Aunque el aprovechamiento de la observación aérea empleando globos se remontaba a las campañas del Directorio francés a finales del siglo XVIII, las limitaciones de maniobrabilidad de este ingenio habían impedido un uso realmente práctico. Los británicos retomaron su empleo en la guerra boer de 1899-1902, y los alemanes por su parte creyeron aunar en los zeppelines el concepto de aerostato con la indispensable cualidad móvil para conseguir una correcta exploración, especialmente sobre los mares.
La reciente aparición del aeroplano en 1903 fue acogida con desigual interés por los planificadores militares, a pesar de los rápidos progresos en el radio de alcance máximo de los vuelos del nuevo invento. Menudeaban declaraciones tan desatinadas como la de Richard Haldane ( ministro de la guerra británico ) en 1910 diciendo textualmente " No consideramos que el aeroplano tenga utilidad en la guerra". Aunque antes de 1914 se le reconocían ciertas posibilidades para emprender reconocimientos en profundidad sobre la retaguardia enemiga ( tarea que era la carencia principal de los globos ) lo cierto es que no se confiaba todavía en su plena fiabilidad técnica y, desde luego, ni se vislumbraba su uso como elemento activo de combate, debido a las dificultades de los primeros aviones para portar el peso de municiones y la absoluta carencia de armas adaptadas a su configuración.
En definitiva, los planificadores de los ministerios y estados mayores solo efectuaron inversiones reducidas para equipar a los principales ejércitos con unas cuantas docenas de aviones. En vísperas de la conflagración los británicos disponían de 87 unidades, los franceses de 136 y los alemanes de 180 ( otras fuentes citan 250 ), todas pensadas para efectuar vuelos de vigilancia y exploración. Los modelos eran muy diversos así como variadas las empresas fabricantes, si bien alguna de ellas aportaba un número crecido de aparatos como ocurría con la Voisin en Francia o la Fokker en Alemania.
La consagración y utilidad en las misiones de reconocimiento quedaron patentes desde las primeras semanas de la guerra, incluso en casos de notable relevancia estratégica. Un piloto francés detectó sin género de dudas el giro hacia el sur del 1º y 2º ejércitos alemanes durante la batalla del Marne, o de la información aportada por aparatos modelo Taube a Hindenburg y que le permitieron a este aclarar su visión sobre la disposición del 2º ejército ruso en Prusia Oriental, antes del enfrentamiento en Tannenberg.
Como era de esperar, estas actuaciones "indiscretas" de los vigías aéreos suscitaron las correspondientes contramedidas. Se dispusieron estratagemas de enmascaramiento y ocultación para las columnas de tropas en marcha a decenas de kilómetros del frente y aparecieron las nuevas dotaciones de cañones anti-aéreos especializados, equipados con granadas de techo de altitud cada vez más elevado, y estallido fragmentado. Pero rápidamente se consideró que el mejor antídoto contra el avión era...otro avión. De este modo nacieron las fuerzas aéreas de caza.
Al principio los lances eran enfrentamientos individuales en los cuales los pilotos utilizaban armas de fuego ligeras para tratar de amedrentar, y más tarde derribar, a sus oponentes en el éter. Incluso menudearon ensayos con métodos estrafalarios o pintorescos, usando arpones, ganchos o hasta el lanzamiento de grandes piedras para intentar dañar la estructura del avión contrario.
Pero desde el comienzo de 1915 la ametralladora demostró ser el medio de combate mas apropiado entre aeroplanos, por su alta cadencia de tiro y su amplio alcance. Además, a veces bastaba con acertar en la carlinga al piloto enemigo sin necesidad de dañar el mecanismo de su avión. El procedimiento usual era que el piloto disparase con un revólver o si se trataba de un biplaza, que el copiloto emplease la ametralladora en posición lateral o de cola. No obstante al quedar separadas las funciones de tirador y piloto en los biplazas la persecución del adversario y la búsqueda de la posición de disparo óptima se veían grandemente dificultadas.
La posición más idónea era colocar la ametralladora delante del piloto, para que este pudiera compaginar las dos funciones esenciales como "cazador", pero surgía otro problema: la interposición de la hélice en la trayectoria de las ráfagas. Un procedimiento engorroso consistía en elevar la ametralladora sobre un trípode por encima de la hélice, pero eso obligaba igualmente a estirarse al piloto poniendo en peligro su estabilidad en la carlinga y la precisión de disparo.
