Después de constatar el callejón sin salida de la flota de
superficie tras la batalla de Jutlandia, el jefe del almirantazgo Henning Von
Hottzendorff respaldó la difusión del “memorandum Kalkmann”, a partir de la conferencia del 31 de agosto de 1916 en Pless,
al tiempo que anunciaba nuevas construcciones de submarinos. En resumen, ese
informe subrayaba la necesidad de una
resolución del conflicto antes del otoño de 1917, estimaba en 10.750.000 de toneladas de cargueros ocupados en
transportar alimentos a Gran Bretaña y consideraba un plazo de cinco meses para
que los submarinos alemanes destruyesen el 61% de ese tonelaje, muy
especialmente el procedente de Holanda y Escandinavia, y obligar por tanto a Londres a capitular.
Despreciaba el peligro de una intervención por este motivo de los EE.UU, porque
solo podría aportar 1.700.000 toneladas de mercantes, y por
ello hasta tendría dificultades para mover sus tropas a Europa.
El memorándum fue estudiado cuidadosamente por Ludendorff en septiembre de 1916.
Holtzendorff garantizaba el éxito en seis meses a los nuevos dirigentes del
aparato militar. El canciller Bethmann se mostraba muy indeciso, consciente de
las graves implicaciones en política exterior, pero solicitaba el visto bueno
del Alto Mando. Ezberger, líder del partido
Zentrum, también defendió en el
Reichstag la subordinación del canciller a los proyectos del Alto Mando.
Un ambiente propicio a la propuesta, porque Ludendorff la
consideraba un método rápido y barato para lograr la victoria en 1917. Pero
reconocía la penosa impresión que causaría en los neutrales, la necesidad por
tanto de reforzar las defensas ante Dinamarca y Holanda, y el riesgo real de
que EE.UU interviniese junto a los Aliados. En cambio de modo alentador, otras
autoridades como el ministro de Exteriores Zimmerman y el embajador en Washington
notificaron que la población norteamericana parecía poco entusiasta ante
la perspectiva de involucrarse en una lucha. Se consideró que el total de las
tropas de infantería norteamericanas activas era de solo 108.399 efectivos más
los 132.194 de la Guardia Nacional, y aunque se iniciase un reclutamiento a
gran escala, su entrenamiento llevaría al menos un año. En definitiva, incluso
en caso de intervención, los EE.UU no eran una amenaza inmediata en los frentes
europeos. Sin embargo, se puso poco énfasis en la potencia de la flota de
guerra norteamericana, la tercera del mundo…
El 22 de noviembre el almirante Von Scheer se entrevistó con Hindenburg y ganó
definitivamente su respaldo al plan. Las cifras de hudimientos logrados por los unterseebootes en 1916 avalaban las expectativas: 2.327.000 toneladas de cargueros aliados o neutrales en comercio con ellos, a cambio de 22 sumergibles perdidos. En diciembre se le
otorgó luz verde al Admiralstab, la oficina naval, para movilizar las fuerzas
de submarinos existentes.
El discurso de Lloyd George dando por finiquitada la
propuesta de paz del canciller lanzada en diciembre espoleó a Ludendorff: “ la
guerra submarina sería emprendida ahora con mayor vigor. Todavía Bethmann
deseaba aguardar a recibir respuesta a
su propuesta en Estados Unidos. Mientras, los consejeros navales de Guillermo
II, Müller y Capelle se unían a la corriente ( el informe de Capelle ratificaba
que en seis meses la flota inglesa estaría reducida al 50%, y consideraba que
el mismo éxito de la ofensiva desalentaría cualquier acción hostil de los
países neutrales )
El asunto de la guerra submarina sin restricciones fue
finalmente resuelto en la conferencia imperial del 9 de enero de 1917 en Pless.
Bethmann dio su brazo a torcer ante la unanimidad a favor de la misma de
Hindenburg, , Holtzendorff , Müller y Ludendorff. Este último añadió que así
además de desbaratarían los suministros a la esperada ofensiva Aliada de primavera.
El canciller dijo: “ si las autoridades militares consideran que la guerra
submarina es esencial, no estoy en posición de contradecirles ”. Ya sin voces discordantes , el Káiser expreso
su aquiescencia a la crucial decisión.
El 1 de febrero fue la fecha señalada para el inicio de la campaña,
advirtiendo a los neutrales el día anterior 31 de enero.
A partir de estos acontecimientos arreciaron las quejas sobre la irresolución del canciller;
se dibujaba el declive definitivo de la influencia de los políticos civiles en
el gobierno alemán en lo que restaba del conflicto.
Las unidades inmediatamente disponibles a 1 de febrero eran 105 submarinos, distribuidos del siguiente modo:
46 pertenecientes a la Hoschseeflotte ( Emden, Brünsbuttel, Wilhelmshaven, Bremerhaven ) bajo la dirección de Bauer, 23 pertenecientes a la flotilla de Flandes ( Brujas, Ostende), bajo la dirección de Bartenbach, 23 pertenecientes a la flotilla del Adriatico + 3 basados en Constantinopla ( Pola, Cattaro ) bajo la dirección de Kophamel, y 10 pertenecientes a la flotilla de Curlandia ( Libau ) bajo la dirección de Schött
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