25.10.16

ESPECIAL: EL SERVICIO SECRETO FRANCÉS EN ESPAÑA DURANTE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Desde 1871 existía el Servicio Especial (SS) o Servicio de Información (“Service  de Renseignement”, SR ). Sus actividades exteriores estaban controladas desde 1899 por la sección de información del estado mayor del ejército bajo el coronel Charles J. Dupont. Dentro del SR fue creada en la primavera de 1915 una sección de centralización a las órdenes del capitán Ladoux que supervisaba las tareas de contraespionaje.

La terminal del Servicio de Información del ejército en España fue puesta en manos del coronel Andre M. Tillon, agregado militar de la embajada en Madrid. Al principio se ocupaba sobre todo de la incipiente propaganda, de los  pedidos de materias primas estratégicas, y especialmente de la supervisión de todas las fronteras españolas, para evitar la infiltración de agentes enemigos en Francia, el flujo de armas y dinero a los rebeldes marroquíes, la captura de desertores, etc. Estructuralmente, se recurrió a la sectorialización, en la que cada supervisor construía una red de agentes franceses e informadores españoles.

Tillon fue sustituido el 15 de septiembre de 1916 por el coronel Denvignes. Tenía experiencia en el estado mayor de Joffre. Denvignes encontró la organización de su antecesor adecuada y se limitó a ensancharla y dotarla de más recursos presupuestarios.


                                                         FOTO.  JOSEPH DENVIGNES

Fue destituido en febrero de 1918 mediante un consejo de guerra por un escándalo que reveló las conversaciones entre Denvignes y Alfonso XIII en las que se solicitaba la mediación del monarca para obtener una paz por separado con Austria. Sería reemplazado por el coronel Joseph Tisseyre.

Respecto a la Marina gala,  primeramente estableció una delegación en Barcelona para extender progresivamente el control sobre todo el litoral español. El escogido para liderar la tarea fue Arsene Robine, con experiencia en la gestión de navieras comerciales. Al comienzo su misión era vigilar el posible contrabando en barcos neutrales. Cuando la irrupción de submarinos alemanes se transformó en la cuestión principal, ya no fue suficiente el conocimiento de temas mercantes y hubo que potenciar el servicio, para lo que fue llamado el teniente de navío Robert de Roucy, con el cargo de agregado naval en la embajada. Los agentes responsables de los distintos sectores resultantes de la distribución de la costa debían informar a Tolón en el caso de pertenecer al área mediterránea y a La Rochela en el caso de estar destacados en el Cantábrico. Sin embargo, pronto quedo claro el personalismo de Roucy, porque él centralizaba los informes y solo después los reexpedía. De hecho a primeros de 1916 recibió una reconvención oficial por esta actitud. Con todo, había ventajas operativas en este proceder coordinado, y además el agregado naval fue adquiriendo notoriedad en otras misiones, como la propaganda encargada por el ministerio de Exteriores. En realidad fue una evolución natural.

Al principio las demarcaciones costeras eran 5, que fueron aumentadas a 7 en el verano de 1916 y a 11 en marzo de 1917. Los agentes españoles podían cobrar un sueldo regular o bien por objetivos conseguidos ( seguimientos, vigilancias portuarias, robo o copia de documentación, datos sobre agentes enemigos). Otro aspecto del funcionamiento de los sectores era la colaboración de las representaciones consulares francesas, de las que había unas setenta en España. Muchos de los cónsules honorarios eran residentes con negocios, conocimiento del entorno y con relaciones sociales locales, lo que facilitaba su labor de escrutinio. De hecho hubo casos en que los cónsules se convirtieron en los jefes de sector, como por ejemplo Joseph Doumolin en Granada-Almería o Charles Lombard en el litoral de Valencia y Alicante (siendo cónsul en Gandía).

Roucy mantuvo su puesto hasta el verano de 1917, cuando la filtración de un informe en el que juzgaba severamente el comportamiento de Alfonso XIII llegó a conocimiento del gobierno español. Fue sustituido  por el capitán de fragata Aristide B. Petit-Thouars, que exigió a cada división costera la entrega de un informe periódico y aumentó el número de sectores hasta los 19 en octubre de 1917, para responder al desafío de la guerra submarina sin restricciones. A lo largo del conflicto aumentó significativamente la cantidad de medios pecuniarios.

Cada jefe de sector enviaba sus informes exhaustivos sobre todos los aspectos de la guerra submarina,  tales como el movimiento de víveres y petróleo en el litoral, la correspondencia para los sumergibles, la evasión de alemanes, las señales de Morse, los hundimientos en aguas jurisdiccionales españolas o sus cercanías, la propaganda enemiga, las inclinaciones de los políticos y autoridades locales, etc. También se vigiló a los hombres de negocios y a los alemanes de Camerún. Tampoco faltaron los seguimientos sobre las huelgas que perjudicaban los calendarios de los convoyes. Además se registraban los avistamientos realizados por  los pescadores y  los rumores en los puertos aireados  por informadores a sueldo. En otro orden de cosas se ocupaban también del auxilio a los náufragos aliados.

El servicio francés también procuró explotar las aristas morales provocadas por la guerra submarina ¿Qué métodos eran empleados para ello? La difusión de la denuncia de la campaña submarina enemiga mediante la prensa, folletos, fotografías e imágenes, cine. Petit-Thouars y sus hombres recurrieron a la recopilación de información procedente en la prensa gala y española, documentación y redacción de notas,  distribuyéndolas a su vez, dando prioridad a los incidentes con submarinos que involucrasen a barcos españoles o acaecidos en aguas limítrofes.

Uno de los mayores éxitos de los informadores franceses fue hacerse con un topo en el consulado alemán en Barcelona que les proporcionaron acceso al correo, el portero Pablo Wunderling, nombre clave “Maravilla”, y sobre todo con “Caramba”, topo que hasta el día de hoy permanece anónimo y que proporcionó acceso a las comunicaciones de la mismísima embajada teutona.

 En Madrid se elaboraba el “Buletin d’ informations quotidien”, enviado a través de los consulados franceses con orden de filtrarlos a los medios. En las publicaciones del sur de España destacaban  como receptores de estas noticias eran el “El diario conservador” y “El reformista” en Cádiz, “La tierra” en Cartagena, “El popular” y “El regional” en Málaga o “El Levante agrario” en Murcia.

Muy revelador del ambiente de suspicacia fue el grotesco incidente que afectó a  los monjes de Chipiona, denunciados como espías alemanes por el arqueólogo galo Pierre Paris,  encargado de las excavaciones del  vecino yacimiento de la antigua Baelo Claudia.