Ante el
estallido de la lucha en Europa la opinión pública estadounidense se había
dividido. Los habitantes de ascendencia anglosajona y los círculos ideológicos liberales
de la costa Este tendían a exaltar a Gran Bretaña y Francia. Muy pronto grupos de voluntarios vía Canadá se alistaron
en el ejército británico. De ellos surgieron la escuadrilla Lafayette y el
Cuerpo Auxliar de Camilleros, en los cuales ciudadanos norteamericanos se implicaron
en los frentes de acción. Por otro lado, muchos americanos de las amplias
praderas rurales se mostraban escépticos con ambos bandos, el amplio colectivo
de origen alemán solían inclinar sus simpatías a los Imperios Centrales, y el
de origen irlandés era lo suficientemente antibritánico como para rechazar
tajantemente un acercamiento a Londres. Pero todos ellos compartían desdén por la mezquina rebatiña de lindes, como era calificado el conflicto
europeo, pensamiento que al principio compartía el ambiente político de
Washington. Ejemplo de esa mentalidad fue el viaje del “barco de la paz”
patrocinado por el empresario Henry Ford para denunciar lo que los pacifistas
denunciaban como una enorme tragedia. El 4 de diciembre de 1915 se embarcó con
20 personas de su equipo, 50 pacifistas mas o menos estrafalarios y 57
periodistas rumbo a Europa. El 19 de diciembre llegó a Noruega y allí se mostró
inoperante por las querellas absurdas entre sus tripulantes ( Ford se retiró el 24 de diciembre ) y sus
iniciativas desdeñadas y fácilmente ridiculizadas.
¿ Cual era
la actitud del gobierno? Thomas Woodrow Wilson,
jefe del partido demócrata había obtenido la presidencia el 4 de marzo
de 1913 al derrotar en las pasadas elecciones
del 5 de noviembre de 1912 a los divididos republicanos ( entre el ala oficial
de Taft y la disidente de Theodore Roosvelt ), al conseguir 6.300.000
votos, el 42% del censo. Wilson era un erudito profesor
de Historia y economía política en la universidad de Princenton, que
pasó a la política activa como gobernador de Nueva Jersey en 1910, donde se mostró
independiente, con un estilo ascético y muy entregado al modelo ético. Al poco de estallar la crisis bélica, Wilson
proclamó la neutralidad de EE.UU. “ Debemos ser neutrales tanto de hecho como
de palabra (…) debemos ser imparciales tanto de pensamiento como de obra; hemos
de contener nuestros sentimientos”. Pero ante las realidades cotidianas esta
altisonante declaración, muy en la característica idiosincrasia de Wilson ( que
tenía una elocuencia de predicador ) quedó en papel mojado. En el invierno de 1914-15 estaba claro que la
guerra se prolongaría. Para los beligerantes se hacía crucial la acumulación de
material militar y de consumo civil. En noviembre de 1914 representantes de la
banca privada norteamericana ( por ejemplo, la Morgan ) comenzaron a negociar
con Londres la financiación de las compras de suministros bélicos y material civil de la
Entente a EE.UU. Desde primeros de 1915 llovieron los pedidos de todo tipo que
hicieron florecer la actividad de múltiples sectores económicos
norteamericanos. Ese flujo de negocios solamente podía establecerse con los
Aliados, puesto que el bloqueo del Mar del Norte y el Adriático por la Royal
Navy dejaba a los puertos alemanes y austro-húngaros fuera de juego.
IMAGEN.THOMAS WOODROW WILSON, PRESIDENTE DE ESTADOS UNIDOS ENTRE 1912-1920
Es cierto
que el bloqueo provocó algunos roces puesto que EE.UU defendía el principio de “libertad
de los mares” vigente hasta la fecha. Alemania pudo al principio adherirse a
ese principio, esperando así indisponer a Gran Bretaña con EE.UU, y de hecho se
produjeron algunas notas oficiales con quejas norteamericanas por las
interferencias provocadas por el bloqueo
a las exportaciones de alimentos con destino a los Imperios Centrales. Sin
embargo, la influencia de los grupos financieros
pro-Aliados en Washington suavizaron el tono de esas protestas. Y por otro
lado, esos mismos productos siempre podían
ser comprados por “otros” clientes: los propios Aliados.
