEDONIA, CAMPO DE LUCHA DE BÚLGAROS Y ALIADOS

Después de la debacle de Serbia en 1915 y el fiasco de Gallipoli, evacuada a principios del año, las expectativas de los Aliados en los Balcanes quedaron severamente recortadas, buscando tan solo mantener una presencia testimonial sobre la península y así apoyar las presiones que efectuaban las facciones proaliadas dentro de las hasta entonces neutrales Rumanía y Grecia, y de paso salvar la cara ante la opinión pública dando a entender que Serbia, el origen formal de la guerra mundial, no había sido abandonada a su suerte. Enfrente se les oponía el pequeño pero aguerrido ejército de Bulgaria, veterano de las guerras balcánicas de 1912-13. Debido a la calma de la zona tras la ocupación de Serbia, hasta la fecha los búlgaros solo contaban con una contribución militar restringida de sus socias Alemania y Austria-Hungría.

En parte por ese carácter de encrucijada de contrapuestos intereses varios, las fuerzas de los Aliados desplegadas en la Macedonia griega trataban de representar a todos los miembros de la coalición. Al núcleo inicial anglofrancés estacionado en Salónica y a los serbios refugiados en el invierno de 1915-16, se les sumaron en agosto 5.000 rusos y 11.000 italianos. Durante aquellas semanas el papel ambiguo y complicado de los griegos quedó de manifiesto por su decisión de entregar a los búlgaros el fuerte Rupel, que jugaba un estratégico papel cerrando el valle del río Struma. La influyente embajada británica en Atenas elevó sonoras quejas por la cesión y aumentaron las divergencias sobre la definitiva postura a tomar entre los dirigentes helenos.

Mientras, los búlgaros respondieron al amenazador incremento de tropas enemigas en Macedonia iniciando una ofensiva el 17 de agosto contra la ciudad de Florina, cerca de la encrucijada de las fronteras de Albania, Serbia y Grecia., en la que participaron 18.000 hombres. Florina cayó pronto, el 19, aunque las fuerzas servias en el exilio evitaron un desplome de la línea. La respuesta fue en principio débil, limitándose a algunos bombardeos de la costa de la Tracia occidental en poder de los búlgaros a cargo de unidades ligeras de la Royal Navy.

Hubo que esperar hasta septiembre para que el general Sarrail emprendiera una acción resolutiva: primero con un poco efectivo asalto a las colinas que formaban el dispositivo exterior de Florina, aunque más tarde, a base de perseverar lograra recuperar la ciudad el 17 de septiembre y, efímeramente, el dominante pico Kajmakcalan. El 14 de octubre se usaron con profusión proyectiles de gases tóxicos, con nulo resultado porque no se logró ni arrebatar un metro de trinchera a los búlgaros.

Por otro lado, era frecuente que las adversas condiciones climáticas e higiénicas causaran más trastornos que la propia actividad enemiga: por ejemplo, unos 300 soldados ingleses fallecieron después de haber contraído malaria en su nuevo destino. FOTO. ELEUTERIO VENIZELOS, JEFE DE LOS ALIADÓFILOS GRIEGOS

Los inacabables bandazos de la caótica política griega y el inseguro panorama subsiguiente decidieron a los Aliados a recurrir a un intervencionismo descarado, violentando definitivamente la ya maltrecha neutralidad del país. El 30 de noviembre un destacamento francobritánico se apoderó de El Pireo ante la negativa del rey Constantino I de autorizar el tránsito de pertrechos a través de la capital. Menudearon las escaramuzas y tiroteos en el lugar, seguidos de una frágil tregua. Simultáneamente se propició un golpe de estado alentando la formación de un gobierno provisional con sede en Salónica y presidido por el primer ministro Venizelos, enfrentado desde hacía años al rey.

Inicialmente este gabinete provisional no logró imponer su voluntad en el sur de Grecia, pero mientras tanto los británicos encontraron así un motivo más para continuar su estrategia de hechos consumados desembarcando en diversas islas del Egeo, como ocurrió en Esciros, uno de los nodos del cableado telegráfico.

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