FOTO. UN MONOPLANO FOKKER E-III, CONSIDERADO EL PRIMER CAZA CONCEBIDO COMO TAL
Los franceses aplicaron un chapucero pero eficaz truco, el mecanismo deflector. Blindaron las hélices con paneles metálicos a fin de preservarlas de la trayectoria coincidente de las balas de la ametralladora. Con este método, el piloto Roland Garros derribaría en un par de semanas cinco aparatos enemigos y se convertiría en el primer "as" de las fuerzas de caza en abril de 1915. Precisamente los alemanes supieron del método cuando lograron incautar la unidad de Garros después de un aterrizaje forzoso de la misma. La efectividad del emplazamiento de fuego delantero quedaba demostrada, pero Antonius Fokker, un ingeniero de origen holandés pero asentado profesionalmente en el país germano, logró superar el primitivo sistema francés para preservar la hélice. Creó, a partir de un invento previo del suizo Schneider, un fiable mecanismo interruptor que permitía el disparo solo durante el intervalo entre el paso de las aspas de la hélice. Con esta incorporación armamentística, las 337 unidades fabricadas del Fokker Eindecker en sus series E-I, E-II y sobre todo la serie E-III ( en servicio a partir de agosto ) otorgaron temporalmente la supremacía del aire a los teutones hasta principios de 1916, cuando la introducción de los cazas franceses Nieuport 11 y Spad VII proporcionó ventaja a los Aliados.
FOTO. OTRA VISTA DE UN FOKKER E
En este periodo de progresivo afianzamiento del elemento aéreo hasta la segunda mitad de 1916, dentro del incipiente Fliegertruppen ( la fuerza aérea alemana, rebautizada luego como Deutsche Luftstreitkrafte ) se hizo notar la influencia del teniente Max Immelmann defendiendo la importancia del duelo individual y la maniobra, a la que aportó un giro con subida y viraje en pérdida. Pero sobre todo destacó la influencia del as alemán O. Boelcke, jefe del Jasta 2 ( escuadrón de caza ). Sostuvo la necesidad de reunir una élite de pilotos en una escuadra ( Jagdstaffel o Jasta ). Fue una figura con una fuerte carga propagandística, ensalzada al nivel heroico. Son famosos los principios del dictado Boelcke, un conjunto de reglas básicas de enfrentamiento aéreo: buscar una posición ventajosa desde arriba, el disparo dentro de alcance, lograr la sorpresa, enfrentar al enemigo, hacer luchar al Jasta como una unidad, obedeciendo las señales de los jefes.
La reciente aparición del aeroplano en 1903 fue acogida con desigual interés por los planificadores militares, a pesar de los rápidos progresos en el radio de alcance máximo de los vuelos del nuevo invento. Menudeaban declaraciones tan desatinadas como la de Richard Haldane ( ministro de la guerra británico ) en 1910 diciendo textualmente " No consideramos que el aeroplano tenga utilidad en la guerra". Aunque antes de 1914 se le reconocían ciertas posibilidades para emprender reconocimientos en profundidad sobre la retaguardia enemiga ( tarea que era la carencia principal de los globos ) lo cierto es que no se confiaba todavía en su plena fiabilidad técnica y, desde luego, ni se vislumbraba su uso como elemento activo de combate, debido a las dificultades de los primeros aviones para portar el peso de municiones y la absoluta carencia de armas adaptadas a su configuración.
En definitiva, los planificadores de los ministerios y estados mayores solo efectuaron inversiones reducidas para equipar a los principales ejércitos con unas cuantas docenas de aviones. En vísperas de la conflagración los británicos disponían de 87 unidades, los franceses de 136 y los alemanes de 180 ( otras fuentes citan 250 ), todas pensadas para efectuar vuelos de vigilancia y exploración. Los modelos eran muy diversos así como variadas las empresas fabricantes, si bien alguna de ellas aportaba un número crecido de aparatos como ocurría con la Voisin en Francia o la Fokker en Alemania.
La consagración y utilidad en las misiones de reconocimiento quedaron patentes desde las primeras semanas de la guerra, incluso en casos de notable relevancia estratégica. Un piloto francés detectó sin género de dudas el giro hacia el sur del 1º y 2º ejércitos alemanes durante la batalla del Marne, o de la información aportada por aparatos modelo Taube a Hindenburg y que le permitieron a este aclarar su visión sobre la disposición del 2º ejército ruso en Prusia Oriental, antes del enfrentamiento en Tannenberg.
Como era de esperar, estas actuaciones "indiscretas" de los vigías aéreos suscitaron las correspondientes contramedidas. Se dispusieron estratagemas de enmascaramiento y ocultación para las columnas de tropas en marcha a decenas de kilómetros del frente y aparecieron las nuevas dotaciones de cañones anti-aéreos especializados, equipados con granadas de techo de altitud cada vez más elevado, y estallido fragmentado. Pero rápidamente se consideró que el mejor antídoto contra el avión era...otro avión. De este modo nacieron las fuerzas aéreas de caza.
Al principio los lances eran enfrentamientos individuales en los cuales los pilotos utilizaban armas de fuego ligeras para tratar de amedrentar, y más tarde derribar, a sus oponentes en el éter. Incluso menudearon ensayos con métodos estrafalarios o pintorescos, usando arpones, ganchos o hasta el lanzamiento de grandes piedras para intentar dañar la estructura del avión contrario.
Pero desde el comienzo de 1915 la ametralladora demostró ser el medio de combate mas apropiado entre aeroplanos, por su alta cadencia de tiro y su amplio alcance. Además, a veces bastaba con acertar en la carlinga al piloto enemigo sin necesidad de dañar el mecanismo de su avión. El procedimiento usual era que el piloto disparase con un revólver o si se trataba de un biplaza, que el copiloto emplease la ametralladora en posición lateral o de cola. No obstante al quedar separadas las funciones de tirador y piloto en los biplazas la persecución del adversario y la búsqueda de la posición de disparo óptima se veían grandemente dificultadas.