En 1915 se concedieron 500 millones de dólares en
créditos a los países de la Entente, y hacía 1917 el montante ascendía a unos 4.000 millones. A
los Imperios Centrales solo se les había prestado 20 millones en esa fecha. En
Berlín cundió el disgusto al comprobar que la neutralidad de EE.UU solo servía
en la práctica para que ser convirtiera en el principal aprovisionador y banquero de sus enemigos. No obstante,
también podía argumentarse que por esto mismo, Washington no necesitaba correr
riesgos y le convenía mantenerse al margen de una implicación directa en tanto
el conflicto permaneciera indeciso.
Un factor emocional
y moral podía cambiar eso. La guerra submarina podía ser el método para impedir
que los Aliados se abasteciesen. Hasta febrero de 1915 los sumergibles germanos
habían actuado de acuerdo más o menos de
acuerdo a la ley de presas vigente ( elaborada sin tener en cuenta la posible
función corsaria del por entonces inédito submarino ), pero el 4 de febrero se
anunció que en las aguas británicas todo mercante podía ser hundido. Esta
primera campaña concluyó con el incidente del “Lusitania”.
Este doloroso
asunto fue aprovechado por los intervencionistas pro-Aliados para hacer una
campaña mediática a favor del “estado general de preparación para la guerra”. Aunque presentada
como una actitud defensiva, esta “Preparación” suponía en si misma un rearme, acompañado de un tono cada vez más exigente
sobre Alemania. A finales de 1915 Wilson
presentó un programa para el incremento del poder militar, y en enero de 1916
hasta realizó una gira para justificarlo. Con la aquiescencia del gobierno (
aunque con fondos privados ) en la localidad de Plattsburg se iniciaron unos
cursillos intensivos para preparar 1.200 oficiales voluntarios , ejemplo que
fue seguido por otros “Plattburgs” en varios puntos del país. Los
intervencionistas estaban bien representados tanto entre las filas demócratas ( el secretario de Estado de
Wilson, Robert Lansing, era un declarado
aliadófilo ) como entre las republicanos, particularmente vociferantes. Roosvelt en
particular descalificó a Wilson tildándole de débil que ponía en peligro los
intereses de la nación, y que debía
evitarse que EE.UU fuera un país impotente.
Siempre será
un enigma cuales fueron las verdaderas intenciones de Wilson en aquel periodo. Cierto es que paralelamente a su creciente apoyo a la “Preparación” también
incrementó sus gestiones diplomáticas aparentemente mediadoras, enviando a uno de sus consejeros de
confianza, el coronel House, de visita por Europa a principios de 1915 y de
nuevo un año más tarde, en favor de la convocatoria de una conferencia de paz.
Al agotarse
su mandanto, Wilson se presentó por su partido el 14 de junio de 1916 con un
programa basado en la necesidad de mantener a su país apartado del conflicto
mundial. De hecho, uno de los eslóganes demócratas fue “Él nos mantuvo fuera de
la guerra”, con lo que captó el voto antibelicista, aunque personalmente se
guardó muy mucho de prometer que
renunciaba a implicarse definitivamente. Su oponente era el republicano C. E. Hughes, incoloro ex -gobernador de Nueva York y
anterior juez del tribunal supremo, en torno al que se arremolinaron los
intervencionistas pro-Aliados. En las
elecciones del 7 de noviembre de 1916 Wilson fue reelegido con 9.100.000
sufragios y el 49,1 % de porcentaje.
Así, en consonancia con su programa, el presidente
formuló el 18 de diciembre de 1916 una declaración solicitando una definición
de los objetivos de guerra de los beligerantes. Obtuvo una repuesta esquiva de
los Aliados y de los Imperios Centrales, pero el canciller Bethmann recogió el
guante y solicitó una conferencia de paz sin términos previos. Ante la
imposibilidad de conciliar las posturas Wilson estableció en un mensaje al
Congreso el 22 de enero de 1917, la solicitud de una paz sin vencedores ni
vencidos, sin anexiones ni reparaciones. El 31 de enero se anunció la
reanudación de la guerra submarina alemana sin restricciones y después del
torpedeamiento el 3 de febrero de los cargueros norteamericanos “Housatonic” y “Eavenstone”,
Washington rompió relaciones con Alemania.
A esta escalada de tensión siguió una pausa, pronto rota por un incidente diplomático. El 19 de enero el ministro de exteriores alemán, A. Von Zimmermann, había enviado un telegrama cifrado al embajador alemán en Méjico, Von Eckardt en el que le solicitaba que convenciera al presidente Venustiano Carranza para que en caso de adhesion de EE.UU a los Aliados, se instituyera una alianza germano-mejicana. A cambio, Alemania ofrecía a Méjico la recuperación de los territorios perdidos en 1848 ante su vecino septentrional, a saber, Texas, Arizona y Nuevo Méjico, garantizando la derrota de la coalición enemiga con la guerra submarina., e incluso se especulaba con una alianza japonesa. Esta propuesta venía a cuento de las tensas relaciones entre ambos países americanos desde el inicio de una caótica revolución al sur de Rio Grande. Los incidentes habían menudeado, especialmente desde las incursiones de Pancho Villa en la ciudad lindera de Columbus el año anterior y la consiguiente respuesta en forma de “invasión” ( tolerada por el gobierno Carranza ) de 10.000 soldados norteamericanos bajo el mando del general John Pershing en una persecución fracasada sobre Pancho Villa. La verdad es que como jugada estratégica la propuesta de Zimmerman era absurda y ridícula vista la escasa capacidad militar y las luchas internas que sacudían Méjico, y la alta improbabilidad de que el acosado gobierno de Carranza mordiera el cebo. Pero lo peor para los Imperios Centrales no fue la propuesta en sí, sino las manos en las que cayó.
Puesto que
no había comunicación directa con Méjico, el mensaje fue transmitido a la embajada
alemana en Washington vía embajada
norteamericana en Berlín. Los ingleses tenían los cables pinchados y la sección de inteligencia Room 40
descifró su contenido ( como venía haciendo habitualmente ) El día 3 de febrero
el embajador americano en Londres Walter Page recibió una copia de un mensaje
en el que se ordenaba a Von Bernstorff abandonar su embajada. Wilson movilizó a
la U.S. Navy para proteger sus mercantes y endureció su tono, pero los
británicos, considerando que había que echar mas leña al fuego, el 24 de febrero revelaron a Page el contenido
del “telegrama Zimmerman”. El día 28 esa nota llegó a las redacciones de la
prensa norteamericana con el revuelo que era de prever en la opinión pública.
Era evidente que la ruptura final entre Alemania y EE.UU estaba al caer. El 5
de marzo Page le advirtió a Wilson del riesgo de una bancarrota en caso de que
los Aliados fueran vencidos. El 9 de marzo el Congreso autorizaba el artillado
de los mercantes propios. El 31 de marzo el almirante Sims y su consejero, el comandante Babcock, partieron con destino a
Liverpool de incognito para coordinar las futuras operaciones comunes.
IMAGEN. EL PRESIDENTE WILSON SOLICITANDO ALCONGRESO LA DECLARACIÓN DE GUERRA A ALEMANIA EL 2 DE ABRIL DE 1917
El día 2 de
abril de 1917 Wilson solicitó al Senado y al Congreso la declaración de guerra
al II Reich. El día 6 de abril se aprobó
la declaración de guerra por 373 votos a
favor y 50 en contra en el Congreso y más contundentemente en el Senado por 82 a 6 . EE.UU intervenía finalmente en la Gran Guerra con la fórmula de "poder asociado" a los Aliados ( aunque curiosamente no declararía la guerra a Austria-Hungría hasta diciembre de 1917) Inmediatamente destacamentos armados se
apoderaron de los 114 navíos alemanes internados en territorios bajo control
estadounidense. Serían muy necesarios para cuando hubiera que transportar el futuro
ejército expedicionario americano ( A.E.F.) a Europa.
Ese mismo
día también se solicitó la asignación de 3.000 millones de dólares para movilizar
de inmediato a un millón de hombres en una gigantesca operación. La maquinaria
de la potencia norteamericana comenzaba a ponerse en marcha. De momento su poder terrestre era modesto, unos 108.000 soldados y 132.000 miembros de la Guardia Nacional. El poderío naval era más convincente, la tercera flota de guerra del mundo
Ahora la gran pregunta que todos se hacían era: ¿
Cuanto tiempo tardaría la potencia yanqui en estar dispuesta para actuar realmente sobre los
acontecimientos bélicos?
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