La posición más idónea era colocar la ametralladora delante del piloto, para que este pudiera compaginar las dos funciones esenciales como "cazador", pero surgía otro problema: la interposición de la hélice en la trayectoria de las ráfagas. Un procedimiento engorroso consistía en elevar la ametralladora sobre un trípode por encima de la hélice, pero eso obligaba igualmente a estirarse al piloto poniendo en peligro su estabilidad en la carlinga y la precisión de disparo.
FOTO. UN MONOPLANO FOKKER E-III, CONSIDERADO EL PRIMER CAZA CONCEBIDO COMO TAL
Los franceses aplicaron un chapucero pero eficaz truco, el mecanismo deflector. Blindaron las hélices con paneles metálicos a fin de preservarlas de la trayectoria coincidente de las balas de la ametralladora. Con este método, el piloto Roland Garros derribaría en un par de semanas cinco aparatos enemigos y se convertiría en el primer "as" de las fuerzas de caza en abril de 1915. Precisamente los alemanes supieron del método cuando lograron incautar la unidad de Garros después de un aterrizaje forzoso de la misma. La efectividad del emplazamiento de fuego delantero quedaba demostrada, pero Antonius Fokker, un ingeniero de origen holandés pero asentado profesionalmente en el país germano, logró superar el primitivo sistema francés para preservar la hélice. Creó, a partir de un invento previo del suizo Schneider, un fiable mecanismo interruptor que permitía el disparo solo durante el intervalo entre el paso de las aspas de la hélice. Con esta incorporación armamentística, las 337 unidades fabricadas del Fokker Eindecker en sus series E-I, E-II y sobre todo la serie E-III ( en servicio a partir de agosto ) otorgaron temporalmente la supremacía del aire a los teutones hasta principios de 1916, cuando la introducción de los cazas franceses Nieuport 11 y Spad VII proporcionó ventaja a los Aliados.
FOTO. OTRA VISTA DE UN FOKKER E
En este periodo de progresivo afianzamiento del elemento aéreo hasta la segunda mitad de 1916, dentro del incipiente Fliegertruppen ( la fuerza aérea alemana, rebautizada luego como Deutsche Luftstreitkrafte ) se hizo notar la influencia del teniente Max Immelmann defendiendo la importancia del duelo individual y la maniobra, a la que aportó un giro con subida y viraje en pérdida. Pero sobre todo destacó la influencia del as alemán O. Boelcke, jefe del Jasta 2 ( escuadrón de caza ). Sostuvo la necesidad de reunir una élite de pilotos en una escuadra ( Jagdstaffel o Jasta ). Fue una figura con una fuerte carga propagandística, ensalzada al nivel heroico. Son famosos los principios del dictado Boelcke, un conjunto de reglas básicas de enfrentamiento aéreo: buscar una posición ventajosa desde arriba, el disparo dentro de alcance, lograr la sorpresa, enfrentar al enemigo, hacer luchar al Jasta como una unidad, obedeciendo las señales de los jefes.
Reequipado durante la batalla del Somme con los nuevos biplanos Albatros D-I y D-II, el Jasta 2 pudo desafiar otra vez a los Aliados en igualdad de condiciones. Entre los discípulos más devotos y aplicados de las reglas de Boelcke se hallaba un joven aristócrata silesiano, Manfred Von Richthofen, llamado pronto superar a su maestro, y convertirse en uno de los iconos más célebres de la Primera Guerra Mundial cuando se convirtió primero en líder del Jasta 11 en enero de 1917 y mas tarde en jefe del Jagdgeschwader I. Paralelamente, en Francia destacaban entre los ases del combate aéreo individual Fonk, defensor de la aproximación indirecta, y el capitán Guynemer. A nivel organizativo y doctrinal la mayor referencia fue el marqués de Rose, que ya antes de la guerra había sostenido la necesidad de disponer de aparatos armados ( aunque de un modo rudimentario con fusiles ), la adopción del sistema de disparo sincronizado a primeros de 1916 y la formación de grupos de caza reuniendo a los mejores pilotos para posibilitar la "ofensiva total" en Verdun. Por parte británica, serían el capitán A. Ball y Mannock del RFC los que enunciaron la importancia del ataque desde arriba, el fuego a corta distancia, el uso del resplandor del sol y de las nubes para ocultarse, y la importancia de la buena forma del piloto, sin emplear los estimulantes o la bebida.
En otro aspecto de aplicaciones novedosas, durante la campaña de los Dardanelos los británicos inauguraron el empleo del avión torpedero cuando un aparato del RNAS (Royal Navy Air Service) hundió un mercante turco.
En otro aspecto de aplicaciones novedosas, durante la campaña de los Dardanelos los británicos inauguraron el empleo del avión torpedero cuando un aparato del RNAS (Royal Navy Air Service) hundió un mercante turco.